Yucatán

Ariel Avilés Marín

Hay proyectos cuya realización puede contarse entre las cosas que devuelven la confianza en la humanidad; sin duda alguna, la Orquesta Sinfónica Infantil de México es uno de ellos. El escenario del Teatro Peón Contreras es amplio y profundo, y la noche del martes 30 fue ocupado en toda su extensión, pues una aguerrida pléyade de jóvenes se asentó hasta el último rincón del mismo, cosa lógica, pues la orquesta está integrada por más de ciento sesenta músicos. Es una emoción incomparable, ver a esta multitud de adolescentes interpretar con gran calidad un buen reportorio de lo más granado del mundo de la música de concierto.

La Orquesta Sinfónica Infantil de México es un proyecto ambicioso que nació en el año 2001, su creador e impulsor fue el músico y pedagogo Sergio Ramírez Cárdenas, y fue concebida para aglutinar a más de un centenar de niños ejecutantes de los más diversos instrumentos musicales, y que éstos provinieran de todos los rincones del país. Además, este proyecto es paralelo al maravilloso plan de educación de José Antonio Abreu, en Venezuela, y que revolucionó la educación en este país bolivariano, e integró orquestas en todas las escuelas del país. A dieciocho años, el proyecto no sólo se ha logrado, sino que ha sido rebasado por una maravillosa realidad y hoy en día aglutina a casi doscientos ejecutantes que hacen de la orquesta, algo único en su género.

El proyecto y su desarrollo han contado con una magnífica difusión por el canal de televisión del Instituto Politécnico Nacional, y ha sido posible dar seguimiento a sus actividades, jornadas de integración, campamentos, y uno puede considerar que conoce bien el proyecto y su desarrollo. Nada de lo visto en televisión es comparable en lo más mínimo, como la emoción inenarrable de verla y oírla en vivo y a todo color. Presenciar el concierto de este grupo, ha resultado una muy grata experiencia y una emoción profunda.

La dirección del concierto fue compartida por los maestros Eduardo García Barrio, director titular; y Roberto Rentería Yrene, director adjunto. El programa del concierto se situó básicamente en las obras de compositores del siglo XX; así tuvimos obras del inglés Gustav Holst, el ruso Serguéi Prokofiev, el armenio Aram Jachaturian, el mexicano Arturo Márquez, y el italiano Ottorino Respighi. La variedad armónica y temática de las obras fue de lo más variado, pues las hubo alegres, emotivas, sentimentales, de una rabia feroz, todas con el factor común de una grandilocuencia monumental que puso de relieve el sensible temperamento de los jóvenes intérpretes, que supieron navegar acertadamente por las difíciles partituras y transmitir al respetable los sentimientos contenidos en ellas.

Cabe destacar que, el compositor Arturo Márquez ha guardado una relación profunda con el grupo, pues desde sus primeros tiempos de existencia compuso para ellos, más bien arregló, una serie de canciones populares mexicanas que el grupo interpretó con gran éxito, así que, encontrar a Márquez en el programa era algo natural y lógico.

Abre programa, la parte número cuatro de la Suite Los Planetas, del inglés Gustav Holst, titulada “Júpiter, el portador de la alegría”; inician las cuerdas y el redoble de los timbales marcan una verdadera explosión sonora que los cornos responden, las cuerdas retoman el tema que sube con fuerza y los platillos marcan, las cuerdas siguen cantando y se une la flauta y acentúa el triángulo; los chelos hacen un rico pizzicato y las maderas dialogan entre sí, el corno canta con fuerza y las cuerdas responden acompañadas por la pandereta, timbales y platillos suenan con el bombo y violas y chelos abordan un nuevo pizzicato; flautas y cuerdas toman un pasaje dulce y melódico, el timbal marca y luego redobla y sube la emoción, oboe y pícolo dialogan con acentos del triángulo y las cuerdas sisean; entra el tutti con fuerza para desarrollar el tema y nos lleva al brillante final de la obra. Fuerte ovación cerrada premia a la orquesta.

Toma la batuta Roberto Rentería. En seguida viene un par de pasajes de la suite Romeo y Julieta de Serguéi Prokofiev; primero, un pasaje de la suite No. 2, Los Montesco y los Capuleto, que inicia explosivo el bombo redoblando con fuerza, los chelos entran con gravedad y en seguida también los cornos y la tarola marca el compás, el bombo explota de nuevo y los chelos responden con dulzura y luego con fuerza y entran las cuerdas con pasión, la tarola marca y la pasión se desata, suenan las trompetas y las acompañan los trombones y la tuba siempre con la tarola marcando el compás, canta la flauta con la pandereta y entra el clarinete, la flauta canta de nuevo y suena la celesta suavemente, canta el clarinete y entran las cuerdas que nos llevan al final. Entonces, arranca el pasaje de la suite No. 1, La Muerte de Teobaldo, de gran fuerza dramática. Inician los chelos gravemente y luego golpean el arco sobre el puente, suena el xilófono y las cuerdas responden golpeando los arcos en los puentes, los contrabajos marcan con profundidad y las cuerdas golpean de nuevo; suena el xilófono y responden gravemente chelos y bajos y entra el tutti con fuerza dramática y arranca en galopa, la tarola marca un cambio y las cuerdas entran con gran velocidad con el fuerte redoble de la tarola y los chelos y bajos remarcan, suenan los platillos y hay un fuerte golpe de percusiones y entra las cuerdas en un stacatto muy marcado, entran los chelos con pasión y responden los violines y suenan fuertes los cornos, entran trompetas y trombones y se une el tutti con mucha fuerza tremendamente dramática que nos lleva al arrollador final. Segunda gran ovación sonora.

