Yucatán

Las cosas, su calidad y sus precios

Víctor Salas

Los dueños de los lugares donde se venden productos domésticos y alimentos, han quedado tan distantes de sus negocios, al haberlos puesto en manos de gerentes, encargados, o ejecutivos de ventas, que han perdido contacto con la calidad de lo que se vende en sus empresas.

Yo hago compras de productos comestibles en la vida diaria porque cocino cotidianamente, desde hace más cuarenta años. Eso me ha permitido observar la calidad de lo que adquiero para mi dieta. Así, pues, cocinando la carne molida un día me doy cuenta que no queda suelta, sino que se hace unas bolas como albóndigas. ¿Por qué?, me pregunté. Al comprarla otro día, la toco y me encuentro con que tiene una baba, fui a reclamar y expliqué lo que me sucedía al guisarla. “Pues, si quiere llevar otra cosa, con gusto se la despachamos”, fue la respuesta.

Las fibras de las carnes son diferentes. En el pollo, el puerco, la res y el pescado tienen una forma y longitud distinta. En cierta ocasión, al exprimir el atún enlatado, noté que no se formaban las fibras de su carne, sino que quedaban unas cosas como sunchos, al probarlo, lo sentí raro y lo tiré a la basura. Tiempo más adelante supe que le ponían, ahora, soya, al atún enlatado. Lo cual no es malo, por lo positivos beneficios del frijol de soya, lo malo es que no nos informen de eso.

Actualmente en cualquier domicilio o crucero callejero le venden a uno “jugos” de naranja, mandarina o piña. En realidad, en esas bebidas mezclan la fruta con agua, entonces, no es un jugo, sino un refresco. En esa misma vertiente anda el agua de coco que ahora se vende en botellas con su trozo de pulpa adentro.

En un restaurante muy famoso, en un atardecer decembrino, pedí un filete miñón con salsa mulata y champiñones. Al cortar mi carne me encuentro con un bistec normal al que le dieron forma redonda y el grosor de dicho corte. No toleré el engaño. Hablé al gerente y al chef, les expuse que ese no era un miñón que es una carne llamada corazón del filete, redonda y gruesa, con un sabor muy especial. “Si quiere se lo cambiamos por otra cosa”. “¡No, mira, en primer lugar, es un engaño, tratas a tus clientes como tontos que no saben qué es lo que piden y lo peor, siendo el filete más barato, pero mucho más barato, me lo das a precio de miñón. No quiero nada, gracias”.

Las carnes frías, no importa su marca, todas parecen fabricadas con un paté tipo Tulip a las que les dan forma circular o cuadrada. Hasta la salchicha sabe a Tulip.

He tenido la fortuna de vivir en distintos lugares y acudir a sus mercados. En Cancún, Campeche, Xalapa, Veracruz, Ciudad del Carmen, Chetumal o Ciudad de México, venden frutas de calidad y hortalizas frescas. En nuestra ciudad, parece una burla cuando anuncian las mejores hortalizas y se encuentra uno con espinacas secas, acelgas marchitas, cilantro podrido y cosas por el estilo.

El mero es un pescado que ha adquirido un precio asombroso. Rebasa los doscientos pesos el kilo del frito. Cuando se lo ponen en su mesa es un pescado chiquito que lo que menos es, es lo que te anuncian, pero te lo cobran como tal.

Del café en grano molido, uno saca un líquido oscuro y sin sabor. Al parecer a los granos naturales, antes de molerlos los pintan con una química semejante a la empleada en el café soluble. El aroma del café y su opalino color, ya no existe. Viví en Xalapa, consumí en la vida diaria café, cuyos granos iba a comprar a Coatepec, donde me lo tostaban y molían en mi cara.

¿Quién nos protege de tales engaños que de muchos modos atentan contra nuestra salud? En esos sitios, cada empleado protege al otro. Una queja sirve de nada.

Lo peor de todo es que nos venden productos que no son, pero al precio de los originales. O sea, nos engañan, dos veces, con la calidad y el precio.

Pero, si uno cambia de rumbo, la cosa cambia. En lugares como Montes de Amé, Dzodzil, San Ramón Norte, los supermercados se esmeran y me ha tocado que los precios en esos lugares fufurufos, son más bajos. ¿Qué tal? Ahí, uno gana el doble. En la calidad y el precio. A veces voy de mi casa del centro a uno de esos lugares para hacer mis compras.