Yucatán

Ariel Juárez García “La confesión es una depuración espiritual, un modo de empezar de nuevo, una manera de hacer borrón y cuenta nueva. Me encanta ir a confesarme, contarle al sacerdote mis pecados, conseguir que me perdone, y… a divertirse de nuevo.” Así se expresó una joven devota, según lo cita la publicación (Bless Me, Father, for I Have Sinned [Me confieso, padre, pues he pecado]).

Es curioso, pero, algunos buscan un “buen” confesor que les dé el consejo que quieren oír. “Después de investigar por tres meses, hallé a mi confesor. Ahora nos vemos todos los meses, cara a cara en la sala de confesión y reconciliación; y, me parece extraordinario”, dijo una joven.

Hoy día, el ambiente moral de muchos países demuestra que la confesión regular de los pecados no mueve a muchos practicantes a “apartarse de lo que es malo y hacer lo que es bueno”. (Ver Salmo 34:14.)

En ciertos lugares, la confesión puede comenzar como un simple rito. Por ejemplo, en el caso del país de Irlanda la primera confesión se lleva a cabo antes de la primera comunión. Y como sucede a veces, curiosamente, a varios les causó sorpresa el que la niña Ingrid de siete años de edad pensara más en el bonito traje de novia en miniatura que iba a ponerse que en “restablecer la santidad de vida que se ha perdido por pecar gravemente”.

“Lo que más me entusiasmó fue el traje, además de que en esa ocasión recibí dinero de mis parientes. Entre todas las niñas que conocía no se mostraba ningún sentimiento espiritual. Aunque parezca una broma, ninguna de nosotras siquiera pensaba en Dios en aquel momento” –confesó Ingrid.

Lamentablemente, el hecho de que los padres, o alguien más de la familia obliguen a niñitos a confesar sus pecados con regularidad puede llevar a repeticiones mecánicas. “Simplemente decía las mismas cosas una y otra vez”, dijo Michael, quien también empezó a practicar la confesión a la edad de siete años.

Como se ve, algo anda mal en la confesión como la practican algunos. Pero la Biblia indica que la confesión de pecados es necesaria, pues dice: “El que oculta sus pecados no prosperará, el que los confiesa y se enmienda alcanzará misericordia”. (Proverbios 28:13, Versión Nácar-Colunga, 1972.)

Hay que tener siempre presente que el Dios verdadero Jehová, es el único que escucha las oraciones y confesión de los pecados de cualquier persona que se arrepiente de corazón y es sincera en sus palabras. Además, el Creador del ser humano es el único que puede perdonar los pecados que a diario se cometen contra Él; no ha delegado, ni autorizado, ni permitido a nadie, el derecho a hacerlo. La Biblia indica: “Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos... y limpiarnos de toda injusticia” (Ver 1 Juan 1:9).

El Dios verdadero Jehová es el único que conoce el poder del pecado que padece todo tipo de personas. Las Santas Escrituras, de manera amplia y clara, describen el pecado como una poderosa fuerza que tiene al hombre bajo su mortífero control.

En el libro de Romanos, el apóstol Pablo lo explica bajo inspiración en términos gráficos: Todo ser humano, hombre o mujer, está “bajo pecado” como los soldados están bajo el mando de su comandante (Ver Romanos 3:9); ha “reinado” sobre la humanidad (Ver Romanos 5:21); “reside” o “mora” dentro de toda persona (Ver Romanos 7:17, 20); su “ley” obra continuamente en todos, intentando, de hecho, controlar cada proceder. (Ver Romanos 7:23, 25.) Todo mundo tiene que librar una difícil batalla contra el fuerte dominio que el pecado ejerce sobre la carne caída. (Ver Romanos 7:21, 24.)

En cierta ocasión, el rey David dijo arrepentido: “Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error. Dije: ‘Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová’. Y tú mismo perdonaste el error de mis pecados”. (Ver Salmo 32:5.) La expresión “perdonaste” traduce una palabra hebrea que significa fundamentalmente “levantar”, “soportar, llevar”. En este pasaje significa ‘llevarse la culpa, la iniquidad, la transgresión’. De modo que Jehová levantó los pecados de David y, por decirlo así, se los llevó. (Compárese con Levítico 16:20-22.) Esta acción sin duda alivió el sentimiento de culpa con el que David había cargado. (Compárese con Salmo 32:3.)

