Por las noches, las calles y callejones de Mérida sirven de habitación a algunos indigentes, alcohólicos o desamparados, cuyos sueños y metas tuvieron un tropiezo grave y viven en la soledad.
Carecen de trabajo fijo, no tienen agua suficiente ni mucho menos saludable, comen de la caridad pública o de los restos que encuentran en botes de la basura; en ocasiones el licor suple el hambre o el frío.
Duermen en bancas, escalones y techos del mercado Lucas de Gálvez y sus voces se las lleva el viento de los portales y callejones, sin más compañía que algunas ratas, gatos, perros o, tal vez, un buen samaritano que va de paso rumbo a su hogar.
(Texto y fotos: Víctor Gijón)