Pilar Faller Menéndez
Hay momentos, o situaciones, en las que utilizamos vocablos que no se encuentran en el diccionario de nuestra lengua, y que si intentáramos traducirlos, sería inútil expresar su verdadero sentido. Un ejemplo de esto, es cuando el sentir hambre nos coloca en un punto de ebullición en el que es preferible, no hablar con nadie, por lo irritables que estamos. En inglés existe una palabra que describe esta situación tan particular y común que se define como “hangry” que se compone de dos términos: angry que significa molesto, y hungry que se traduce como hambriento. ¿Cómo podríamos formar una palabra en español para expresar esto?
La lingüista Anne Curzan dijo: “La lengua es rica, vibrante y llena de la creatividad de sus hablantes, y vaya que somos creativos, y de tanto usar palabras que no contiene el diccionario, éstas adquieren un “derecho de uso” debido a su popularidad, lo cual, quienes sienten curiosidad sobre los cambios que nuestra lengua está sufriendo, utilizan el internet como herramienta, aunque esto puede convertirse en un arma de doble filo, ya que no por mucho utilizar un término, quiere decir que sea correcto.
Los puristas del lenguaje se escandalizan ante cada nueva palabra que surge, porque sienten que se está profanando nuestra lengua, que cada vez se colma de palabras anglosajonas y términos que hacen que mucha gente se sienta inadecuada numerosas veces por no conocer la “nueva” versión del español que está teniendo una acelerada evolución. Ya lo reza el dicho: “Lo normal de hecho, no es lo normal de derecho”.
Algunos historiadores del lenguaje son más laxos al respecto, y opinan que no se debe ser tan drástico como aquellos que a sol y sombra tratan de custodiar nuestra lengua. Por ejemplo, Curzan opina que una palabra es “real” si la gente la utiliza y ésta tiene significado, a pesar de que para algunos suene ilógica o ridícula, o no se encuentre en el diccionario. Será el uso que los hablantes le den, lo que hará que persista o pase al olvido como tantos términos que solamente fueron “moda”.
Hay que tener presente que el diccionario es descriptivo, así como un registro de las palabras que utilizamos, pero no es prescriptivo, ya que no es una autoridad en palabras para indicarnos qué palabras debemos usar. ¿Y entonces? ¿Nos vamos por la libre e inventamos las palabras que nos parezcan más adecuadas que las actuales? La lengua tiene vida, y no permanece estática, hay términos que ya se encuentran fuera de uso y que se desconocen, ¿no sería mejor recordarlos?
Mi abuelo era una persona intolerante en cuanto al uso correcto del idioma español. Constantemente corregía a quienes no se expresaban con propiedad y utilizaban palabras que no se encontraban en el Diccionario Real de la Academia Española. Una anécdota que siempre ha provocado risa en la familia, fue cuando una de sus hermanas utilizó la palabra “tucha”, por lo que los oídos de Don Mario se sintieron perturbados, y comenzó una discusión acerca de la palabra, que terminó cuando mi abuelo acudió a su Biblia del español y para su sorpresa, la palabra “tucha” se encontraba en él, por lo que tuvo que ceder la razón a su hermana.
El mundo ha sufrido cambios y han surgido o hemos detectado emociones que antes no compartíamos, por lo que no se habían descrito ni asociado con ninguna palabra, motivo por el cual John Koening creó el “Diccionario de los dolores oscuros”, para el cual se dio a la tarea de recopilar más de cien sentimientos. Cada uno de sus términos se basó en situaciones cotidianas, procesos mentales y hechos metafísicos, pero como bien sabemos, hay muchas palabras de otras lenguas que no tienen traducción para la nuestra, por lo que siempre será mejor (si hablamos otras lenguas) leer un libro escrito en el idioma original, ya que las traducciones muchas veces cambian el sentido de lo que se quiere decir.
Con el tiempo, es casi seguro que muy pocas de las nuevas palabras persistan, aunque no deja de ser interesante escuchar cómo el lenguaje se encuentra en pleno desarrollo, haciendo gala, sobre todo con el surgimiento de nuevas tecnologías, ya que antes no existían las palabras “internet”, “influencer”, “meme”, “millenials”, “emoji”, “Wi-Fi” y otros términos que se han vuelto comunes en nuestro vocabulario.
Las cifras cambian, como los años y las formas, como los gustos y los vocablos. Invariablemente cambiamos en costumbres, en formas y ratos, pero si de algo podemos estar seguros, es que “algo permanece en nosotros inmóvil”, como decía Borges. Lo inmóvil es propio de nuestra naturaleza humana, es aquello que nos hace ser quienes somos, aun cuando seamos distintos cada día.