Yucatecos y visitantes nacionales tienen algo en común cuando dejan la ciudad de Mérida vía aérea: llevan consigo productos locales tales como recados, salsas o la repostería típica como bolitas de queso crema, hojaldras, así como la popular rosca brioche. Hay quien lleva longaniza de Valladolid, y hasta hace poco la tradicional cochinita congelada que se expendía en el aeródromo.
Julia es oriunda de Torreón, trabaja en un laboratorio, pero cada que puede viene a visitar a su amigo yucateco. Le han gustado tanto los sabores de la región que no duda en llevar en su equipaje documentado diversos productos de la cocina tradicional para degustar en su casa con sus familiares, a quienes también les gustan los sabores condimentados, especialmente la longaniza de Valladolid.
“No he tenido problema para llevar los comestibles; los envuelvo muy bien con periódico y aguantan sin problema. En el avión hay una temperatura más baja, así que llega todo en muy buen estado”, explicó. De igual manera, lleva su rosca brioche porque reconoció que a sus familiares les gusta mucho el pan, así que los consiente con productos del sureste. Así como ella, Juan, quien se va unos días a la Ciudad de México, también lleva cuatro paquetes de bolitas de queso crema para compartir con sus amistades del centro del país, quienes “me piden que les lleve cada que voy, así que ya es como una costumbre para mí, venir al aeropuerto y comprarlas”.
Ángel y Luis también viajaron con una maleta de mano, si bien con dos roscas, porque tienen familiares a quienes les llevan un detalle “como siempre que vienen les gusta comerla pues cuando nosotros vamos los llevamos y se acaba bien rápido, por eso ahora estamos llevando dos”. Lamentan que en el aeropuerto de la Ciudad de México no haya una tienda para comprar este tipo de productos.
La señora Leticia comentó que cada que sale de viaje en el país, le gusta llevar un detalle a sus conocidos, “ya sea hojaldritas, bolitas de queso o la rosca brioche, es lo que más compro. Una vez llevé pan de sandwichón a Seattle, y me lo robaron, no supe cómo. Yo lo puse en el compartimento superior del avión, cuando llegamos y agarré mis cosas, ya no estaba, el servicio de la aerolínea fue pésimo; fingieron no entenderme. Yo iba a preparar el sandwichón allá para mi hija y me dio mucho coraje que desapareciera el pan”.
SY