El Arzobispo de Yucatán, Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, dijo ayer que plagas, epidemias y pestes ha habido muchísimas en la historia de la humanidad y, sin embargo, han pasado y la humanidad continúa y ha de continuar.
–Así es que no nos preocupemos, vamos a poner todo lo que sea de nuestra parte para cuidarnos, pero también como cristianos vamos a poner nuestra confianza en el Señor.
Y advirtió:
–No se enfermará más que el que se descuide, el que no ponga atención a todas las medidas de prevención que se están dando, y que de alguna manera sea llamado por nuestro Señor. Confiemos en el poder del Señor y en que todo esto pasará. Y eso la Iglesia lo enseña, es lo que transmite: a guardar serenidad, porque para el cristiano lo peor es el pecado, lo peor no es perder la vida, sino perder la gloria; por eso con tranquilidad y esperanza afrontamos esta pandemia.
Contra los pesimistas
Y a los pesimistas que dicen que hagamos lo que hagamos las cosas van a suceder, y que morirán los que deban morir por el coronavirus, hay que decirles que no es cierto. Y no es cierto porque ya estamos viendo la experiencia mundial, y la comparación de países que han tomado las medidas oportunas necesarias y países que no las han tomado, y vemos cómo la diferencia en el incremento de enfermos y en el incremento de muertos es distinta de un país a otro.
Y esto de que haya más muertos en algún país no es por la casualidad ni es por la voluntad de Dios, sino ha sido porque no se han tomado oportunamente las medidas de prevención y de higiene que se deben de tomar. En cuanto tomemos en serio todo esto, sin perder la cabeza, podremos ir controlando poco a poco, y se irá alejando poco a poco esta pandemia del coronavirus.
Por eso les digo a todos los que están recibiendo y estamos recibiendo noticias tan negativas sobre esta enfermedad, que la esperanza viene por dos razones: esta plaga, esta pandemia es más grave que otras porque ahora que el mundo está así globalizado, todo se extiende hasta el último rincón del mundo, pero como sociedad tenemos mucho que hacer, no pensemos en forma individual, en forma egoísta, pensemos en las necesidades de todos, pensemos que lo que podemos hacer para bien o para mal, puede ser para bien o para mal de muchos. Así es que tratemos de conservar la calma, de no ser injustos con los trabajadores, de no ser injustos con los vecinos, tratemos de evitar el contagio posible que podamos provocar en cualquier lugar donde estemos o incluso desde nuestro hogar. Así es que, pues a estar atentos unos a otros a ver en qué forma podemos apoyarnos. Si sabemos de algún vecino mayor de edad que está solo, procuremos llevarle el medicamento que necesita, al alimento que necesita, el auxilio que necesita, hay que estar atentos todos para con todos, para procurarnos el bien.
Hoy más que nunca la actividad de la Iglesia es muy importante desde el punto de vista teológico espiritual, pero también desde el punto de vista psicológico, porque para la gente encender la televisión y ver que su sacerdote está celebrando la eucaristía allá en su parroquia, y el obispo ahí en el seminario o ahí en la catedral, pues es de veras un motivo de ánimo, de entusiasmo. Saber que la eucaristía se sigue celebrando para pedirle al Señor por todos los habitantes de nuestra diócesis y de cada una de las parroquias es importante y nos da aliento.
Apoyar a la parroquia
Por otra parte, estamos tratando de promover la solidaridad entre todos. La Pastoral Social está invitando para que quien pueda y tenga recursos de despensa, de alimentos, los lleve a su propia parroquia, para que quien pase hambre o esté pasando hambre pueda acudir a su parroquia y allá encontrar la ayuda necesaria para sostenerse.
Así es que la Iglesia está muy activa, los sacerdotes están muy presentes, atentos, para dar ánimo y también para ver a los enfermos, porque a los enfermos no los vamos a descuidar. Nos toca pues no solamente lo litúrgico, sino también animar desde la fe, para que haya compromiso con los más necesitados, con los que están más solos, los ancianos sobre todo, que son los que más necesitan de nosotros –concluyó.
(Roberto López Méndez)