Yucatán

Pilar Faller Menéndez

La creciente tasa de embarazos de adolescentes a nivel mundial es propiciada por la falta de educación y comprensión de la sexualidad, los tabúes y frenos sociales, así como el limitado o inexistente acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, volviéndose en un problema que aumenta la inequidad social, la falta de oportunidades de crecimiento y pobreza.

Este problema presenta mayor incidencia en aquellos países donde los ingresos son medianos y bajos, en los segmentos más desfavorecidos en la educación y con bajo nivel económico. La tasa promedio de embarazos precoces considerados en mujeres de 15 a 19 años es de 15 nacimientos por cada 1,000 niñas. En nuestro país, esta tasa es superada ampliamente con 74 nacimientos por cada 1,000 niñas.

Este problema, que se presenta en la adolescencia de muchas mujeres, puede llegar a tener un significativo efecto en su salud durante el curso de su vida, ya que no solamente presenta un obstáculo en su desarrollo psicosocial, sino que conlleva un riesgo mayor de muerte materna y sus hijos, una salud más débil.

El riesgo de muerte materna se duplica en madres con menos de 15 años de edad, pero afortunadamente, muchas pueden prevenirse. La tasa de fallecimientos perinatales (período que va de 28 semanas de gestación a 7 días de vida de los niños) es un 50% mayor en madres menores de 20 años.

Otra situación a tomar en cuenta, es que una gran parte de estos embarazos no son producto de una elección deliberada de las madres adolescentes, sino la causa muchas veces de una relación de abuso, que con frecuencia puede ser producto del incesto.

A pesar de que la tasa de nacimientos ha disminuido considerablemente en los últimos treinta años en América Latina y el Caribe, en lo que respecta a los adolescentes el descenso se ha dado también pero ha sido mínimo, lo que representa una muestra que tanto los esfuerzos como los programas que existen para detenerla no han podido cumplir con sus objetivos, lo que representa un incremento en la desigualdad de género, inequidad social, así como la falta de oportunidades de desarrollo para las jóvenes que viven en la pobreza, donde se dan la mayoría de los embarazos adolescentes.

Es necesario tomar en cuenta que actualmente, los adolescentes inician su vida sexual a una edad más temprana: en el caso de las mujeres, una de cada cinco comienza a tener relaciones sexuales entre los 12 y los 19 años, y uno de cada dos adolescentes, no utiliza ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual.

En los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, 62 embarazos de cada mil son de niñas y adolescentes. De los miembros que conforman esta organización, México es el que tiene la mayor tasa de natalidad. Según los datos proporcionados por esta organización, dos de cada diez nacimientos en México eran de una mujer menor a 20 años.

Esta problemática, que muchas veces se da por la falta de conocimiento para buscar apoyo e iniciar un control prenatal, hace que las tasas de abortos clandestinos sean elevados, con los riesgos que éstos implican, debido a que la mayoría son practicados por personas sin los conocimientos médicos necesarios para controlar cualquier emergencia médica que pudiera surgir durante el procedimiento.

Lo que propicia estos embarazos precoces, muchas veces está relacionado con situaciones individuales, familiares y sociales. Las niñas han comenzado a tener su período a una edad más temprana, a lo que puede sumarse que carezcan de autoestima, que consuman drogas, que tengan una madre adolescente, un padre ausente, no utilizar métodos anticonceptivos o no tener una educación sexual. Por otra parte, entre los factores que protegen se den estos embarazos, es que la adolescente cuente con el apoyo de su familia, que haya una buena comunicación entre ellos, tener un rol laboral y practicar la abstinencia.

Desgraciadamente, este tema va de la mano con la desigualdad que haya en los estratos sociales bajos en comparación a los altos, ya que ha sido documentado que en lo que se refiere a la salud reproductiva, está relacionada principalmente con la inequidad que sufren los estratos vulnerables a los accesos de servicios de salud.

Otra inequidad actual es el acceso a los anticonceptivos que tienen las adolescentes en nuestro país, ya que el porcentaje de su uso es contrastante en estados como Chiapas, donde el uso de éstos es de un 35.5%, cuando en el resto del país el uso es de un 59%.

Los múltiples intentos para disminuir este problema social, a través de programas, acceso a educación y trabajo, han tenido poco éxito. La teoría no ha obtenido resultados, por lo que es necesario desarrollar investigaciones para entender qué es lo que predispone a una adolescente a embarazarse a temprana edad.