-Cuando me dijeron que mi hijo de 24 semanas de gestación venía con varias discapacidades, los doctores propusieron acabar con su vida, pero mi corazón se negó y ahora él es un niño feliz, afirmó René Prado Téllez.
Contó que a los 27 años, fruto del amor a su esposa Chantal Guillermo, concibieron al que sería su primer hijo varón; los primeros cinco meses de gestación fueron normales, pero al sexto mes el producto desarrolló ciertas anormalidades que alertaron a los médicos y sugirieron a los padres interrumpir el embarazo.
“Cuando escuché la palabra “interrumpir” sentí un gran dolor, pero mi corazón se negó; mi esposa y yo decidimos recibirlo y amarlo como él sea”, dijo.
Un 10 de diciembre del 2009, el pequeño José René llegó al mundo con una discapacidad aun no identificada que se asemeja al síndrome de Klineferter, que le hizo modificar toda su rutina, para que el bebé estuviera vigilado y cuidado las 24 horas, los siete días a la semana.
Con un bebé especial, la vida de pareja se dividió porque tuvieron que aprender a enfocarse en el bebé, sus cuidados, atenciones, medicamentos, consultas, sobre todo cuando había situaciones de crisis: dejaba de respirar, tenía convulsiones y tenían que dejar todo para correr al hospital.
El entrevistado narró que su hijo tenía un año de edad cuando le detectaron una serie de problemas y necesitaba una operación de alto riesgo de corazón abierto, pues solo el 10% de los que se operaban resistían la operación.
Don René, con tristeza recuerda que tuvo que vender muchas cosas, empeñar sus anillos de boda y solicitar ayuda de amigos, familia y del DIF Yucatán, para poder irse casi un mes a un hospital en la Ciudad de México para los preparativos, chequeos, operación y recuperación de su hijo.
Por fortuna, el niño resistió la operación, su calidad de vida mejoró con sus terapias psicomotrices que lo han ayudado a caminar, así como sus terapias de lenguaje que le permiten darse a entender con los demás.
José René está estable, no toma ningún medicamento y comparte su vida con sus dos hermanitos: Francisco Andrés de 8 años y Cristina Renata de 4, quienes lo cuidan, protegen, lo incluyen en sus actividades y juegos, y lo motivan a ser más sociable y cariñoso.
Nuestro entrevistado consideró que los padres que tienen un hijo con discapacidad no deben de rechazarlo o hacerlo a un lado porque ellos no pidieron venir así; deben amarlos, protegerlos, cuidarlos para hacerlos poco a poco autosuficientes o de no ser así, dejarlos en las mejores condiciones.
“Soy muy feliz, amo a mis hijos especialmente a José René y si en la otra vida me dieran a escoger a mis hijos, lo volvería a escoger a él en lugar de uno “normal”, finalizó.
Francisco y Alejandría
-Cuando Alejandría llegó a mi vida, supe que desde ese momento dejaría de estar solo, afirmó Francisco Renán Díaz Gómez, papá soltero y microempresario.
Francisco estudiaba la licenciatura de Administración de Empresas cuando se hizo papá; él tenía muchos proyectos, pero en lugar de rechazarla, su amor de padre lo impulsó para llevar las riendas de su vida y seguir adelante.
Francisco señaló que decidió dedicarse a la peluquería porque le permitía tener a su hija con él, sabía que si entraba a trabajar a una empresa formal no tendría tiempo ni de cuidarla ni de atenderla y en ese entonces no podría ingresarla a la guardería porque era uso exclusivo para mamás.
El entrevistado consideró que como papá soltero se le cerraron muchas oportunidades porque las mamás solteras tienen más oportunidades de apoyo, trabajo y beneficios que a un papá no le conceden por ser hombre.
En la estética tenía a su hija constantemente vigilada y en muchas ocasiones las clientas, mientras esperaban su turno les encantaban pasárselas de brazo en brazo para cuidarla en lo que el papa trabajaba.
Cuando la pequeña Alejandría entro al kínder, Francisco retomó sus estudios en administración, el cual se le hacía muy complicado porque tenía que levantarse a las cuatro de la mañana, preparar la pañalera, los útiles escolares, para en punto de las ocho de la mañana dejarla en la escuela y correr a alcanzar sus clases.
Los compañeros de la escuela se burlaban de él porque tenía que decidir entre divertirse o atender a su familia, que era su hija, y a él le dolía porque sentía que lo hacían a un lado, lo rechazaban, pero con los años se dio cuenta que había tomado la mejor decisión, que era quedarse con ella.
Francisco manifestó que desde muy pequeña, su hija ha recibido apoyo psicológico para sobrellevar la ausencia de la madre, a quien ve ocasionalmente y actualmente ambos están conscientes que ellos dos son una familia y deben de luchar juntos para superarse.
Cuando la pequeña entró a la primaria, muchas mamás se sorprendieron porque era el único varón que acudía a las juntas, festivales, actividades, reuniones, bailables, etc.
Al continuar con sus estudios universitarios, Francisco comenzó a tener muchos problemas con las materias, porque se le hacía muy difícil atender a la pequeña, cuidarla, estudiar, trabajar y muchas veces se quiso rendir pero una maestra le dijo: “Alejandría no merece estar sentada esperándote, ella debe estar en su casa”; esas palabras retumbaron en él para no claudicar, seguir esforzándose y continuar con sus estudios.
“Fue muy difícil, me iba a la prepa con mi hija, estudié la carrera acompañado de mi hija y me gradué teniéndola a ella”.
Además del estilismo y la licenciatura en administración, Francisco estudió diseño de modas, su otra pasión, y comenzó fabricar prendas regionales, que vendía en las presentaciones de jarana en las que participaba su hija.
El entrevistado manifestó que durante el confinamiento tuvo que cerrar su estética, pero en lugar de aburrirse, aprovecharon el tiempo para confeccionar pedidos de hipiles y otro tipo de prendas tanto para hombre como para mujer.
Con orgullo, Francisco afirmó que a pesar de que su vida no ha sido fácil, se decidió a romper la cadena familiar que lo traumó desde pequeño, porque su familia se desintegró y lo abandonaron, por lo que se tuvo que quedar a vivir por varios años en el CAIMEDE.
Francisco siempre he estado en contra de las parejas que cuando se separan se olvidan de los hijos, porque a estos les duele, lo sienten, hay que pensar en ellos, porque las parejas se van pero los hijos se quedan.
“El mayor consejo que yo le puedo dar a un padre es que un hijo no es un impedimento, sino que es el motor que te impulse para hacer las cosas”, finalizó
A sus 33 años, Francisco se siente íntegro, feliz y contento de llevar un vínculo afectivo muy fuerte con su hija que le permita disfrutar, convivir, trabajar y pensar en un futuro que los impulse a seguir adelante y ser cada día mejores.
La pequeña Alejandría ya es una adolecente de 13 años; dijo que le gustaría ser veterinaria y afirmó que con el consejo y ayuda de su padre seguramente podrá lograrlo.
(Melly Manzanero)