Hoy día, todo mundo también puede tener plena confianza en el Dios que perdona los pecados de quienes buscan su perdón sobre la base de la fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo. (Ver Mateo 20:28; compárese con Isaías 53:12.)

Es posible que cualquier persona pueda sentir la aplastante carga de una conciencia dolida como consecuencia del pecado. Sentir remordimiento es normal, e incluso provechoso porque puede motivar a quien sinceramente se arrepiente a hacer lo que está a su alcance para corregir sus errores.

Como pudiera suceder en cualquier parte del mundo, a algunos cristianos sinceros –que saben cuál es la voluntad de Dios que aparece registrada en las Santas Escrituras–, a veces, les ha abrumado un sentimiento de culpabilidad. Su corazón los condena, y les hace pensar que Dios no los perdonará completamente, sin importar lo arrepentidos que estén. “Es un sentimiento terrible el pensar que posiblemente Jehová ya no te ama”, comentó Juanita sobre un error que había cometido. Aun después de arrepentirse y meditar en el consejo bíblico, ella seguía pensando que no merecía el perdón de Dios. “No pasa un día sin que le pida perdón a Jehová”. Siento que me “traga” el sentimiento de culpa, y sé que Satanás el Diablo puede valerse de ello para que me dé por vencida y crea que a causa de mi pecado no merezco el favor de Jehová –concluyó Juanita. (Ver 2 Corintios 2:5-7, 11.)

El Dios misericordioso Jehová sabe que no les es posible a los seres humanos obedecerle de manera perfecta, sin importar cuánto uno lo desee de corazón. (Ver 1 Reyes 8:46.) A todo el arrepentido Jehová le asegura su perdón amoroso si busca su misericordia paternal con un corazón contrito. En este sentido, el salmista David dijo: “Los sacrificios para Dios son un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y aplastado, oh Dios, no lo despreciarás”. (Ver Salmo 51:17.) Jehová nunca rechaza ni desprecia el corazón quebrantado y aplastado por el peso de la culpa.

Ahora bien, ¿significa esto que cualquiera puede dar por sentada la misericordia de Dios y valerse de la naturaleza pecaminosa como excusa para pecar? ¡De ninguna manera! Jehová no actúa impelido por meros sentimientos. Su misericordia tiene un límite. El no perdonará de ningún modo a quienes, con dureza de corazón, practiquen el pecado maliciosa y voluntariamente sin arrepentirse. (Ver Hebreos 10:26-31.) Por otra parte, cuando el Dios verdadero ve un corazón “quebrantado y aplastado”, las Sagradas Escrituras aseguran que El está “listo para perdonar”. (Ver Salmo 86:5 y Proverbios 17:3.)

Arrepentirse significa cambiar de actitud con respecto a malas acciones que se han cometido o se pensaba cometer. Significa sentir pesar y abandonar la conducta pecaminosa. Si alguno ha cometido un pecado grave pero ha dado los pasos que demuestran que está arrepentido de verdad, puede encontrar consuelo en las siguientes palabras del salmista: “Jehová no ha hecho con nosotros aun conforme a nuestros pecados; ni conforme a nuestros errores ha traído sobre nosotros lo que merecemos. Porque así como los cielos son más altos que la tierra, su bondad amorosa es superior para con los que le temen. Tan lejos como está el naciente del poniente, así de lejos ha puesto de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Ver Salmo 103:10-14).

¡Qué reconfortante es saber que se puede adorar y servir a un Dios que está “listo para perdonar”! Jehová ve más allá de los pecados y faltas de cada uno. (Ver Salmo 130:3, 4.) El Creador del ser humano sabe lo que hay en cada corazón. Cuando alguien siente que su corazón está quebrantado y aplastado por errores del pasado, no debiera lastimarse emocionalmente y llegar a la conclusión de que no merece la misericordia de Jehová. Ahora puede tener la plena confianza de que las palabras del apóstol Juan se cumplirán en toda persona que verdaderamente se ha arrepentido y que muestra un corazón sincero y honrado: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. (Ver 1 Juan capítulo 1 versículo 9).