Se acordó el respeto de territorios de ventas de tortillas en el puerto de El Cuyo, en Colonia Yucatán, Santa Rosa y Anexas y en La Sierra, prohibiendo que los repartidores de cada población acudan a vender sus productos a otra comunidad que no les corresponde.
Esto se logró con la visita que ejerció parte de la directiva de la Unión de Industriales de la Masa y la Tortilla de Tizimín, A.C., quienes acudieron al mencionado puerto para supervisar la situación que padecen sus socios en esa comisaría tizimileña, ya que los habían enterado que repartidores de Santa Rosa y Anexas estaban invadiendo su mercado de trabajo y esto les estaba generando graves pérdidas a sus negocios al haber acaparado a la mayoría de sus clientes y registrar ventas casi nulas.
Entre los afectados se encuentran Teresa Cahuil Rivas, de la tortillería La Estrella de Belem (sic), y Reyes Aguiñaga, propietario de la tortillería Las 5 Calles, así como otros molineros del puerto y de la Colonia Yucatán.
El presidente de los molineros, William Dzul Cahum; el vocal Ramiro Couoh Poot; el secretario Roberto Viana Chí, y el vocal Ismael López Sánchez, acudieron a esas tortillerías para conocer más de cerca y a fondo la problemática, posteriormente abordaron a los repartidores de Santa Rosa y Anexas, la Policía Municipal tomó nota de lo acontecido y posteriormente visitaron al molinero de Santa Rosa y Anexas, quien comprendió la situación y aceptó no repartir en el puerto, pero también solicitó que no le invadan su espacio de trabajo por repartidores de La Sierra.
Por lo cual también visitaron al molinero de La Sierra, llegando a buen término y acordando no comercializar sus tortillas en Santa Rosa y Anexas.
La directiva expuso que este es uno de los primeros pasos rumbo a la modificación del reglamento de tortillas en el municipio, señalando que se exige el respeto de territorios en la comercialización para no afectarse entre el gremio, que los repartidores no estén cerca de sus molinos ofertando sus productos y que sus ventas las realicen al menos a 300 metros alejados de una tortillería.
Por Luis Manuel Pech Sánchez