Yucatán

Juan Apolo Durán Castillo

La pesantez de los días que transcurren por la incertidumbre del final de este largo episodio en la vida de todos los habitantes del mundo se agrava por la fluidez con que corren las noticias, evidentemente muchas de ellas tendenciosas al amarillismo enfermizo, del que sacan raja para sus fines aviesos y malvados.

Las “benditas redes virtuales “han sido el ring pugilístico y a veces callejero de trompadas en donde se leen o escuchan condenas o alabanzas de las disposiciones e indicaciones que se dan para evitar la propagación exponencial del virus fantasmal que recorre el mundo y que hasta hoy no ha surgido una vacuna que le “pare el macho” de manera contundente.

Según analistas sanitarios y economistas prospectivos se tiene hasta nueve meses para recobrar o empezar a recobrar la normalidad social y económica. Tenemos para rato y hay que seguir ese plan que a diario se nos indica ¡QUEDATE EN CASA! No hay de otra. No ser un eslabón más de esa cadena que hoy engrilla a la humanidad en un estado de sopor envolvente, permaneciendo en nuestras casas lo más posible. La multiplicación exponencial sólo así se reducirá, mientras no den con el freno efectivo de una propagación real, sólo así se podrá “medio controlar”.

Hay explicaciones puntuales en donde se encuentran las razones de la propagación del virus en las grandes y populosas ciudades: el hacinamiento de habitantes en los edificios multifamiliares en donde los reducidos pasillos y las escaleras son paso obligado de todos, las concentraciones de obreros en las meagafábricas y maquiladoras y la terquedad de muchos empresarios que obligan a trabajar a sus empleados y no ceden la “parte del león” de sus millonarias cuentas en los bancos, la transportación colectiva de grandes distancias para llegar al punto final sea de su trabajo o por necesidad familiar u otra causa, la marcada pobreza de los “cinturones urbanos” y más y más.

Si se contrasta con los casos de esta pandemia con los pueblos alejados de la ciudad, aun con su precaria situación, los brotes se dan en menor número no estando exentos de una multiplicación repentina. La fase tres de la pandemia, con los registros sanitarios y la tendencia histórica de males parecidos como la influenza y otros como la fiebre chinkungunya y el zica, siempre se espera la multiplicación maligna que es cuando el mal ha sentado sus reales de propagación local y es cuando todas las medidas de protección deben ser llevadas a cabo de manera rigurosa.

Una de las medidas que se han implementado es el cierre de calles en las ciudades y en especial en Mérida. En las comunidades aledañas y del interior del estado se han levantado albarradas o simplemente piedras o troncos y ramas en las entradas de la población con vigilancia de los lugareños. El artículo 11 de nuestra Constitución Política Mexicana señala que: “toda persona tiene derecho para entrar o salir de nuestra República, viajar por su territorio sin necesidad de carta de seguridad, salvoconducto u otros requisitos semejantes”, pero ahora, por esta pandemia en que han muerto miles de ciudadanos en el mundo e irreversiblemente ya comenzó a cobrar vidas en Yucatán, se asemeja a una guerra mundial, cualquier medida para aminorarla es válida.

¡Protéjanse paisanos! ¡Hay que defender a nuestras familias! ¡Sigan en ese plan ciudadanos y autoridades!