Yucatán

Jorge Franco Cáceres

Se ha hablado de la entrega de libros de texto gratuito de enseñanza básica, dejando de lado un asunto que es mucho más relevante en la actualidad para la educación y la cultura nacionales. Este asunto es qué está haciendo la Cuarta Transformación (4T) contra la destrucción editorial de libros y revistas en México.

Como sabemos, sucedió en el lapso intermedio de las dos grandes guerras pretendidas como mundiales, que el jefe nazi, Adolf Hitler, dispuso que los alemanes sólo leyeran su instructivo denominado Mein Kampf. En consecuencia, mandó quemar libros científicos, obras literarias, revistas calificadas, etc.

Décadas más tarde, sucesivas acuerdos del neoliberalismo global significaron tal destrucción editorial de libros y revistas, que esto se convirtió en un terrible genocidio cultural a nivel planetario. Letales resultaron también los casos bajo las dictaduras asiáticas y sudamericanas, siguiendo sus ejemplos la dictadura tecnocrática en nuestro país.

Los motivos políticos y los contextos sociales para la eliminación editorial de libros y revistas han cambiado en México con la 4T, pero no sabemos aún si se han erradicado sus efectos. No sabemos por informes de la Secretaría de Educación o de la Secretaría de Cultura, si continúa la práctica de eliminación editorial debido a que su comercialización ha dejado de ser negocio frente a su divulgación desde los medios electrónicos.

Durante el “salinato”, el “zedillato”, el interregno advenedizo de Fox-Calderón y el “peñato”, se pretendió normalidad ante el hecho de que millones de libros y revistas siguieran el curso mostrado por el dictador alemán. Ajustándose a la tendencia comercial de los países neoliberales, la eliminación sistémica de textos en México respondió durante 36 años a las razones especulativas del mercado global.

Se impuso así en nuestro país la urgencia capitalista de manejar la producción editorial en función de la ganancia privada, imponiendo la destrucción como medida correctiva del cálculo fallido y la negativa subsidiaria, dejando de lado cualquier interés social por archivos de textos o necesidad popular de albergues de libros y revistas.

La destrucción de libros y revistas ha sido una práctica editorial que deberá acabarse en los próximos meses por disposiciones legislativas y acciones judiciales de la 4T. Tiene que ser así para que las empresas editoriales no sigan eliminando textos correspondientes a géneros completos o autores peculiares que consideran poco comercializables, además de estar en impresiones que no les conviene donar porque esta acción benefactora no les resulta rentable.

Aunque muchos empresarios privados siguen convencidos de que, si corresponden a géneros o autores que no se venden y están en libros y revistas que resulta complicado archivar o albergar, es mucho más barato destruirlos, la 4T tiene la última palabra al respecto. Estaremos atentos a su proceder sobre esta cuestión.