El delicioso vals de la Suite Mascarada, de Aram Jachaturian, es el número siguiente; arrancan las cuerdas valseando con ritmo, dialogan violines y violas y los chelos entran también con armonía y cantan las cuerdas todas, redobla la tarola y marca el compás y entra el tutti con alegría, se aborda alegre y melódico pasaje con la tarola redoblando, se retoma el tema y el tutti entra desbordando la alegría para llevarnos al alegre final. Tremenda ovación premia al grupo.

Reasume la dirección Eduardo García. Nos explica que Arturo Márquez, después de ocho danzones, ha decidido no componer ninguno más, pero a solicitud de Gustavo Dudamel, el genial director venezolano decide hacer el Danzón No. 9, pero éste es muy especial; pues en él describe cosas de actualidad como la migración y la deportación. En él hay furia y sentimientos variados que van del dolor a la lejanía, a la pasión, también es festivo y al final retoma la furia. La obra es un verdadero rondó que gira sobre estos temas. La melodía inicia con un redoble de timbales, la trompeta levanta la voz y entran los cornos y las cuerdas en stacatto con gran fuerza, cantan las trompetas y suena el gong, el clarinete canta con gran dulzura y suavidad, marcan las claves el ritmo y clarinete y oboe abordan un dulce y sentido diálogo, la flauta canta también y entran las cuerdas con sordina, el rascabuche marca el compás, la sordina imprime una delicadeza extraordinaria a la voz de las cuerdas, suena el arpa y un redoble marca un cambio fuerte y violento, suenan los cornos y las trompetas y las cuerdas suenan con fuerza, canta la flauta con el arpa y las claves un pasaje dulce y delicado, los chelos hacen un pizzicato y el corno aborda un pasaje acompasado, los timbales redoblan y arranca fuerte pasaje en el que suenan los metales con brillo y les responden fuerte las cuerdas, el rascabuche marca y las cuerdas cantan sentido y luego alegres, dialogan violines y chelos y entran las trompetas al compás de la recova; entra el tutti con gran fuerza y el ritmo se desborda para llegar a tremendo final sonoro. Estalla tremenda ovación y gritos de bravo.

Cierra el selecto programa, el Poema Sinfónico Los Pinos de Roma, de Ottorino Respíghi; obra profunda, difícil, complicada, técnica y emocionalmente. La obra está compuesta por cuatro partes: Los pinos de la Villa Borguese, los pinos cerca de una catacumba, los pinos de la colonia Janículo y los pinos de la Vía Apia. La orquesta los interpreta enlazados. El triángulo marca el alegre inicio de la obra, entran los chelos en agudo sonido con cejilla y delicados trinos, entra la trompeta con sordina y los chelos hacen un pizzicato y entran las cuerdas rápidas y alegres, canta el clarinete, responden los chelos y en seguida los violines, la trompeta suena con una nota disonante y el xilófono suena agudo, el oboe canta y el pícolo acentúa, la flauta canta y dialoga con el pícolo, el triángulo marca el compás y la música sube con alegría y suena una matraca, los chelos cantan suave y grave, con sordina, y entran los violines muy suave también con sordina y gran dulzura; flauta y trompeta cantan dulcemente; las cuerdas van entrando por instrumento, primero los chelos, entran las violas, los violines segundos y luego los primeros, y juntas las cuerdas suben con fuerza y dan entrada al tutti que aborda fuerte y sentido pasaje, los timbales redoblan y el corno canta suave y el arpa marca grave, el piano corre suave y dulce y el clarinete levanta la voz, y las cuerdas entran suave de nuevo, clarinete y cuerdas dialogan y entran los chelos con sordina y los violines también con sordina, el concertino da unas dulces notas que responde la flauta, entra el oboe y canta muy dulce, el chelo principal gime con delicadeza y dulzura y entran las demás cuerdas con gran pasión, vibra el gong suavemente y arpas y celesta acentúan; el clarinete retoma el tema y canta con los primeros violines, suena el silbato de agua imitando a los pájaros, suenan los contrabajos y el clarinete bajo también, los cornos suenan graves y las trompetas levantan la voz, los cornos cantan y los chelos hacen un pizzicato y va entrando el tutti subiendo con fuerza para tremenda explosión sonora que se desborda con fuerza para el apoteósico final. El público se pone de pie y rinde gran ovación y gritos de bravo.

Desde luego, hay ancore, y es nada menos que un sabroso popurrí de mambos de Dámaso Pérez Prado, que los jóvenes tocan y también bailan desde su lugar. ¡Feliz fin de fiesta! Salimos del Peón Contreras y nos topamos de frente con la ruidosa algarabía de los muchachos saliendo de camerinos para ir a su hospedaje. ¡Feliz y ruidoso despliegue de alegría!