–La venganza anidada en el corazón del hombre y cuando no se le pone límite es capaz de acabar con los individuos en conflicto e incluso con naciones enteras, ya que provoca guerras, hambres, sangre inocente derramada y enemistades que pueden durar siglos enteros, dijo ayer el Obispo Auxiliar de Yucatán Pedro Mena durante la misa que celebró en el Asilo Brunet Celarain.
–El Antiguo Testamento habla ya de la Ley del Talión, que se expresa de esta manera: “Cada quien pagara vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”, que venía a ser una norma moral, un avance en la convivencia no ciertamente fácil entre los hombres, pues buscaba dejar a un lado los deseos de venganza desmedida, para contentarse con un daño proporcionado al daño recibido; o sea, la ley del talión era una ley que no obliga a la venganza, si no que limita la venganza, añadió.
–Cristo conoció esta ley, reconoció su legitimidad y su efectividad para su tiempo. Hoy, el Evangelio, después de habernos hablado de sus bienaventuranzas, luego de que nos ha pedido convertirnos en sal y en luz para las gentes que nos rodean, y después de habernos indicado que él no venía a abolir los dichos de los antiguos sino que venía a darles plenitud, para hacernos llegar hasta las grandes alturas de la santidad y del heroísmo, Cristo deja caer sobre nuestros ánimos algo que, si no lo vemos como un consejo de abuelita, tendría que cambiar radicalmente nuestras vidas.
–Cristo fue muy preciso, muy claro y muy tajante sobre lo que él quiere de los que se han convertido en sus seguidores: “Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio, les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los manos y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”.
El hecho que Cristo te pida que dejes de usar la violencia, la venganza y el odio como el móvil de tu vida, eso no quiere decir que debamos de quedarnos callados y con los brazos cruzados ante la injusticia y la maldad. Cristo mismo no procedió así.
Él nunca se doblegó ante la injusticia del imperio romano; a los ricos les señaló su gran dificultad para llegar al reino de los cielos; a los fariseos los denunció por manipular las conciencias de los pobres y a los sumos sacerdotes, por haber convertido las cosas de Dios en un negocio.
No te preocupes de la maldad de los demás o del que piensa mal de ti. En cambio, comienza a transformar tu corazón por amor a Jesús. Porque quien ama a Dios no tiene enemigos en el corazón. El culto a Dios es lo opuesto a la cultura del odio, concluyó el prelado.
(Luis Tamayo Mendicuti)