Yucatán

Un ladrón muy educado

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Podemos contar con los dedos de las manos a los ladrones educados. Son por lo general violentos e insensibles que nos despojan sin piedad alguna de nuestras pertenencias. Yo mismo sufrí esta indignante experiencia hará unos tres o cuatro años mientras caminaba por el rumbo de Plan de Ayala Norte, en los alrededores del Instituto Tecnológico de Mérida. Serían las cuatro de la tarde cuando un sujeto (seguramente drogado) me preguntó la hora. Pero antes de que yo le informara me arrebató el reloj y escapó como alma que lleva el diablo a pesar de las mentadas de madre que le dirigí y que no pude reprimir. A un antiguo compañero de escuela (hoy culto Abog.) lo asaltaron, por ese mismo rumbo, una noche de hace nueve o diez años y lo despojaron de su portafolios y además le lesionaron una pierna. Pero estos ladrones fueron muy rudos y no se les puede llamar de ninguna manera “educados”, si es que un delincuente puede aspirar a la educación.

Y esto nos recuerda la vieja leyenda mexicana de aquel ricacho don Juan Manuel de Solórzano en los tiempos virreinales, quien había arribado de España y pensaba que su esposa lo engañaba con un sobrino. Parece que don Juan Manuel, como el Fausto de Marlowe y de Goethe, hizo pactos con el diablo (no precisamente Mefistófeles) y éste le ordenó asesinar a todo bicho viviente que se cruzara en su camino en mitad de la noche. Don Juan Manuel no era ningún vulgar asaltante sino algo peor: un homicida perturbado; pero que era educado, no se le podía regatear. Y es que en mitad de una de aquellas frías noches en la Nueva España asomaba de entre las tinieblas y le preguntaba a su futura víctima:

-Perdone usarcé ¿qué horas son?

-Las once -respondía el otro.

(Concluirá mañana)