Andrés Manuel López Obrador se atusó el cabello, luego tomó el atril con ambas manos y soltó a bocajarro: “No me gusta hacerle la barba a nadie, no soy lambiscón, yo fui hecho para ser opositor, cuánto tiempo estuve en la lucha, pero aquí hay que reconocer que tienen ustedes un buen Gobernador”.
En medio del presídium, el aludido, Mauricio Vila Dosal, se acomodó en su asiento y paró la oreja. “No le estoy haciendo la barba, esto de la atención médica es bueno, la beca les ayuda, pero es importante la atención médica”.
Al escuchar los elogios del Presidente de México al Gobernador de Yucatán, hasta los sujetos de Antorcha Campesina que protestaban con las cartulinas que introdujeron furtivamente, aplaudieron. Los estudiantes del Colegio de Bachilleres, en las escalinatas superiores, gritaron y aplaudieron.
El calor, aquel bochorno capaz de inflamar las lajas del Mayab, parecía haberse relajado, hacía horas que la gente estaba en aquel recinto donde ni el aire soplaba y los ventiladores eran insuficientes.
“No voy a tardar mucho porque hay calor, estamos acostumbrados al calor, pero ya ustedes llevan tiempo aquí, hay muchos jóvenes y por lo general a los jóvenes no les gusta mucho, como se dice coloquialmente, el rollo, les gusta más al grano porque lo demás es pacha, vámonos directo”, disparó el Presidente y más de uno resopló aliviado.
López Obrador arribó pasadas las dos de la tarde, luego de que el vuelo aterrizó a las 13:57 horas en el aeropuerto. “Señoras y señores, se encuentra con nosotros el ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos…”, anunció Fernando Río Rosado y los casi tres mil asistentes aplaudieron.
¡Me canso ganso!
Y el tabasqueño caminaba como si sus pies no tocaran el suelo. Sonriente. El cabello ligeramente caído sobre la frente y la guayabera blanca con un par de rayas azules. Saludaba y sonreía. Las selfies no paraban. Por aquí y por allá.
–Así como me ven todavía estoy bateando arriba de 300 –decía. Y la gente le festejaba.
–Estamos llevando a cabo una transformación que consiste en no permitir la corrupción ni la impunidad. Y estoy más que convencido, seguro de que si acabamos con eso vamos a lograr el renacimiento de México. Y estoy decidido a acabar con la corrupción y la impunidad. Se va a acabar, ¡me canso ganso!
Y en un momento de su discurso, el Presidente se detuvo porque los estudiantes del Colegio de Bachilleres rieron a pierna suelta.
–De qué se están riendo, ¿la pantalla? ¿Que hay en ella? ¿Que aparecen ustedes? ¡Que paneen! ¡Que paneen! ¡Este es el gobierno del pueblo y para el pueblo y con el pueblo!
Más de una señora que había ido por la pensión se emocionaba. Un señor agitaba su sombrero y otros desplegaban pancartas en las que se leía “Presidente, Tren Maya, ya”. Y es que antes del arribo del mandatario personal del Fonatur fue a darles instrucciones de cómo alzar los cartones y hasta una foto les tomaron para dejar constancia.
Para colmo el calor, el bochorno, y la gente hasta el agua se acabó. Los granizaderos a las afueras hicieron su agosto en junio debido a la enorme fila de personas que aguardaba tener acceso, porque, por si no lo sabían, López Obrador es como un rockstar, pues nada más se aparece y hasta las chicas enloquecen cuales groupies de esos guitarristas greñudos.
Todavía tiene arrastre
–Maare, el Presi todavía tiene arrastre –dijo una señora que, parapetada detrás del cronista, sostenía su teléfono celular como si fuera su más preciado tesoro porque en él guardaba su foto con el preciso. Bueno, hasta las señoras de la ayudantía del gobierno, como no traían teléfono, pidieron unos prestados, total, para eso existe el WhatsApp, para pasarnos las fotos.
Así las cosas, el Presidente también hizo referencia al béisbol. “No se me va a olvidar cuánto le gusta el béisbol a la gente de Yucatán, cómo se me va a olvidar William Berzunza, yucateco, uno de los mejores beisbolistas de México, bateaba jit al por mayor, creo que todavía vive porque hace como ocho o seis años fue a jugar con los veteranos de México y ahí lo saludé, si está vivo lo mando a saludar, pero si ya se nos adelantó, que nos espere, ahí nos vamos a echar un partidito”.
–Voy estar visitando Yucatán, nos vamos a estar encontrando. ¡Que viva el pueblo de Yucatán y que viva México! –expresó y salió tan campante como llegó, con Mauricio Vila en las nubes.
Por cierto, Andrés Manuel, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller y su hijo Jesús almorzaron con Vila Dosal.
(Rafael Gómez Chi)