Yucatán

Pilar Faller Menéndez

Esta heroína y santa francesa nació el 6 de enero de 1412 en Domrémy, hija de un campesino acomodado, Jacques d’Arc e Isabelle Romée. Durante su infancia vivió el sangriento conflicto de la guerra de Cien Años que en ese entonces enfrentaban al primogénito de Carlos VI de Francia, el delfín Carlos, con Enrique VI de Inglaterra por la lucha del trono francés, guerra durante la cual las tropas inglesas y borgoñesas, ocuparon gran parte del Norte de Francia.

Juana de Arco confesó a los trece años haber visto a varios santos como San Miguel, Santa Catalina y a Santa Margarita, así como escuchar sus voces que la alentaban a llevar una vida piadosa y devota. Algunos años más tarde sintió que Dios la llamaba para dirigir el ejército francés, así como para coronar como rey al delfín de Reims y expulsar a los ingleses de Francia, una misión que parecía fuera del alcance de una campesina analfabeta como ella.

Fue en 1428 cuando viaja a Vaucouleurs, en la región de Lorena, para unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada. No obstante, debido al asedio de Orleáns por los ingleses, lo cual agravó la situación francesa, obligando al delfín a refugiarse en Chinon, Juana se presenta con una escolta a fin de informarle a Carlos acerca de la misión encomendada por Dios.

Antes de confiarle el mando de un ejército de cinco mil hombres, el príncipe hace que varios teólogos examinen a Juana. Con el ejército confiado, Juana de Arco consigue mediante la derrota a los ingleses, levantar el cerco de Orleáns el 8 de mayo de 1429 por lo que adquirió el sobrenombre de “Doncella de Orleáns”, después de lo cual continuó su lucha en campañas victoriosas que permitieron que el delfín regresara a Reims para ser coronado el 17 de julio de 1429 como Carlos VII de Francia con Juana arrodillada a sus pies.

Una vez cumplida la misión que Dios le encomendó, Juana de Arco dejó de oír aquellas voces interiores de los santos que le hablaban, por lo cual pidió permiso para regresar a su casa en Domrémy, pero ante la insistencia de que se quedara, continuó en el ejército, en donde estuvo en el frente cuando atacaron París en septiembre de 1429, y posteriormente en el asedio de Compiègne en el cual cayó prisionera de los borgoñones el 24 de mayo de 1430.

Fue entregada a los ingleses y llevada a Rouen, capital de Normandía para ser juzgada por el tribunal eclesiástico que la acusaba de brujería, argumentando que las voces que le hablaban procedían del diablo, lo cual pretendía desprestigiar a Carlos VII presentándolo como el seguidor de una bruja. El juicio inquisitorio duró tres meses, y Juana de Arco fue declarada culpable de hechicería y herejía, y a pesar de haber defendido fervientemente su inocencia, y nunca se retractó de sus revelaciones por lo cual fue condenada a morir en la hoguera el 30 de mayo de 1431 en la plaza del Mercado Viejo de Rouen en donde fue quemada viva. En 1920, cuatrocientos ochenta y nueve años después de su muerte, Juana de Arco es declarada santa por el Papa Benedicto XV.

La leyenda asegura que después de su muerte, los restos de la santa fueron arrojados al río Sena. Otro cuento popular relata que fueron recuperados entre los leños quemados. Estas reliquias han sido conservadas en el arzobispado de Tours. Se encontraron en 1867 dentro de una jarra que se guardaba en una farmacia de París, cuya inscripción decía: “Reliquias encontradas en la hoguera de Juana de Arco, doncella de Orleáns”.

Sin embargo los análisis biológicos, radiológicos y toxicológicos, así como las pruebas con carbono 14 a las cuales fueron sometidas durante seis meses las reliquias sagradas, permitieron concluir a los científicos franceses que las reliquias no son auténticas, sino que en realidad se trata de los despojos de una momia egipcia de entre los siglos III y VI antes de Cristo.