Doña Eva tiene de todo en su hogar
CHUMAYEL, Yucatán, 30 de mayo.– Desde hace más de 20 años, las familias locales no tienen que preocuparse por ir hasta la ciudad de Mérida a comprar su despensa porque, en la casa de doña María Evangelina Itzá Mis, encuentran todo tipo de verduras y frutas que tiene sembradas en su predio.
Tiene cilantro, rábano, cebollina, aguacate, limón, plátano, camote, calabaza, papaya, maíz y muchos otros cultivos, asimismo esta emprendedora mujer da un claro ejemplo de vida al criar también pavos, gallinas, conejos y patos para vender, al igual que hermosos cachorros, con lo que se ayuda para sobrevivir porque a ella no le ha llegado ningún tipo de ayuda de ningún Gobierno, ni antes ni durante esta temporada del COVID-19, pero tampoco está esperanzada de los políticos, afirmó al diario de la Dignidad, Identidad y Soberanía, invitando amablemente (junto a algunos de sus hijos) a conocer su forma de vida.
Quince hijos
Doña Eva, como cariñosamente la conocen en el pueblo, trajo al mundo a 15 hijos, pero sólo le sobrevivieron 10; sin embargo, al quedarse sola (pues su marido decidió abandonarla hace más de 20 años) tuvo que trabajar en lo que fuera para sacar adelante a sus vástagos.
Esta mujer indígena es alegre porque sabe que ha logrado sacar adelante a sus hijos, que ya todos son mayores de edad y algunos trabajan el campo sembrando y cosechando maíz, otros le ayudan en los plantíos que tiene en su patio, en donde también se puede disfrutar de un ambiente tranquilo, aire limpio, fresco, porque esta familia está rodeada de árboles frutales ya mencionados.
Todo su entorno en el suelo es verde porque son sembradíos de cebollina, rabanitos, camote, calabaza, pepino y muchas otras legumbres, mientras que en las alturas están los árboles de aguacate, papaya y plátano; a su casa llega toda la gente del pueblo a comprar lo que necesita para preparar sus alimentos.
Si le piden un manojo de rabanitos, lo saca de la tierra, al igual que el cilantro o lo que sea, la gente puede incluso sacar ella misma lo que necesite, saben que es producto de calidad, limpio, sin químicos y bien cuidado, porque está cercado con alambre que los hijos se han preocupado en instalar para ver feliz a su señora madre, doña Eva.
Tiene su huerto y su granja
Desde que llega la gente a su casa, puede ver árboles frondosos y todo el pasillo lleno de jaulas de todos tamaños, en los que se aprecian gallos alaquines, gallos de pelea, gallinas ponedoras, palomas mensajeras, conejos, patos, pavos, etc., etc.
Esta mestiza amablemente invita al reportero a recorrer los sembradíos y los criaderos de estos animalitos, ver la forma en que, con un silbido, los pavos, gallinas, pollos, patos y palomas ya saben que es hora de la comida y comen en su mano alimento especial u hojas de los árboles, para la dieta es lo mismo.
Una de sus hijas la acompaña en todas las actividades diarias porque saben que, para dar un producto de buena calidad a toda la gente, tiene que cuidar sus sembradíos paso a paso, sin que les caigan las plagas o que no se meta algún animal, que al caso los tienen encerrados en diferentes espacios.
Cuenta esta mujer que al inicio fue muy duro quedarse sola con diez hijos, pero al saberse bendecida con tanto vástago decidió emprender el camino y empezó trabajando aseando casas en Mérida; sin embargo, tampoco los podía dejar solos tanto tiempo y así empezó, sembrando poco a poco hasta que su casa quedó convertida en un huerto enorme en el que la gente de Chumayel puede encontrar lo que busca, incluyendo huevos de sus gallinitas ponedoras.
Por ello, reitera que no hay necesidad de que la gente salga de su comunidad, de ir hasta Mérida a comprar su despensa, porque en su huerto encuentra todo lo que necesita y esto le da la felicidad que requiere para seguir adelante ahora, ya rodeada de sus diez hijos.
Urde hamacas, teje y borda
Sin embargo, no sólo es campesina; doña Eva es todo un estuche de monerías, es decir, en sus tiempos libres –junto con su hija y sus hijos– urden hamacas, borda, teje y ya después descansa un poco, medita lo que hizo durante su día para, nuevamente al día siguiente, empezar la misma rutina que la mantiene firme y viva.
Finalmente pidió que, a través de las líneas del POR ESTO!, la gente de otros pueblos o ciudades vayan a visitarla, que si les gusta un animalito ella se los vende o si quieren llevar frutas o verduras, también.
(Texto y fotos: José Luis Díaz Pérez)