Viejo terco, gente de campo, correoso y vertical, una mañana, porque le dio la gana, Vistucha decidió que ya era hora de ir a manejar toros bravos entre las nubes, que ahí, donde el horizonte se junta con el cielo, ha de haber muchas plazas de toros para guardar y estar pendiente siempre de lo que ocurra en ellas.
Vicente Chan, hombre de unos ojos con el color del cielo despejado, con una facha peculiar e irrepetible, su camisa de manta eternamente abierta hasta el ombligo, su cintura sujeta con una larga tira de manta trenzada, sus blancos pies calzados siempre con sus xene kehueles, el sombrero de palma, de ala ancha, ligeramente echado hacia atrás, y en la mano su inseparable coa, con la que recorría eternamente el ruedo de la Monumental Avilés “para que siempre esté en condiciones, ¡que no!” se ha marchado la mañana del 24 de febrero de 2020. ¡Cuarenta años de leal fidelidad como guarda plaza!
A fines de la década de los 70’s, Roque Avilés Aguilar, el popular tío Chocó Xix, inició la edificación de la plaza de toros Monumental Avilés, sombra fiel, en todo momento, Vicente Chan estuvo siempre junto a él. “Vistucha, pélate por dinero a mi casa, para pagar a los trabajadores, dile a Doña Alba que yo te mando”, Vistucha se iba volando y regresaba en un instante, con la comisión cumplida fielmente, para dejar complacido a Don Roque. En nadie, el tío Chocó tenía tanta confianza, cómo en Vistucha.
Por eso, nada más natural que, desde el 14 de julio de 1979, hasta la mañana del 24 de febrero de 2020, las llaves y candados de la plaza de toros Monumental Avilés, hubieran estado siempre a cargo de Vistucha. ¡No podían haber estado en mejores manos!
Cada vez que había corrida, una semana antes, Vistucha estaba puntual en la plaza, para recibir y desencajonar el encierro que estaría alojado a su cuidado en los corrales de la plaza. Desde el histórico encierro de Javier Garfias, el primero que recibió para la tarde inaugural del 14 de julio, y que se desencajonó el 7 de julio de 1979; hasta el encierro de José Julián Llaguno, recibido el 26 de diciembre de 2018, todo toro que salió al ruedo en la Monumental Avilés, pasó por las manos de Vistucha, estuvo bajo su vigilancia, recibió de él agua, grano y pastura, todo esto hecho con el más profundo amor por los soberbios guerreros a los que tenía que cuidar, vigilar y apapachar. Sus largos años en los corrales le hicieron desarrollar una confianza envidiable que le permitía moverse por ellos, como pez en el agua, hasta con los toros en ellos. Los bravos bureles sentían su confianza y le guardaban el mayor respeto.
El 28 de diciembre de 2000, Vistucha me avisa: “Don Ariel, se pelearon los toros y hay uno lastimado”. Me traslado a Motul, con el MVZ Alejandro Novelo Rosado, y éste determina que la herida del burel está infectada y hay que inyectarle un antibiótico. ¡Tremendo problema! ¿Cómo hacer para entrar a los corrales e inyectar a un toro bravo? Vistucha escucha nuestras dudas, las propuestas para solucionar el problema y dice: “Eh, si es muy fácil, Don Ariel, yo entro, lo lazo, y lo llevo al corral junto a la manga, a él sólo, y ahí lo amarro a un poste, entra el doctor y lo inyecta y ya”; así de fácil eran las cosas para la experiencia de Vistucha. ¡Y así lo hizo! Entró, lazó al toro, tiro de él, lo pasó al corral aislado y lo ató al poste de un burladero, fuerte, firme y ceñido, dejando al toro prácticamente inmóvil, entró Alejandro y lo inyectó. El 1 de enero de 2001, el toro salía al ruedo con el nombre de “Don Roque”, y fue el toro de la tarde. Andy Cartagena le cortó una oreja. La habilidad de Vistucha había solucionado el problema.
Otra corrida de 1 de enero, pero en el año 2013, un memorable encierro de Begoña, muy corpulento y sobre todo, muy cornalón. Fue una verdadera odisea bajar a los toros de los cajones del camión. Para bajar al primero de ellos del camión, empleamos una hora con cuarenta y cinco minutos, pues la encornadura era tan amplia, que no podía sacar la cabeza del cajón. Habíamos iniciado el operativo a las once treinta de la noche, y aquello parecía pronosticar que nos amanecería en la misión.
Nuevamente, la habilidad y experiencia de Vistucha vino en nuestro auxilio. Con una forma complicada pero efectiva, fue lazando la cabeza de los bureles, y obligando a que la voltearan lateralmente, librando así la salida de los cajones. La experiencia y los conocimientos de Vistucha sobre los toros y su manejo, vino en nuestra ayuda para remontar el problema. ¡Qué valiosa era su experiencia adquirida en tantos años como guarda plaza!
La última corrida que desembarcamos, el 26 de diciembre de 2018. Un encierro de José Julián Llaguno. Llegamos a la plaza mi hermano Pepe, mi sobrino Pepetito y yo.
Vistucha nos recibió como siempre, con gran afecto y alegría. Me tenía reservada una sorpresa. Vistucha me había confeccionado, con sus propias manos, un rústico bastón de madera dura. “Este sí le va a durar Don Ariel, es mejor que todos estos que usted usa”.
Guardé el bastón en el coche, y procedimos al desembarco de los pupilos de Miguel Llaguno. Cuál no sería nuestra sorpresa; al bajar el segundo toro al corral, el primero, que ya había sentado sus reales ahí, se arrancó con tremenda violencia y levantó al otro arrojándolo a la pila de agua. El bajar el tercero, la violenta escena se repitió y fueron los otros dos quienes infligieron el ataque.
Caímos en cuenta de una circunstancia: ¡No eran hermanos de un mismo potrero! Corríamos el peligro que se hirieran gravemente, o hasta que alguno fuera muerto por los demás. Nuevamente, la experiencia de Vistucha vino en nuestro auxilio; entró al corral blandiendo en el aire una gran rama y gritando con energía: “¡Sooo, soo!”, y el milagro se realizó. Al regresar a la mañana, los seis toros estaban agrupados, juntando los traseros, la energía de Vistucha había realizado el milagro de hermanarlos.
Vistucha se ha marchado ahora, a seguir cuidando toros de lidia, a esa raza de fuertes guerreros que él amaba profundamente. Ahora, correrá con ellos entre las nubes, y seguirán el camino de los rayos del Sol para ir más allá de la luz. Seguramente ya está platicando con Chocó Xix y Papá Bel. Aquí en la Tierra, yo te prometo guardar tu bastón muy cerca de mi corazón. ¡Hasta siempre Vistucha!
Ariel Avilés Marín