Yucatán

Pilar Faller Menéndez

A la filosofía humanística de Leopoldo Zea le faltaron palabras

Leopoldo Zea Aguilar, filósofo mexicano considerado como uno de los grandes pensadores latinoamericanos de mayor importancia e integridad, dejó en su legado su pensamiento centrado en Latinoamérica, después de haber estudiado el contexto social mexicano, en el que se basó para aportar propuestas que pudieran servir a la integración latinoamericana como una realidad y no como una utopía.

Su rechazo hacia las conductas imperialistas norteamericanas y al neocolonialismo fue una base que forjó su pensamiento, con la fuerte influencia histórica de quien fuera considerado el libertador de América, Simón Bolívar. En su búsqueda incansable, trató de consolidar la filosofía latinoamericana, la cual sirviera de base para un pensamiento continental, lo cual fue reconocido al otorgársele el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el año de 1980.

Leopoldo Zea Aguilar fue hijo de Leopoldo Zea y Luz Aguilar. Nació en la Ciudad de México en 1912, donde murió en el año de 2004. Durante sus estudios en la UNAM conoció a José Gaos y González-Pola, quien fuera un filósofo español exiliado en México después de la Guerra Civil Española, y que obtuvo la nacionalidad mexicana. Su encuentro con Gaos lo inclinó a los estudios filosóficos y fue gracias a la intervención de Gaos que obtuvo la beca de La Casa de España en México, para poder dedicarse de lleno a los estudios filosóficos, de los cuales obtuvo maestría y doctorado en la Facultad de Filosofías y Letras de la UNAM, con dos tesis para estos títulos: para la maestría presentó la tesis “El positivismo en México”, y para su doctorado la tesis “Apogeo y decadencia del positivismo en México”.

Muchos sostienen que es muy difícil vivir de la filosofía, pero cuando el filósofo no lo busca como fin sino como vocación, llega a trascender como lo hizo Zea, quien se desempeñó como catedrático, investigador, difusor, analista, funcionario e inspirador de muchas empresas culturales, roles sociales que desempeñó sobresalientemente y le valieron múltiples reconocimientos en su vida, entre ellos la Medalla Belisario Domínguez.

Lo que motivó a Zea y lo introdujo en el quehacer filosófico, fue la intensión de comprender al hombre como ser social, tradición de la filosofía mexicana de principios del siglo XX. Sus trabajos se orientaron a poder recuperar la tarea considerada esencial en la filosofía que es la reflexión en torno al hombre: tanto su origen como su fin.

Zea tomó como legado, el programa de humanista del grupo de intelectuales que fueron miembros del Ateneo de la Juventud, como José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, quienes enfrentaron al positivismo, al mismo tiempo que daban paso a un nuevo humanismo.

De estos pensadores pudo focalizarse en dos aspectos medulares sobre el hombre: sus circunstancias históricas que lo individualizaban, así como el reconocimiento de sus bases constitutivas inherentes que le permitieron el sustento de su universalización y recuerda: “La auténtica filosofía ha sido siempre, a lo largo de su historia, filosofía comprometida con los problemas de los hombres en su obligada relación con el mundo y la sociedad de su tiempo”. Todo el quehacer reflexivo tiene un punto de partida en el ser humano, las manifestaciones de la realidad en la que vive, las interpreta de distintas formas para poder comprenderlas.

El quehacer filosófico latinoamericano surge con el mismo rol que nos une, al querer interpretar y discutir la identidad de los aborígenes que se comparte como una filosofía latinoamericana y, ciertamente, una preocupación sobre la condición humana. Al referirse entre el vínculo de la filosofía del hombre cita: “Verbos, Logros, Palabra, diversas expresiones de un mismo y grandioso instrumento mediante el cual no sólo se sitúa en el Mundo y el Universo, sino que hace de ellos su hogar. Mediante el Verbo deja de ser un ente entre los entes, para transformarse en su habitante… humanismo pleno… como un estar por encima de todo o dentro de todo”.

