Guillermo Bernardino Pérez Pérez, de 97 años de edad, se encuentra “postrado” en su hamaca desde hace un año porque en el Hospital Agustín O´Horán de Mérida le hicieron, al parecer, una mala operación de cadera.
No sólo está inválido, sino también ciego desde hace 23 años por la enfermedad de glaucoma, que le causó la pérdida de la visión por un grave daño del nervio óptico.
En esta condición vive en una de las casas vulnerables de techos de lámina y revestimiento de paredes con retazos de madera, lona y cartón, en el Lote 7, en la sección Los Tamarindos, de la invasión de la Emiliano Zapata Sur III.
En medio de la pobreza, su hija Vilma Pérez Sánchez, enferma del nervio ciático, le da de comer y lo ayuda a levantarse de la hamaca para ir al baño. Cuando llueve, el anciano tiene que cuidar de no mojarse por una terca gotera que cae cerca de él.
Él nació en Peto, Yucatán, y a los 14 años, cuando falleció su padre, se fue a vivir a Mérida, donde trabajó en una cordelería y más tarde, ya en la juventud, emigró a Campeche, donde por varios años fue recolector de chicle de zapote, hasta que un día se cayó del árbol y se lesionó la columna vertebral.
Hasta Yobaín
Una de sus hermanitas lo trajo a Mérida para atenderlo y lo llevó a Yobaín, donde corría la fama de un gran “sobador” y fue precisamente en esa población donde sucedió el milagro.
“Solamente usó estos dos dedos”, dijo don Guillermo, refiriéndose al índice y al dedo medio. “Me enderezó la columna y salí de ahí caminando. Es más, me dijo que luego tendría fuerzas para ir al mercado Lucas de Gálvez. Y así fue, salí como nuevo luego de cuatro meses de andar con un fuerte dolor, que incluso me impedía caminar. El día en que fui al sobador hasta me tuvieron que cargar unos amigos para ayudarme a subir al camión”.
Don Guillermo a esta edad sigue tan lúcido como en la juventud. La pierna derecha ayuda a la otra pierna para levantarla. Se toca la cicatriz que dejó la operación y lamenta mucho no poder caminar.
“Creo que el doctor que me operó me dañó algún nervio, pues desde el día 4 de junio que me operó aún no puedo caminar”, recordó.
También fui víctima de abuso, porque nadie me dio razón por qué me colgaron una botella del pie izquierdo, que hasta me laceró uno de los dedos donde estaba atado. Cada vez que le preguntaba a la enfermera las razones por las cuales tenía esa botella en la pierna ella decía que era el tratamiento del doctor, dijo.
Su hija, sentada cerca de él, dice que ha pasado tanto tiempo que no se acuerda quién fue el doctor que operó a su papá, pero es ahora, luego de un año, cuando se dieron cuenta que la operación no funcionó.
Don Guillermo muestra que en la pierna derecha también tiene una enorme cicatriz que dejó una operación -donde la incrustaron un clavo- por una fractura. En este caso, la operación se le hicieron en Campeche y tal como el doctor pronosticó, en siete meses ya estaba caminando.
Vilma dijo que su padre es una persona lúcida a pesar de los años que tiene y que por la ceguera se cayó y se fracturó la cadera, de la cual no sana todavía.
Invasión
Don Guillermo preguntó si todavía vive el doctor o sobador de Yobaín. “Eso fue hace ya 70 años, ahora son sus hijos y sus nietos los que hacen el trabajo y no sabemos si son tan buenos como el abuelo”, dice su hija.
Por ser asentamientos irregulares las casas son endebles, la mayoría de láminas de zinc y tablones, lonas y madera, los suelos son de tierra y algunos tienen pisos de cemento.
Donde vive el señor Guillermo es de láminas de zinc, donde a eso del mediodía, el calor es sofocante. Cerca de él tiene un ventilador para aliviarse de bochorno.
En la sección Los Tamarindos hay 47 familias en condición vulnerable. A pesar de las limitaciones algunos cuentan con el servicio de cable, tienen energía eléctrica y tomas de agua potable multifamiliar.
Sin embargo, don Guillermo tiene el deseo de buscar una alternativa para sanar, incluso no descarta la posibilidad de acudir a la Cruz Roja de Mérida, donde dicen que hay buenos ortopedistas y que pudiera resolver el problema de su pierna izquierda.
Con voz tenue se lamenta de su condición, pues quisiera salir a caminar como lo hizo durante los 43 años que fue ejidatario, cordelero en su juventud o trabajador del chicle.
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CC