A las nueve de la mañana, un tramo de Circuito Colonias entre las calles 42 y 50, lucía vacío. Varios de los negocios de copias y papelería frente a la Universidad Tecnológica Metropolitana estaban cerrados y los únicos abiertos casi no tenían clientela.
Era el segundo día laboral después del “macro puente” de marzo. Para los romanos los idus de marzo eran de buenos augurios. Para los yucatecos, no. Cinco casos confirmados de coronavirus Covid-19 hasta el martes por la tarde y por fin buena parte de los yucatecos hacían caso. Estaban, al fin, en sus casas.
Ese día, el martes, el Gobernador Mauricio Vila Dosal había declarado a la prensa que lo acompaña en sus giras: “Es importante que la gente sepa que no son exageraciones, que esto no es broma, que esto es un tema muy serio”. ¿Al fin habrían hecho caso los yucatecos y las yucatecas?
“No son vacaciones”
A las 10:42 de la mañana el cronista recibió uno de tantos “uasaps”. La profesora de su hija de siete años enviaba tareas para la casa. “Compártalo, por favor”. De inmediato, en el grupo de WhatsApp del 2-B de la Primaria Baja California, el cronista reenvió el mensaje. Varias mamás respondieron con un gracias. “No son vacaciones”, recordó el cronista. Y siguió su camino.
Casi a esa misma hora un grupo de turistas extranjeros, sí, turistas de fuera, de los pocos que aún quedan, intentó ingresar al Palacio de Gobierno. Pero mejor fueron a dar la vuelta por la Catedral.
El Palacio de Gobierno estaba vacío. Tres ujieres metían al edificio varios extinguidores. Resulta que la empresa que da el servicio a ese lugar estaba cambiando los que ya habían vencido.
Charritos con chilito jalapeño
El cronista saludó a la guardia palaciega que le franqueó el paso. Se puso gel antibacterial en las manos y caminó a la oficina de prensa a preguntar qué había de nuevo. Tres compañeros, colegas, compartían charritos con chiles jalapeños y zanahorias en rodajas. El Palacio de Gobierno se veía solitario. Una soledad inusual, como muy pocas, contadas veces, ha visto el cronista. Una soledad que ni en domingo ocurre.
Las calles del Centro Histórico tenían tráfico. Pero no el de cada día. Y eso que era el segundo día laboral después del “macro puente”. Ni la calle 63, entre 64 y 62, donde normalmente esperas hasta tres cambios en el semáforo para poder cruzar, estaba embotellada. Tampoco había muchos vehículos en la calle 58.
Los teatros y las salas de arte del Centro Histórico estaban cerrados. En El Olimpo había una gran manta anunciando las medidas por el Covid-19. Y el Palacio del Ayuntamiento con una sola entrada. Las puertas que dan al Salón de Cabildos estaban cerradas. En la otra cuadra, el Banco Nacional de México tenía las rejas cerradas con una advertencia de que se dejaría pasar a la gente de poco en poco. Ni palomas tenía cerca la Casa de Montejo.
En la farmacia contigua había fila, o cola, como se dice en Yucatán. ¿Qué estaba comprando la gente? Antigripales y gel antibacterial.
A las puertas de la paletería y nevería Janitzio tres indigentes comentaban algo. ¿Qué hablaban esos menesterosos que temblaban pasándose una botella de pet que bebían con fruición? De las noticias del Covid-19. ¡Hasta ellos estaban conscientes del tema!
Adiós al estrés
Más allá del Centro Histórico, la ciudad había disminuido su ritmo. Los camiones del transporte urbano casi no tenían pasaje. No era la cantidad de autos que usualmente se ven en un día laboral. Se podía transitar sin estrés.
Un “uasap” sonó en el teléfono del cronista. “El número promedio de días de aire de buena calidad aumentó 21,5 por ciento en febrero, en comparación con el mismo período del año pasado”, decía el mensaje. ¿Será? El cronista duda incluso si su madre le dice que lo ama. Al menos en Mérida, la ciudad se veía mucho más tranquila. No había esos conductores suicidas que al más mínimo embotellamiento hacen sonar el claxon como si eso los calmara y apresurara el tráfico.
Por la calle se observaron a numerosas personas llevar un cubre-bocas. Pero en varios establecimientos el cronista observó que no tomaban las medidas de higiene y de sanidad que las autoridades han recomendado. Por ejemplo, en la Caja Popular Mexicana no había gel antibacterial, aunque las cajeras usaban guantes, parecidos a los quirúrgicos, para agarrar el dinero.
Así, las cosas, diríase que hasta que no vieron aumentar los casos positivos de Covid-19 es que los yucatecos y las yucatecas hicieron caso. Y se quedaron, mayormente, en sus casas. Los idus de marzo no eran de buenos augurios.
(Rafael Gómez Chi)