Sería imposible plasmar todo su pensamiento en estas páginas, pero es de reconocerse que la filosofía en México muy pocas veces es reconocida y leída por aquellos que sienten interés sobre las reflexiones que han tenido grandes mentes y que ilustran y nutren nuestro pensamiento, brindándonos la oportunidad de ver la vida desde otra óptica y reconociéndonos como seres pensantes.

Los rasgos del humanismo pleno que pueden enumerarse de Zea, y que son tan sólo una breve parte de sus pensamientos, son los siguientes:

Son de carácter liberador, ya que filosofar a la altura del hombre demuestra un compromiso de quien lo hace tanto con sus circunstancias como con su tiempo. Zea tiene como objetivo lograr que los hombres puedan tener la capacidad de constituirse como tales sin la necesidad del reconocimiento de otros. Otro de los puntos que toca en su teoría del humanismo, es el Reconocimiento a las diferencias a lo que apunta: “Como no aceptamos que existan hombres más hombres que otros. Un hombre es igual a otro, insistimos por su peculiaridad, su individualidad. Pero siempre una peculiaridad y una individualidad abierta a otras peculiaridades e individualidades enriqueciéndose y enriqueciendo. Abierta a otras lenguas, a otras expresiones del hombre; abierta también a otras expresiones de razonar, para así ampliar, enriquecer, el propio ser y razonar sin por eso renunciar a lo que es”.

Su tercer punto es Resemantizar los valores éticos, lo que implica en Zea, sustanciar un nuevo humanismo. “Es menester encontrar nuevos valores que hagan que el hombre recupere el equilibro. Es menester encontrar una nueva justificación valorativa que haga posible la convivencia sin menoscabo a la persona… El hombre de nuestro tiempo necesita una nueva teoría que justifique su vida práctica y le dé sentido”. Zea se da cuenta que para renovar su humanismo, es necesario incluir tópicos de ética, motivo por el cual en su cuarto punto propone: Fomentar la igualdad en las relaciones humanas. “Ser hombre es ser, simplemente, lo que se es, latinoamericano, como el yanqui es yanqui, el francés es francés y el inglés es inglés”. “Igualdad en la ineludible desigualdad de los hombres entre sí como individuos concretos que son. Ineludible diversidad que, al ser comprendida y respetada, puede posibilitar la auténtica paz que ha de prevalecer entre los hombres”.

De profunda actitud solidaria. “Son los hombres los que al reconocerse en otros hombres, como seres iguales, semejantes, los asimilan, los hacen su prolongación y se convierten en prolongación de ellos, en otra relación que no puede seguir siendo la reificación de dependencia, sino una relación de solidaridad”.

De este punto convierte en fundamental la solidaridad y el fin del humanismo para posibilitar relaciones de igualdad entre los seres humanos, al concebirse éstos como semejantes, iguales y pares entre pares, agregando lo que tanto pedimos y buscamos, que se encuentra plasmado en las letras de este gran filósofo: “Ya no relaciones salvacionistas ni redentoristas de unos hombres que deciden la salvación de otros… Menos aún la relación amo-esclavo, señor-siervo, colonizador-colonizado, civilizado-bárbaro, en la que un individuo es el manipulador y el otro el manipulado, en la que un grupo de hombres o pueblos se sirven de otros hombres o pueblos para realizar su propia y exclusiva humanidad. Será relación solidaria que no implique subordinación de ninguna especie, que niegue el que determinados hombres o pueblos decidan sobre la barbarie y la capacidad para la civilización de otros, o bien de la aptitud para la libertad, la democracia y la justicia social de otros hombres o pueblos”.

Y algo que nunca debemos perder de vista, es que los valores son universales, y por tanto el humanismo de Zea, debe serlo. Así lo afirma en su último punto: De carácter universal: “Si resolvemos nuestros problemas con miras a resolver los problemas del hombre y no del americano simplemente, las soluciones de nuestra filosofía serán también soluciones factibles para otros pueblos, en lo humano, en nuestra participación con esa circunstancia más amplia a la que hemos llamado humanidad”