Yucatán

50 años de preservar la fe y el arte sacro en Mérida, así es la vida de Don José

“Yo no tuve formación académica, sé que se imparte la carrera en Bellas Artes, pero mi oficio; yo no lo estudié, lo mamé”: expuso.
Foto: Edwin Aguilar

Durante más de cinco décadas el señor José Alberto Cervera Pinelo ha trabajado en el mercado Lucas de Gálvez, en Mérida, a diferencia de sus compañeros locatarios, el no comercia con productos, él se dedica a la restauración de arte sacro, oficio que ha estado en su familia por tres generaciones atrás, por supuesto él ha pasado la estafeta a sus hijos; cada trazo cada restauración es con un fin, mirar el agradecimiento en los ojos de sus clientes.

Don José tuvo una infancia poco típica, su área de juegos fueron los pasillos y corredores del principal centro de abasto de Mérida, el mercado Lucas de Gálvez; mientras su familia lo cuidaba, sacaban el trabajo, puesto que la mayoría se dedicaba a la restauración de arte sacro.

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 “Llevo más de 56 años reparando arte sacro, no lo estudié, porque viví en el taller, mi abuelo, mi mamá, mi papá, hermanos, tíos, toda la familia ejercía el oficio”, relató.

El experimentado restaurador que tiene el mismo puesto heredado por décadas al interior del Lucas de Gálvez, compartió que no recuerda cuando empezó formalmente a involucrarse, ya que al final del día creció entre los maniquíes, imágenes religiosas, yeso, pintura, pinceles, elementos necesarios para ejercer el oficio.

“Yo no tuve formación académica, sé que se imparte la carrera en Bellas Artes, pero mi oficio; yo no lo estudié, lo mamé”, señaló contundentemente el restaurador, mientras reparaba la imagen de un divino niño dios.

El artista expuso que su trabajo no es meramente intuitivo, observacional, dice que ha leído algunas técnicas para la preservación del arte sacro,  sigue siendo en tal sentido una labor autodidacta.

A lo largo del tiempo don José ha aprendido a tener un estilo propio, porque si bien restaura, cada pieza intervenida y muchas veces mejorada, se convierte en otra obra de arte. El transcurso de los años también lo ha obligado a adaptarse, en su bagaje tiene la posibilidad de trabajar con yeso, fibra de vidrio, madera, incluso plomo, en el caso de las imágenes religiosas de principios de siglo pasado.

“Antiguamente, hablando de 50 años atrás, las imágenes eran de yeso, habían de pasta, luego hace 25 años, empezaron a llegar al taller las de fibra de vidrio o resina, repararlas no tiene ninguna ciencia, solo es ver el tipo de material”, exclamó orgulloso de la maestría con la que maneja sus materiales.

Consideró que cuando la pieza está reparada de alguna manera se toma ciertas licencias, pinta colores que no necesariamente estaban ahí, para el deleite de los propietarios de la obra, se vuelve en tal sentido en una pieza nueva y a veces mejorada.

Eso sí, dijo que es muy distinto reparar una pieza que es de madera, a otra que puede ser yeso, fibra de vidrio, el chiste es saber qué material usar para cada caso, conocimiento que solo se adquiere realizando el oficio y conociendo los recurso con los que se dispone.

La pieza más añeja que le ha tocado, fue un San Antonio hecho de madera, recordó que la pieza databa del siglo XVII, unos clientes suyos, quien le tienen la confianza del mundo, dejó en sus manos la obra, para luego entregarla con el beneplácito de sus propietarios.

Don José dijo que su experiencia es en el arte sacro, principalmente para imágenes de la religión católica, sin embargo, el paso impasible del tiempo ha hecho que su abanico de posibilidades y mercado se abra.

“Todo lo que sea arte sacro, lo artesanal es mi mundo, lo que me traigan yo lo voy a reparar, eso sí nada demoníaco, yo soy católico”, destacó.

Pese a esta postura, el restaurador platicó que sí ha aceptado reparar imágenes de la Santa Muerte, considera que es diferente a otros trabajos que no ha aceptado, porque siente que la figura no tiene per se una carga negativa.

Relató que en una ocasión llegó a su local del Lucas de Gálvez, una persona que llevaba en sus manos, algo que describió como unos querubines demoniacos, unas figuras de yeso que de acuerdo con don José denotaba enojo e ira, razón por la que rechazó intervenir.

El restaurador dijo que parte del trabajo es también leer a las personas que llevan piezas poco comunes, si él siente que la imagen va ser utilizada para brujería o bien para hacer algún mal, se niega a realizar el trabajo. Señaló que cuando pasa esta situación de manera respetuosa le dice a la persona que no puede hacer el trabajo y que hay otros lugares que sí hacen estos trabajos.

Don José hace gala de humildad porque considera que los verdaderos artistas son los creadores de las obras, que hacen de la nada las imágenes religiosas, es decir, que él se autodenomina un “restaurador copión”. 

El artista agradece a la vida el oficio que desde pequeño aprendió no solamente ha sido una manera de sustento para su familia, la forma en la que le pudo dar carreras a sus hijos, sino una estafeta que pasará a la siguiente generación, ya que sus vástagos aprendieron la restauración.

Don José se encuentra en el mercado Lucas de Gálvez, su local se adorna con figuras religiosas, santos, vírgenes, niños dios, santas muertes, piezas que esperan estoicas que sus propietarios vayan por ellas, que se reencuentren y finalmente que vayan a los hogares en donde tienen un nicho que les está esperando.

El adulto mayor disfruta su trabajo, no es celoso de sus conocimientos, con facilidad los comparte, es sencillo ver a uno de sus aprendices, que diligente acata las órdenes y explicaciones del restaurados, la parte más satisfactoria y asegura que no tiene palabras para describir es la cara de alegría de su cliente al ver reparada su imagen.

Por Guillermo Castillo