Entre cánticos, plegarias, el aroma del chocolate, el atole, los panes, los dulces, y sobre todo los pibes se llevó a cabo el tradicional biix (octava), en algunos hogares tizimileños, donde las familias ofrecen rezos y ofrendas para recordar a sus Fieles Difuntos a 8 días de su llegada y que según las tradiciones conviven con ellos en este mundo terrenal.
Desde la madrugada se realizaron los rosarios, porque según las creencias es la hora en que las ánimas pueden recibir la gracia de las ofrendas, cuando pueden caminar sin que sean molestados y sin pena alguna, ya que la mayoría de las personas duermen y solamente sus parientes los esperan despiertos y rezando.
Héctor Pech mencionó que también deben tapar los espejos, porque al reflejarse en ellos pueden asustarse y no quedarse a disfrutar de la comida.
Las familias Martín Tuz y Pech Dzul son algunas de las que se esmeran en la elaboración de los altares del biix, donde acuden los difuntos para compartir con los vivos mientras se encuentran en este mundo terrenal, se les coloca los pibes y bebidas que los muertos degustaban durante su existencia física, para ofrecerles una cálida estancia antes de su regreso al inframundo.
Entre sus relatos comparten que cuando apagas una vela del altar de muertos si el humo que emana de ella da un girón y queda obscuro significa que las ánimas a las cuales se ofrendó la celebración recibieron la gracia de la comida y el rezo, pero si esto no sucede es que las personas que realizaron el altar no lo hicieron de corazón, sino únicamente por compromiso, además de que si la vela titila durante el rezo es que el ánima del difunto está presente.
Tampoco se olvidaron de la ofrenda al ánima sola dedicada a aquellas personas fallecidas olvidadas a quienes nadie les reza, ya que según las creencias ellos pueden perjudicar a sus seres queridos fallecidos si nadie se acuerda de ellos.
Las pocas familias que realizaron sus altares de biix con mucho trabajo, esfuerzo y sacrificando, compraron los elementos básicos para realizar esta tradición y continuar con la herencia cultural de nuestros ancestros mayas.
Por Luis Manuel Pech Sánchez