Ariel Juárez García
“Los cristianos de los tiempos del Nuevo Testamento vivían a la espera del Día (es decir: el tiempo) en que el mundo actual y toda su maldad e iniquidad serían eliminados, y en el que Jesús regresaría a la Tierra para juzgar a la humanidad, introducir una nueva era de paz y empezar su Señorío sobre todo el mundo” –publican en su glosario bajo la palabra “Día”, los autores de The Translator’s New Testament (El Nuevo Testamento de los traductores).
Hace casi dos mil años, después de mostrar su gloria futura, en una transfiguración, Jesucristo se sentó en el monte de los Olivos para conversar, una vez más, en privado con sus discípulos. Mientras contemplan la ciudad de Jerusalén, Jesucristo les explica cuál será la señal de su presencia futura, y luego advierte: “Manténganse alerta, pues, porque no saben en qué día viene su Señor”. De hecho, sus seguidores debían mantenerse alerta constantemente porque no se les mencionó cuándo sería su venida. Tenían que estar preparados para cuando eso sucediera. (Ver Evangelio de Mateo 24:42.)
Hoy día, aunque todo discípulo cristiano permaneciera vigilante, nadie jamás podría determinar con antelación el día exacto en que vendría Jesús. El dijo: “Por este motivo, ustedes también demuestren estar listos, porque a una hora que no piensan que es, viene el Hijo del hombre”. (Ver Evangelio de Mateo 24:44.)
Un cristiano pudiera pensar que Jesucristo no vendrá en cierto día, y quizás ese sea precisamente el día de su venida. Al paso de los años, fieles cristianos bienintencionados han intentado predecir con sinceridad cuándo será la venida del Hijo de Dios y acontecerá el fin del sistema de cosas actual. Sin embargo, vez tras vez ha resultado verídica la advertencia de Jesús: “Respecto a aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. (Evangelio de Mateo 24:36.)
Quienes han mostrado que son verdaderos seguidores de Cristo, viven teniendo presente lo que se asegura en los santos registros bíblicos… el fin de este inicuo sistema de cosas actual es inminente.
“La extraordinaria expansión del cristianismo por toda la Tierra tiene que ver directamente con la expectación cristiana del tiempo del fin, relacionada con la expectación inminente del regreso de Cristo. La expectación cristiana del tiempo del fin nunca consistió sencillamente en un anhelo pasivo de la venida del Reino de Dios” –comenta la Encyclopædia Britannica.
El primero que utilizó en la Tierra esta impactante expresión –“el tiempo del fin”– fue el ángel Gabriel, hace unos dos mil seiscientos años. El profeta de Dios oyó aterrorizado a Gabriel decir: “Entiende, oh hijo del hombre, que la visión es para el tiempo del fin” (Ver profecía de Daniel 8:17).
¿A cuántos millones de habitantes sorprendería que este mundo se aproxime a su fin?
Sin duda, el hombre puede caminar sobre la Luna, pero en muchos lugares de su propio planeta no puede pasear sin temor por las calles, a causa de la inseguridad. Llena las casas de aparatos modernos, pero es incapaz de poner freno a la desintegración familiar. Crea la era de la información, pero le resulta imposible aprender a convivir en paz. Estos y muchos más fracasos respaldan la abundancia de pruebas bíblicas de que la presente generación está viviendo en “el tiempo del fin.”
Al comparar los evangelios de Mateo 24:15-28, Marcos 13:14-23 y Lucas 21:20-24, se encuentra una segunda indicación de que la profecía de Jesucristo se extendía a un tiempo en el futuro de la humanidad, mucho más allá de la ruina de Jerusalén en el año 70 del primer siglo de la Era Común… Incluso el Evangelio de Lucas es el único que mencionó proféticamente “pestes” como un suceso que se cumpliría en el futuro.
