Yucatán

Ana María Ancona Teigell

“Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.

Víctor Hugo

Somos un grupo de ciudadanas que no somos cómplices de los gobiernos, no pertenecemos a ningún partido político y a ninguna asociación. Nos distinguimos por ser bravas. Enfrentamos las adversidades, estamos preparadas para apoyar en todo a las mujeres, niños y adultos mayores, cuando se violan sus derechos humanos y constitucionales. Aborrecemos la impunidad, una de las peores lacras de la justicia, que la sufrimos todos los días. Como bien dijo Eduardo Galeano: “La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda; estimula al delincuente y contagia su ejemplo”.

Estamos hartas, indignadas, cansadas, molestas de contemplar cómo las autoridades de nuestro Estado son sordas, mudas y ciegas ante las órdenes de sus superiores, como Magistrados, Jueces de lo Familiar y Jueces de Control, y no hacen su trabajo con apego a derecho.

Somos testigos de sus mentiras y las argucias que utilizan para que los dejemos en paz. Se molestan y nos reclaman por las marchas, plantones que hacemos delante de sus instituciones porque no nos dejan otro camino, al no resolver casos que deberían ser prioridad para ellos. Y muchas veces amenazan a las familias que están viviendo este calvario de que el caso ya se politizó y que ningún medio va a darles cobertura, ni van a hacer rueda de prensa porque entonces su caso no se resuelve.

Esto no nos lo cuentan, lo estamos viviendo en carne propia, acompañamos a las víctimas en todo su proceso y es deleznable el actuar de nuestras autoridades, a las que, por supuesto, no les interesa resolver ¡Nada!, sólo conservar sus puestos.

Un día lo dije y lo reafirmo: “Hoy por hoy, nuestra fuerza son los medios de comunicación, ellos son las voces de las víctimas y el eco de su dolor y sufrimiento”.

Ellos sonorizan el silencio que guarda la injusticia para que nadie se entere de las atrocidades que se están cometiendo; violaciones a la ley y al estado de derecho que ellos están permitiendo y que nos asiste como ciudadanos. Una vez más nos damos cuenta que al no tener justicia, una justicia que todo ser humano se merece, sólo hay divisiones, víctimas y opresores. Y los opresores son nuestras autoridades que no saben ni dónde están sentadas y para qué les dieron ese puesto. Por eso denigran, humillan y desacreditan a las víctimas, lanzándolas a un abismo infinito de indefensión, soledad, abandono, tristeza e impotencia.

Porque su debilidad necesita humillar a otros para sentirse fuertes. Y lo que más les puede es que las mujeres de Yucatán no estamos llorando, estamos de pie ayudando, haciendo su trabajo, tocando puertas, buscando una luz de esperanza en medio de tanta oscuridad, porque meterse en el mundo de nuestras autoridades es entrar a la boca del lobo, a un camino cubierto de sombras, a ciegas, sin poder ver nada y guiadas sólo por la razón, intuición, justicia y lógica, para que no caigamos en sus pantanos que se tragan a los humanos sin dejar rastro ni huella.

Porque la impunidad permite que un acto típicamente antijurídico imputable a un autor culpable no se le considere delincuente. Se ha comprobado que la impunidad deja en las personas y en la sociedad efectos psicológicos que pueden ser más traumatizantes que los mismos hechos violentos que han sufrido las víctimas. Cuando se reviven las injusticias, cuando se recuerda que los victimarios andan sueltos en las calles, cuando rozamos nuestras heridas y sabemos que están vivas, constatamos que la huella del dolor está todavía en nuestra memoria, una memoria política, afectiva, ética y también corporal.

Somos periodistas callejeras, luchadoras sociales que convivimos todos los días con el dolor, el hambre, la pobreza, la pérdida de seres amados, asesinatos, feminicidios, niños secuestrados. Somos los cirineos que ayudamos a cargar sus cruces, los peregrinos que las seguimos por un arduo camino que no las lleva a ninguna parte y donde no les dan soluciones.

Y ninguna autoridad nos puede decir que estamos mintiendo porque somos testigos vivientes de la impunidad que miles de mujeres, hombres y niños están viviendo. Un verdadero infierno.