La información esta casa editorial ha dejado un legado en varios hogares progreseños, en los que llega un ejemplar cada mañana.
Uno de estos casos es el de José Antonio Cámara Díaz, lector de Por Esto! y propietario de la tienda de artesanías “Mundo Marino”, quien guarda como parte de sus codiciados tesoros varios reportajes, cuyo protagonista ha sido su padre.
“No me gustaba, pero mi papá siempre me inculcó el gusto por la lectura con el periódico Por Esto!, podría decirse que terminé heredando ese gusto que mi padre tenía por sentarse en la puerta del negocio para enterarse de lo que pasa. Hoy hago lo mismo, somos lectores desde antes de que abriéramos esta tienda y eso que es la más antigua de Progreso si se trata de artesanías”, indicó.
Parte de los momentos de la historia del fundador de “Mundo Marino”, el fallecido Luis Alfonso Cámara Sánchez, fue por ejemplo el título que le concedió la Canaco en la década de los 90 como “comerciante del año” en Progreso.
“Comencé a guardar cada noticia donde estaba mi papá, hoy recuerdo todas esas fechas a través de las páginas del periódico, ahí está el verdadero valor de un medio como éste”, dijo.
Otro caso es el de Jorge Melchor Castro Macías, de 71 años de edad, que ha dedicado gran parte de su vida a vender el periódico en la calle 78 con 27 del Centro de la ciudad. Empieza su jornada desde las cuatro de la mañana para vender periódicos a partir de las seis. Asegura se acaban en menos de media hora ante la demanda de los progreseños.
“La gente se pelea por los periódicos, nadie quiere quedarse sin su ejemplar porque así como yo, ellos han activado un reloj biológico donde Por Esto! forma parte de su rutina, a mí si me quitan este trabajo vendiendo los periódicos me quedaría vacío, es mi motor de vida”, aseguró.
La jornada para don Jorge comienza a las 4:00 horas de la mañana con un café y el camino a pie con una silla de madera rumbo a las oficinas de la corresponsalía, en la calle 33 con 78 del Centro, cargando él mismo los ejemplares para comenzar a venderlos conforme el Sol cubre el cielo de la ciudad.
“Me he encontrado a todo tipo de clientes; hubo un joven que siempre venía por tres ediciones, una vez le pregunté si los leía todos y me dijo que en realidad los repartía entre su familia y vecinos, situaciones así ya son cotidianas para mí”, recordó el vendedor.
Síguenos en Google News y recibe la mejor información
CC