Yucatán

Ariel Avilés Marín

En el repertorio del Ballet Clásico existe un ramillete selecto de obras que son las favoritas entre el público amante de esta delicada forma del arte de la danza; obras como El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente, Coppelia, La Balladera o El Corsario, son garantía de una nutrida asistencia del público seguidor de este género. Prácticamente, todas estas obras son historias de amor y, prácticamente todas también, tienen un final feliz. Originalmente, El Lago de los Cisnes, en su versión rusa, tiene un desenlace fatal; al presentarse esta obra en Francia, el romántico público francés no soportó la idea de que el mal pudiera triunfar sobre el amor, y se tuvo que crear otro final alternativo para la historia, final feliz, en el cual el príncipe Sigfrido derrota al malvado hechicero y libera a Odette. En este sensible y delicado mundo del Ballet Clásico una de las obras más amadas es sin duda Giselle; y cosa curiosa, tiene un final con un destino inexorable que se interpone entre el amor de la joven y el príncipe Albretch; el alma de Giselle está condenada sin remedio a ser una Willi más; no hay vuelta atrás en este destino. A pesar de este sentido y triste desenlace, el gran público tiene en Giselle uno de sus amores más profundos, y su anuncio en cartelera sigue llenando teatros.

El domingo 19 no fue la excepción, en el marco del egreso de la vigésima séptima generación de Ejecutantes de Danza Clásica de la Academia “Miriam Cazola Peraza”, una nutrida concurrencia atiborró el Teatro Armando Manzanero para disfrutar de una muy buena puesta de Giselle. La Mtra. Cazola es la mentora de una ya abundante pléyade de bailarinas del clásico, ya que sus actividades docentes se inician en 1972, así que, ha venido desarrollando una valiosa labor en el mundo del ballet, formando ejecutantes de danza clásica por un período de ya más de cuarenta años.

La Mtra. Cazola, ha roto paradigmas a lo largo de su actividad profesional, su academia fue la primera en romper con el tabú de usar en sus puestas a varones en los papeles que así lo requerían. En tiempos pasados, para esta finalidad, se vestía a las alumnas necesarias para desempeñar los papeles que correspondían a hombres; así los príncipes, los cazadores o los corsarios, eran muchachitas alumnas de las academias, caracterizadas en los papeles correspondientes. Hace ya más de cuarenta años, cuando Miriam Cazola presenta al bailarín Luis Zurita en varios papeles protagónicos de obras destacadas; después, aparecerían en escena también otros bailarines de calidad como Manuel Salgado, Edwel Cetina, Nicolás Flores, Luciel Rodríguez, Uri Campos o Mark Denegre Vaugth. La Mtra. Cazola rompe con el prejuicio y en sus puestas, las jóvenes bailarinas ejecutan sus papeles, y los de varones, los desempeñan muchachos avezados en la danza clásica.

El Ballet Giselle, es de los más gustados del repertorio de este género, no en balde figura en los programas de las compañías más destacadas e importantes del mundo. Este domingo pasado la academia de la Mtra. Cazola nos presentó una muy digna versión de esta obra. Obviamente, la puesta tuvo música grabada; y otros rubros de la producción también tuvieron muy buena calidad. Los excelentes telones de Manuel Encalada pusieron lo suyo para lograr el mágico ambiente que la obra requiere. Los técnicos del Armando Manzanero se prodigaron en todo los medios a su alcance para lograr los efectos de luces, ambientaciones y todo lo necesario para dar credibilidad, en especial a las escenas con brumas y ambientes sobrenaturales. Las coreografías elaboradas por el equipo de mentoras de la academia cumplieron plenamente con llenar la escena con las figuras estéticas necesarias para el lucimiento de los diferentes cuadros de la historia.

Giselle, es una obra del Ballet Clásico con música de Adolphe Adam, en su mayoría, pues la gustada variación de Giselle, del primer acto, fue incorporada posteriormente a la obra, y es de la autoría de Ludwig Minkuz. El libreto de la obra es de Teófilo Gautier y Jules Henry Vernoy; la obra está basada en un poema de Enrique Heine titulado La Alemana. El argumento corresponde plenamente al período romántico. En la historia, Giselle es una joven aldeana que ama la danza por sobre todas las cosas, pero su madre no la deja practicarla por la frágil salud de su corazón; a la aldea llega haciéndose pasar por uno más de la comunidad, el príncipe Albretch de Silesia, quien corteja a la joven; Hilarión, el guardabosques, que está enamorado de Giselle, sospecha del engaño del príncipe y se opone a que corteje a la inocente aldeana. En el pueblo se lleva a cabo la fiesta por la cosecha de la vid, y a ella asiste el rey y Batilde, su hija y prometida de Albretch, quien queda impresionada por la gracia de Giselle en la danza; Hilarión aprovecha la contingencia del festejo y desenmascara el príncipe, pero esto trae terribles consecuencias a Giselle, quien se sume en la locura y muere.

El segundo acto, ocurre en el cementerio, a donde concurren Hilarión y Albretch a la tumba de Giselle. Mirtha, es la reina de las Willis, que son los espíritus nocturnos del bosque. Mirtha guía a las Willis, primero contra Hilarión, quien huye, y luego contra Albretch, quien se resiste a huir sin haber reencontrado a Giselle; ante la terquedad del príncipe, Mirtha lo condena a bailar hasta morir; el alma de Giselle sale de su tumba y con la fuerza de su amor, devuelve la vida a Albretch, quien quiere retenerla, pero todo es inútil, el destino de Giselle está sellado y ha de convertirse en una más de las Willis. El espíritu de Giselle se pierde en la bruma, ante la desesperación de Albretch.

En el primer acto, Giselle es encarnada por Nelly Morales Ojeda, quien nos regala un bello Pas de Deux en compañía de Andrés Rodríguez Batún, quien nos encantó con su desempeño en el papel de Albretch. Este joven y talentoso bailarín debe buscar otros aires para perfeccionar su arte, pues tiene muy destacadas cualidades en la danza. ¡Cuba podría ser una muy buena opción para él! Andrea Bermejo Herrera, encarnó una Berthel (madre de Giselle) muy creíble y con muy buenas evoluciones. El Hilarión de Omar Flores, es justo y preciso, y su desempeño actoral brilló en el escenario. Presencia festiva y grata, la del primer actor Miguel García, con un rey justo y preciso. Mary Carmen López Guillermo hizo una princesa Bathilde muy bien asumida. En el segundo acto, Giselle es ahora su homónima Giselle Zavala Rodríguez, que también con Andrés Rodríguez nos deleitó con el nuevo Pas de Deux. La escena de la Willis logra un cuadro delicado y emotivo, la delicada iluminación en azul le imprimió un encanto especial. Luciana Mex, como Mirtha, la reina de las Willis, tuvo un desempeño superior en su parte de solista.

Es muy grato y acertado que el marco de una ceremonia en el que se les confiere a las jóvenes ejecutantes de Danza Clásica el documento oficial que las acredita como tales, sea la puesta de una obra completa de este arte refinado y exquisito que es el Ballet Clásico. Enhorabuena a las graduadas, y aplauso de pie para las maestras de la academia y su directora, Mtra. Miriam Cazola Peraza.