Es cierto, la predicción de Jesús (el Hijo de Dios) tuvo un cumplimiento en los sucesos que llevaron al fin del sistema judío. Las guerras, los terremotos, las escaseces de alimento y otros acontecimientos predichos por Jesús ocurrieron durante un período de tres décadas. Sin embargo, a partir de lo que cita el Evangelio de Mateo 24:15, Marcos 13:14 y Lucas 21:20, queda claro el cumplimiento de los sucesos que estarían relacionados directamente con una destrucción inminente –en una sola generación–, cuando el sistema mundial estuviera en su mayor decadencia de valores.
Las expresiones “el tiempo del fin” y “el señalado tiempo del fin” aparecen seis veces en las Sagradas Escrituras, en el libro de Daniel (ver las profecías de Daniel capítulo 8:17, 19 el 11:35, 40 y el 12:4, 9). Ambas guardan relación con “los últimos días” predichos por el apóstol Pablo en la segunda carta o epístola dirigida al discípulo Timoteo –en el capítulo 3 versículos 1 al 5–, donde se citan las siguientes palabras: “Pero debes saber que en los últimos días vendrán tiempos críticos y difíciles de soportar. Porque la gente sólo se amará a sí misma; serán amantes del dinero, fanfarrones, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos y desleales, no tendrán cariño natural, no estarán dispuestos a llegar a ningún acuerdo, serán calumniadores, no tendrán autocontrol, serán feroces, no amarán lo que es bueno, serán traicioneros y testarudos, estarán llenos de orgullo, amarán los placeres en vez de a Dios y aparentarán tener devoción a Dios, pero en realidad estarán negando el poder de esa devoción. Aléjate de ellos”.
Jesucristo se refirió al mismo período cuando habló de su “presencia” como Rey celestial entronizado: “Porque, tal como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del Hombre. Porque en aquellos días antes del Diluvio la gente comía y bebía, los hombres se casaban y a las mujeres las entregaban en matrimonio... hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el Diluvio y los barrió a todos. Así será en la presencia del Hijo del Hombre –ver Evangelio de Mateo capítulo 24 versículos 37 al 39.
La gente es semejante hoy en muchos aspectos como la que vivía en los días de Noé. En aquel tiempo la Tierra estaba llena de violencia, y la inclinación del corazón del hombre era “solamente mala todo el tiempo” (ver Génesis 6:5). La mayoría de las personas estaban totalmente absortas en los quehaceres de la vida cotidiana. Sin embargo, antes de traer el gran Diluvio destructivo, Jehová dio a la gente la oportunidad de arrepentirse. Encomendó a Noé la misión de predicar; éste obedeció, y fue “predicador de justicia” tal vez por cuarenta o cincuenta años, o más (ver 2 Pedro 2:5). Sin embargo, la gente pasó por alto el mensaje de advertencia de Noé. No estaba alerta. Por ello, cuando vino el fin, solo Noé y su familia sobrevivieron a la ejecución de la sentencia de Jehová.
No hay que olvidar, el Dios verdadero Jehová dijo: “De seguro tal como he calculado, así tiene que suceder; y tal como he aconsejado, eso es lo que se realizará”. (Ver Isaías 14:24, 27 y 42:9.) Sí, Jehová siempre ha decidido advertir a la humanidad sobre lo que acontecerá, haciéndolo frecuentemente mediante voceros humanos. Uno de ellos escribió: “Jehová no hará ni una cosa a no ser que haya revelado su asunto confidencial a sus siervos los profetas”. (Ver Amós 3:7, 8)
“Pues, ante todo, ustedes saben que ninguna profecía de la Escritura procede de una interpretación personal. Porque nunca se ha hecho una profecía por voluntad del hombre, sino que los hombres hablaron de parte de Dios impulsados por Espíritu Santo.” (Ver 2 Pedro 1:20, 21.)
Jesucristo fue el profeta principal de Dios. (Ver Hebreos 1:1, 2.) Por eso, es comprensible que mientras sus apóstoles estaban sentados con él en el monte de los Olivos, desde donde se veía Jerusalén, le preguntaran acerca del futuro: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?”. (Ver Mateo 24:3 y Marcos 13:4.)