Muchos hijos pasarán este Día del Padre entre tristeza, desasosiego y dolor por la repentina partida del ser querido.
“Fue muy doloroso saber que de un día para otro ya no estás, no te pude decir adiós, pero sabrás que en mi corazón estás presente todos los días hasta que nos reencontremos, te amo”, afirmó María López, cuyo progenitor falleció por complicaciones del COVID, lo mismo que otros 205 padres de familia.
Por temor al estigma y rechazo social, nuestra entrevistada se negó a que le tomáramos fotos, pero accedió a platicarnos su dura experiencia.
“Ayer fue mi papá, mañana puede ser el tuyo, cuídate, cuídalos, ayúdense y protéjanse del COVID”, dijo.
María compartió que, a pesar de que su padre se fue de este mundo los últimos días de mayo, aún le quedan ciertas dudas y reclamos a la vida, a Dios que se lo arrebató a los 60 años de edad, cuando aún comenzaba a disfrutar de su jubilación y del tiempo libre que tanto añoró, luego de cubrir largas jornadas como obrero.
Ella se encontraba en su trabajo cuando su hermano le habló a su celular para comunicarle que su padre no podía respirar bien, le dolía el pecho y se agitaba mucho al caminar, no obstante que acostumbraba caminar por las mañanas, se alimentaba bien e incluso regañaba a sus hijos cuando comían botanas y tomaban refrescos embotellados.
Llevado al HRAEPY
El hermano le platicó que lo llevaron a una clínica particular, donde lo atendieron en un área especial, esperaron por más de hora y media, cuando les informaron que su padre sería trasladado al Hospital de Alta Especialidad (HRAE) porque sospechaban que tenía COVID.
La familia entró en pánico, no sabían si el padre era el único con el virus o si alguien más lo tendría; dieron parte a la Línea de la Salud y en seis horas llegaron varias personas, los confinaron y un hermano que vivía en otro predio fue el que se encargó de ser el enlace entre la familia y el hospital.
Los médicos del hospital decían que se recuperaría con el paso de los días; sin embargo, un conocido que trabaja en ese nosocomio les informaba sobre su estado de salud, les dijo que su padre estaba aislado, sentía mucho dolor, estaba intubado y en el transcurso de las semanas se fue debilitando y falleció.
Ni velorio ni funeral
No hubo velorio ni funeral; la funeraria recogió el cuerpo en el hospital, lo llevó a cremar y les entregaron una bolsita con sus cenizas.
Una vez en casa, colocaron las cenizas junto con una veladora, donde en familia le rezan a la Virgen de Guadalupe por su eterno descanso, le piden que no se preocupe por ellos, que están libres de COVID, pero no bajan la guardia.
“Este Día del Padre aún sentimos su presencia porque aún no nos hemos resignado, queríamos celebrarlo con su comida favorita, los papadzules, y su agua de horchata; ahora viviremos el Día del Padre como un día normal, hasta que podamos darle cristiana sepultura en el cementerio y nos despidamos de él”, concluyó.
(Melly Manzanero)