Yucatán

¡Querido Tito, hasta la victoria siempre!

Ariel Avilés Marín

Hay hombres cuya sencillez es el faro que alumbra sus vidas. Si a la acrisolada virtud de la sencillez agregamos congruencia, verticalidad, honestidad a toda prueba y amor sin límites a la niñez, entonces estamos ante un personaje que brilla con luz propia y que va iluminando el camino de quienes entran en contacto con él.

Gilberto Acevedo Azarcoya fue economista de profesión, sindicalista incorruptible por conciencia propia y, en tiempos más o menos cercanos, un amoroso entrenador de fútbol de equipos infantiles. Tito Acevedo, que así le conocimos popularmente y le llamábamos con cariño, fue un padre ejemplar, de sus hijos propios y también los ajenos, pues su amor por la niñez lo prodigaba a diestra y siniestra.

Tito cursó sus estudios profesionales en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Yucatán, en los tiempos en el que el estudio del marxismo era materia integrante del programa de estudios, así que tuvo una formación progresista y avanzada de izquierda, la cual dejó en su actitud en la vida esa conciencia social que lo llevó a convertirse en un verdadero luchador social. Ya en el ejercicio de su profesión, Tito se incorporó a Banrural, formando parte del equipo del inolvidable Juan Duch Gary y, desde luego, se integró al sindicato independiente de la institución; sindicato que fue ferozmente combatido por las fuerzas charras que llevaron a la desaparición de esta institución bancaria con objetivo social. La corrupción por medio del dinero quebró a varios de los líderes de este digno sindicato; Tito estuvo siempre entre los verticales, entre los que no se vendieron, aún a costa de ser perseguido y, finalmente, quedar desempleado.

Tito, por su formación académica, era un hombre de izquierda, y su personaje admirado, por sobre todas las cosas, fue el Che Guevara; tanta era la admiración de Tito por Ernesto Guevara de la Serna que, sus escritos los terminaba siempre con la frase: ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE! Tito tenía una pluma ágil y amena, y solía escribir ensayos y artículos de opinión; algunos de ellos fueron publicados en las columnas de este periódico de la Dignidad, Identidad y Soberanía, y muchos más los incorporaba a las redes sociales, en su muro de Facebook. Su visión de la vida y la sociedad fue siempre progresista, incluyente y de tolerancia, y esto se reflejó siempre en sus escritos.

Su relación con la Escuela Modelo se inicia al ingresar sus hijos Paulo y Cristóbal al Jardín de Niños “Lucrecia Vadillo Rivas” de la institución, hace más de treinta años. Desde ese momento, Tito se incorpora activamente a la vida del modelismo, participando en todas las actividades a su alcance con su familia. Ya en la década de los 90, se incorpora activamente a la Asociación de Padres de Familia en donde se desempeña, primero como tesorero y posteriormente como presidente. Más adelante, participa también en las directivas del Club Escuela Modelo, donde también se desempeña como tesorero de la institución. Como presidente de la Asociación de Padres de Familia marcó primicias de avanzada; fue durante su directiva que se empieza a organizar fiestas de luz y sonido para los jóvenes de la secundaria, dándoles la confianza y la libertad a los estudiantes de disfrutar actividades propias de su edad y condición. Algunos espíritus conservadores criticaron estas actividades impulsadas por Tito, pero el Profr. Luis F. Brito le dio siempre su apoyo y éstas tuvieron siempre un feliz desarrollo y tranquila conclusión.

Desde muy niño su hijo Paulo empezó a destacar como futbolista, lo que lleva a Tito a acercarse a este deporte e ir conociéndolo a fondo; al paso del tiempo, Tito se va adentrando más en este deporte, su técnica, su desarrollo en la cancha, sus sistemas de juego y se interesa en incursionar en el mundo de los entrenamientos; con el apoyo de Don Héctor Casellas y Mario Sosa Rincón, Tito se hace cargo de algunos equipos de niños de la Escuela Modelo y, poco a poco, va destacando en esta actividad donde se distingue por su paciencia, su buen trato y su amor a los pequeños futbolistas, a los que va guiando por el camino de la competencia limpia, del juego caballeroso, y de ver el fútbol como una competencia en la que la participación y no el triunfo a toda costa es el objetivo. Muchos años, los últimos de su fértil vida, fue llevando a sus equipos a destacar, tanto en la Escuela Modelo, en la Liga Juan N. Cuevas y en escenarios más amplios, como la Copa Champions, los torneos interligas y aún en competencias más allá del ámbito estatal.

Este amor profundo por el deporte limpio y la niñez sana nos dejó una imagen de Tito que será imborrable en las tardes modelistas. Era un hecho cotidiano ver llegar a Tito, inflar sus balones, tomar su gran costal y entrar al campo dónde lo esperaban sus niños con el entusiasmo desbordando por el césped. Con toda paciencia, colocar por la grama sus conos anaranjados, hacer circuitos, planear ejercicios de conducción y dominio del balón, planear prácticas estratégicas para crear entre ellos el juego de conjunto; todo un despliegue de cariño volcado en el deporte de las patadas. En un principio, Paulo fungía como su joven asistente; Tito sembró en él también el gusanillo del entrenamiento, y hoy Paulo tiene ya sus propios equipos a los que dirige asimismo acertadamente. Supo crear el relevo capaz de recoger el guante que deja tras de sí.

Los seres de luz suelen ser efímeros, Tito no fue la excepción. Tal parece que la vida decide llevarse muy pronto a los más buenos. La sombra de un mal sin rostro cubrió a Tito y reclamó para sí su fértil vida. Tito se ha ido ahora, cuando aún tenía tanto amor para dar. Hoy un grupo de pequeños y activos futbolistas ha quedado en una dolorosa orfandad. El tiempo es la única medicina para esto. Seguramente, en las tardes luminosas en el campo de la Modelo, se verá la figura pequeña y amorosa de Tito recogiendo balones, colocando conos anaranjados, desparramando amor por el deporte y la niñez. Tito, ya debe estar platicando con su ídolo, con el guerrillero heroico, con el inmortal Che Guevara, y ahora, su diálogo no tendrá fin.

Querido Tito: ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!