Yucatán

Ariel Avilés Marín

Hay dos conceptos que, aunque aparentemente son opuestos, en realidad se complementan el uno con el otro, como establece la dialéctica, los contrarios existen y dependen el uno del otro. En una sociedad la innovación es siempre necesaria, es un paso a mejores estados, es un signo de progreso. A contraparte de esto existe un valor que también es columna y sostén innegable de la sociedad, y ésta es la tradición. La tradición es fuente y sostén de valores profundos, es una manera de inculcar a las nuevas generaciones el amor y el respeto por lo que somos, por aquello que el tiempo le ha dado un lugar indiscutible y una presencia necesaria.

Bien dice el dicho: En todas partes se cuecen habas; y Madrid, ciudad de profundas tradiciones, no es la excepción. El día 15 de mayo es día de fiesta madrileña, es el día de San Isidro, santo patrón de la antigua villa. Las fiestas de San Isidro llenan de luz y de color toda la ciudad. Y ¡qué va! La fiesta no se constriñe al día 15 de mayo, es realmente un mes de mayo de fiesta en fiesta. En la Monumental Plaza de las Ventas la Feria de San Isidro llena una cartelera de corridas diarias el mes entero. En la Municipalidad se inicia el mes con el Pregón de San Isidro. Con motivo de estas fiestas, el 15 de mayo de 1910 se inauguró La Gran Vía. En fin que, San Isidro, llena de luz y de color a toda la ciudad.

Entre las tradiciones de mayor arraigo en Madrid, dos géneros musicales han sentado sus reales en el alma de Madrid por más de un siglo, el cuplé y el chotis. Durante muchísimos años, un local en la calle de La Palma, semi esquina con San Bernardo, a unos pasos de la Gran Vía, se constituyó en el templo de adoración y preservación de estas dos entrañables tradiciones; nadie podía presumir de haber visitado Madrid si no había asistido a Los Cuplés de Olga Ramos. Las noches del cuplé, el chotis, la zarzuela y hasta el tango arrabalero, sentaron una patente de profunda tradición en las noches madrileñas.

Olga Ramos, la grande, fue un verdadero figurón en el género; su nombre brilló junto el de otras estrellas de esta tradición como Sara Montiel, Lilián de Celis, Carolina Otero o Raquel Meyer. Olga Ramos mantuvo como nadie, en su local de la calle de La Palma, vivo y vigente este espíritu de gran tradición en el alma de la música popular española. Y Olga cantó y cantó hasta el fin de sus días, seguía cantando a los ochenta y seis años ¡sin arrugas en la voz!

Toda tradición necesita por fuerza de retoños que renueven e inyecten vida nueva y fuerza dinámica a su venerable existencia. En el caso de Olga Ramos, su hija, Olga María, supo recoger la estafeta y proyectarla a niveles de fuerza y popularidad que congregan multitudes de seguidores de todas las edades y condiciones. Las Noches del Cuplé, de la calle de La Palma, se convirtieron por derecho propio en las noches de las dos Olgas, madre e hija. El tiempo, como Saturno, va devorando a sus criaturas, el viejo dueño del local pagó el tributo obligado a la naturaleza y los herederos, con cajas destempladas, solicitaron la desocupación del tradicional local. Los Cuplés de Olga Ramos, pasaron a formar parte de los dorados recuerdos de un Madrid que fue. Pero Olga María, es un espíritu de temple y empuje, y ha dedicado su vida y esfuerzo a mantener vivos estos géneros musicales tan esenciales para Madrid. En el Teatro del Príncipe Pío, en el Hotel Ritz (Don Alvaro de Retana ha de estar feliz), en el Teatro Prosperidad, Olga María se ha multiplicado para mantener y aún impulsar más, estos tradicionales géneros de la música madrileña.

Un lugar y una fecha han tomado patente de tradición, los días 15 de mayo, desde hace muchos años, más de treinta, una enorme legión de seguidores, de todas las edades y condiciones, se han dado cita en el Jardín de las Vistillas, pues cada año, a las nueve de la noche, Olga María ofrece un concierto de cuplés y chotis, por el Día de San Isidro. Es impresionante ver la cantidad de gente que la popularidad de Olga María convoca en esa noche; me ha tocado ver y oír a numerosos grupos de jóvenes, con grandes aretes, de cortes de cabello estrafalarios, pircings, tatuajes y demás modas, y también jovencitas de cabellos multicolores, y vestuarios raros, juntos coreando a Olga María, gritándole: ¡Guapa! Y una verdadera legión de gente de la tercera edad, ataviados de chulaponas y chulos, muy madrileñamente, los unos y los otros haciendo fuerte contraste, pero unidos por la magia de Olga María, y gozando el chotis y el cuplé. El Jardín de las Vistillas y Olga María están unidos en la tradición madrileña con fuerte arraigo y popularidad, en la noche del Día de San Isidro.

Con asombro nos hemos enterado que este año Olga María no estuvo en el Jardín de las Vistillas, que, seguramente, el propio santo labrador se habrá asombrado, y no estuvo por dignidad. Los programadores del evento, que son gente nueva en estos menesteres, y según se ve desconocen quién es quién en el mundo del arte, quisieron poner a Olga María de telonera, es decir, no respetaron su tradicional horario estelar, y pretendieron que fuera la que abriera programa, como si de una principiante se tratara. ¡Qué falta de respeto! ¡Qué desconocimiento de las categorías! ¡Qué ignorancia de las tradiciones más profundas! Y, obviamente, con toda prudencia, Olga María llevó su tradicional espectáculo a otros lares, y con ella se fue el numeroso público que la sigue. Naturalmente, en esto, es Madrid quien sale perdiendo, es una mancha a una de sus más caras tradiciones.

Olga María, el chotis y el cuplé, tienen un lugar en el mundo del espectáculo dentro y fuera de España; dondequiera que este espectáculo se presente tendrá un gran éxito. Sus seguidores, que son muchos, le son fieles y van a ir adonde ella se presente, para escuchar su música favorita, en sus interpretaciones sin igual. Son las tradiciones de Madrid las que salen perdiendo en este lance, y eso es muy lamentable.

Los programadores del nuevo ayuntamiento de Madrid deben tomar nota y enterarse de quién es quién en el mundo del arte. Estos desatinos no traen nada bueno a la cultura de una gran ciudad. Olga María es una estrella que brilla con luz propia y es reconocida en los escenarios de muchos lugares del mundo. Aquí en México la esperamos con los brazos abiertos, en Mérida seguramente abarrotará, cuando venga, el Teatro Peón Conteras hasta la gayola. Esperamos tenerla pronto en esta ciudad y recibirla como se merece, como la reina del cuplé y el chotis.