Yucatán

Laura Elena Rosado Rosado

Que si México es tercermundista, que si los vecinos de USA y muchos países europeos y nórdicos son primeros, (siempre me he preguntado quiénes son segundos). Estas clasificaciones las hemos escuchado hasta el cansancio.

Sin embargo, lo que sí me queda claro después de visitar unos días Japón y Corea es que los tradicionales y admirados primermundistas ya no lo son o lo dejarán de ser pronto.

Estos pensamientos no se sustentan en su innegable avance en la tecnología, visible en estos dos países asiáticos, con ligera prominencia del país del Sol naciente, ni en sus magníficas ciudades capitales con edificios que rivalizan y ganan en muchos aspectos a grandes urbes como Nueva York, por citar un ejemplo. Tampoco me refiero a sus grandes compañías de automóviles, aparatos domésticos, o de telefonía celular, ni a sus enormes almacenes con las mejores tiendas y cadenas de prestigio mundial.

Son primeros y lo serán por mucho tiempo, si su juventud atiende a consejos y se aleja un poco del disfraz y la comedia, simplemente por su orden, limpieza y respeto.

Conocer Seúl, Tokio, así como otras “pequeñas” ciudades del interior de Japón, dejan perplejo al visitante por la limpieza de sus calles, por el carril especial para invidentes aun en el más pequeño poblado, por la reverencia y saludo constante a todos los seres humanos, por la excelente atención al cliente ya sea en la mayor o en la menor tienda de conveniencia, envolviendo y arreglando toda la mercancía constantemente y con una sonrisa, por el orden de los jóvenes y niños al caminar en las calles, sin empujones, sin groserías, sin gritos.

Uno observa y compara con la bella Francia con sus habitantes jóvenes manifestándose y quemando automóviles en cada poblado por cualquier motivo, como si no pudieran olvidar su revolución y las maneras groseras de los parisinos hartos del turismo.

Uno recuerda a la alegre “madre patria”, donde de repente y sin esperarlo un taxista lanza sin un dejo de vergüenza un sonoro insulto.

Uno rememora a los países del báltico, Polonia, Estonia, Lituania etc. quienes no superan la tristeza y deambulan como muertos vivientes en sus bellas ciudades, sin mirar a los ojos a nadie.

Uno confronta a la Rusia sin zares ni crueles dictadores comunistas, pero que no entienden aún cómo vivir sin ellos y lucen desorientados.

Uno se fija en la bella Inglaterra que no oculta que “sufre” a sus inmigrantes africanos, indios, árabes, europeos, latinos, etc. sin lograr aceptar que ya son ingleses con todo y pasaporte, simplemente porque la mayoría proviene de sus colonias por ella dominadas y explotadas.

Uno admira Italia, tierra museo y lamenta la basura en las puertas del Vaticano o en los restos del foro romano, olvidando que fueron un gran imperio.

Uno observa un muro y cómo se lanzan piedras y balas los vecinos judíos y palestinos y siente temor al visitar la tierra prometida.

Y tanto que decir de los países árabes. Uno encuentra bellezas pero se distrae y no puede disfrutarlas plenamente ya que las miradas profundas de sus habitantes reflejan miedo y desconfianza hacia el visitante.

Estados Unidos de Norteamérica ya no asombra como antes, por más que patalee su innombrable presidente y primero que causa “pena ajena” ante el mundo y no es el nuestro.

¿Primer mundo?

Definitivamente Japón.

Sólo le recomendaría, si es que puedo aconsejar a alguien, que adoptara un poco de la alegría de los latinos. En el felizometro mundial seguimos ganando aunque nuestras necesidades y carencias son muchas. Nosotros, asimismo, debemos adoptar muchas de las costumbres de los japoneses, principalmente su orden, limpieza y respeto.

Un placer conocerlos y tratarlos.