Su vida terminó en el 2014, a los 30 años de ser plantado.
Fuiste privilegiado al ser plantado en la parte norte dentro del parque infantil construido en 1984, precisamente frente al ex convento Franciscano edificado en 1576 por Francisco de Gadea.
Muchos niños se acercaban y por maldad, te arrancaban unas hojas o te quebraban una ramita. Eras un débil arbolito pero al paso del tiempo te convertiste en grande, fuerte y frondoso. Comenzaste a dar cobijo con tu sombra a parte de dicho parque infantil.
Resististe los embates de los principales huracanes que te azotaron sin clemencia: Gilberto, cuando tenías apenas cuatro años (1988) e Isidoro, cuando ya tenías 18 de plantado (2002), éste último te quebró varias ramas, pero luego te repusiste hasta volver a lucir imponente de nuevo.
Fuiste testigo del paso de varias generaciones que disfrutaban del espacio que cobijabas. Si tuvieras memoria y pudieras platicar, quizás nos recordarías con cariño y nos describirías como fuimos cambiando físicamente con el paso de los años. En cambio nosotros no podemos descifrar a primera instancia como de arbolito débil pasaste a un fuerte y robusto árbol clasificado entre los perennes que llegan a vivir más de 100 años.
Al crecer abriste tus ramas, simulando sendos brazos en todas direcciones para recibir sin distinción alguna a la gente que buscaba tu sombra. Fuiste testigo de amoríos de los pájaros que encontraron en tus ramas el idilio, elaborar nidos, empollar sus crías, verlas crecer y partir del nido como marca la ley de la naturaleza. Y no se diga de amoríos de jóvenes estudiantes que bajo tu sombra se daban sus primeras caricias y se hacían futuras ilusiones.
En el año 2103 se comenzó a notar que algo te sucedía, ya no lucías como los demás árboles que dan sombra a este bello y grandísimo parque. Se comentó que fuiste víctima de un virus, porque se te comenzaron a secar varias ramas, tus hojas caían más de lo normal, dabas indicios de debilidad, olor a muerte. Aquel árbol con mucha historia, ahora representaba un peligro, pues tus ramas secas caían quebradas a pedazos. Semejabas ser presa de la nostalgia, se notaba que cada día te debilitabas más.
Los amigos de Protección Civil hicieron su trabajo; te cortaron las ramas secas que amenazaban con caerse. Las hojas que dejaste caer en el otoño pasado, no las recuperaste de nuevo. Se comentó que pudo ser un virus que te había afectado, pero no se comprobó nada de eso. Ya no soportaste las inclemencias del medio ambiente por cierto muy alterado por la falta de conciencia de los hombres. Un día procedieron a cortarte hasta destruirte totalmente: primero tus ramas más altas y luego tu tronco, a la altura de un metro del suelo, ahí se pudo observar que no tenías señales de vida señales de vida, estabas completamente seco. Hubo comentarios positivos y negativos, pero con toda sinceridad, ya representabas un peligro para el parque infantil.
No se pudo calcular tu peso total, solo se consideró que eran toneladas. La mano del hombre no pudo retirarte del todo, varios meses quedaron pedazos de ti, estimados más de 100 kilos de peso. Fue con maquinaria pesada cuando se reconstruyó parque infantil, cuando levantaron los últimos pedazos de tu tronco y raíces.
Querido algarrobo, quizás a unos causaste tristeza cuando observaron que eras trozado por la motosierra. Había llegado el final de tu existencia incongruentemente de apenas solo 30 años, porque los primeros plantados en 1938 este año cumplen 81 de vida. No quedó rastro alguno de aquel majestuoso árbol que fuiste. Tus despojos fueron llevados a distintos lugares, fuiste retirado del parque por pedazos en varias etapas.
Habrá parejas de enamorados que recordarán su idilio bajo tu sombra, fuiste testigo de muchas cosas que la madre naturaleza borra con el paso del tiempo. Si el Todopoderoso te hubiera conferido el don del habla, cuantas cosas hubieras compartido, sin embargo lo llevaste para la eternidad. No fuiste como el árbol de la noche triste, sino el triste árbol que murió a la luz del día, de pie, como mueren los valientes, los verdaderos guerreros.
Adiós amigo algarrobo, démosle gracias al todopoderoso por concedernos la vida: a ti por tus 30 de existencia y a mí por mis 61 cumplidos el mes de Abril pasado.
* Escritor comunitario y Cronista de Dzidzantún