Pilar Faller Menéndez
“De acuerdo con la concepción de Freud la ecuación de libertad y felicidad convertida en tabú por el consciente, es sostenida por el inconsciente”.
“Eros y civilización” (1955), Herbert Marcuse
En la mayoría de las sociedades humanas hay ámbitos, formas de comportamiento y aspectos de la vida diversos, que se encuentran sujetos a restricciones o prohibiciones que suelen ser llamados como tabú. Un ejemplo de éste sería aquellas cosas que no pueden tocarse, personas con las que no se debe interactuar, así como gestos y actitudes que no se pueden asumir.
La palabra tabú se tomó del inglés “taboo” aunque proviene del polinesio tabú. Su significado es “prohibido” aunque muchos de sus significados también giran alrededor de una prohibición religiosa. A fines del siglo XVIII el célebre capitán Cook introdujo este término convertido al inglés en el relato de uno de sus viajes.
A pesar de los tiempos de libertad de expresión que estamos viviendo, el tabú afecta a ciertas palabras que no deben nombrarse, creando así un tabú lingüístico en donde algunas palabras no pueden mencionarse por considerarlas una ofensa a alguna divinidad, o que puedan atraer fuerzas negativas, las cuales podríamos considerar como supersticiones, o palabras que ofenden a otras personas por ser consideradas como “sucias” o de mal gusto simplemente.
Al estar vedadas ciertas palabras, no legalmente, sino desde una perspectiva social, moral o religiosa, se emplean otras palabras que funcionan como eufemismos, que son términos inofensivos, pero con el uso y paso del tiempo han ido adquiriendo valores negativos de aquellas palabras que sustituyen y poco a poco se han ido transformando hasta volverse en palabras tabú, lo que genera que sean sustituídas por otras, y así sucesivamente.
El autor de textos importantes sobre semántica de mediados del siglo XX, Stephen Ullmann, ha señalado que existen tres tipos de tabú lingüístico: el relacionado con el miedo, aquel que se asocia con la delicadeza, y el que está relacionado con la decencia y el decoro.
El tabú del miedo se relaciona con aspectos religiosos y supersticiones, por lo que no se pronuncian nombres de ciertos seres sobrenaturales, animales u objetos, los cuales se tiene la creencia que poseen poderes generalmente negativos, y que para no provocarlos, son sustituidos por múltiples eufemismos. Un ejemplo de lo anterior, es que en el idioma inglés resultaba muy fuerte invocar a Dios con la palabra “God”, por lo que en lugar de ésta se decía gosh, gi, o Lord.
En lo que al diablo se refiere, éste también tiene nombres eufemísticos, como ángel malo o el maligno. Las palabras izquierda y gauche en francés que tiene el mismo significado también sustituyen a la palabra latina sinister que adquirió el significado del diablo y del mal, por lo que solamente las expresiones diestra y siniestra (derecha e izquierda) conservan el término de su sentido original.
Algunos pueblos creían que podían ser dañados si sus nombres los usaban magos o enemigos, por lo que tenían dos nombres: uno que era pequeño por el que se les conocía, y uno grande, el cual ocultaban y que estaba prohibido pronunciar. En Australia debían pronunciar el nombre de una persona muerta en voz baja, ya que de no hacerlo, los espíritus les perturbarían el sueño. Los aborígenes de Victoria, se referían a un muerto como “el perdido” o “el que ya no es” para no tener que mencionar su nombre. La tribu de los guajiros de Colombia, eran castigados con la muerte si mencionaban a un difunto.
El tabú del miedo parece ser una cosa del pasado, aunque todavía persista en algunas culturas tribales. En lo que respecta al tabú de la delicadeza, en muchas de las culturas es frecuente evitar hacer referencia a cuestiones desagradables o molestas como la muerte, las enfermedades físicas o mentales, los crímenes y la vejez, entre otros.
En nuestro país nuestro vocabulario es muy amplio y constantemente se está renovando, en los conceptos relacionados con la muerte, morir y matar. Es común escuchar términos como la calaca, la flaca, la huesuda, la tía de las muchachas, o la catrina para referirse a la muerte.
Pero cuando se trata de ponernos serios y solemnes, utilizamos fallecer, expirar, pasar a mejor vida o nacer a la vida eterna como sinónimos de morir. Sin embargo, en un tono festivo, el mismo concepto se convierte en formas como estirar la pata, colgar los tenis, chupar faros o entregar el equipo: “No se murió, se nos adelantó”.
Si nos estamos refiriendo a un hombre que murió, nos referimos a él como el muerto, ya que es lo correcto, o como en algunos pueblos, al cuerpo mortuorio el cual encuentran elegante y respetuoso. En lo referente a los agentes de ventas de seguro, éstos no ofrecen un seguro de muerte, sino que proponen la compra de un seguro de vida, aunque finalmente los asegurados serán los familiares, después de que la persona haya fallecido.
A pesar de que el tabú muchas veces está relacionado con el sexo y las partes genitales, en realidad, hoy día, nos referimos a este término, como a ciertos temas de los que es preferible no hablar en ciertas situaciones, así como expresarnos según la ocasión con las palabras correctas, que no ofendan a otros por cortesía, aunque tengamos la plena libertad de decirlas.