“Tú decides quién eres,no la sociedad”.Anónimo ¿Cuántas veces no nos hemos sentido presionados por la sociedad en que vivimos?
Yo creo que la mayoría contestaríamos esta pregunta con un “muchas veces”, “algunas veces” y unos pocos “¡nunca!”.
La presión social se define como aquella influencia que ejercen las demás personas sobre nuestras actitudes, valores, comportamientos, pensamientos, etc.
Las personas auténticas, congruentes con lo que piensan, dicen y actúan, nunca le tendrán miedo al qué dirán, ya que piensan que la sociedad en la que viven no les da de comer ni las mantiene. Por lo tanto están dispuestas a correr todos los riegos necesarios para vivir su vida y ser libres. Para otras es primordial lo que los demás piensen de ellas y mantendrán una imagen ficticia para no ser rechazadas por la sociedad en la que viven, así tengan que ir en contra de sus principios y forma de pensar, ya que le dan tanta importancia a la opinión y los criterios de las personas que se dejan influenciar fácilmente.
Tener una autoestima baja nos hace más vulnerables a la opinión de los demás, porque no le damos el valor que se merecen a nuestras opiniones. El miedo al qué dirán, a lo que piensan y dicen los demás de nosotros nos convierte en títeres de una sociedad. Sin darnos cuenta que la presión social que ejercen en nosotros es porque lo permitimos, esto nos hace cambiar o modificar nuestro comportamiento o valores en función de los demás.
Muchos hemos cedido a cosas o situaciones en las que no estamos de acuerdo o van en contra de nuestros principios, con tal de ser aceptados y darnos una identidad equivocada de lo que somos, sólo por darle gusto al grupo de amigos o personas que forman parte de nuestra sociedad.
Como por ejemplo: No me gusta tomar, pero tomo porque así lo hacen todos; no me gusta criticar y juzgar la forma de vida de una persona, pero participo en el chisme aunque no la conozca, porque hay que ser cínicos e hipócritas a veces para ser admitidos en un grupo; mi hija está embarazada del novio, pero antes de que se enteren los demás, la caso, aunque ella no quiera y su pareja sea un desastre; excluyen de un grupo social a las viudas y divorciadas porque dicen que son un peligro, ya que pueden quitar maridos; no me llevo con las solteras maduras que se visten escandalosamente como si tuvieran veinte años porque se ven ridículas y van a creer que yo soy así”.
Bien dice el dicho popular “Pueblo chico, infierno grande”. Y hagas lo que hagas, bueno o malo, siempre vas a ser criticada si no sigues las reglas y costumbres de una sociedad a veces arcaica que no comulga con la modernidad.
Y la presión social alcanza su mayor esplendor en la época adolescente. Es un tipo de presión social que condiciona la formación de la personalidad de los jóvenes, dando lugar a ciertas prácticas negativas, a veces fuera de la propia voluntad, solamente para ser aceptados. Como por ejemplo tomar en exceso, drogarse, fumar, exigir a los padres que les compren ropa, zapatos, bolsas de marca, coches del año, para pertenecer al grupo de los “cool” (como se llaman ahora), tengan o no el dinero para darles ese nivel de vida, etc.
Cuando se vive en una sociedad hay que respetarla, pero eso no quiere decir que tengamos que hacer y ser como los demás quieren. Tenemos que reforzar nuestra seguridad e independencia individual, así como nuestras creencias. Esto quiere decir “no olvidarnos de nosotros mismos, de nuestro ser y esencia”.
Hay que recordar siempre que el miedo no nos conduce más que a la esclavitud que una sociedad ejerce sobre nosotros; que no tenemos que hacer nada que no queramos hacer; está bien decir ¡no!, ya que no le debemos ninguna explicación a nadie; hay que buscar personas que nos valoren por lo que somos; nosotros somos nuestro peor crítico y eso baja nuestra autoestima; nunca hay que dudar de nosotros mismos.
Cuando somos auténticos y libres, respetamos, pero marcamos nuestro propio ritmo y creamos nuestra realidad, lo que digan y piensen los demás no tiene ninguna influencia, ni ejerce ninguna presión social sobre nosotros.