Yucatán

Ejidatarios de Celestún celebran triunfo ante Kekén; recorren 8 kilómetros de tierras recuperadas

Llenos de felicidad y orgullo, un grupo de ejidatarios de Celestún vuelven a recorrer sus tierras luego del intento de despojo por parte de Kekén
Los campesinos encontraron un cenote y dos aguadas entre las tierras que Kekén intentaba despojar / Nadia Tecuapetla

Armados con dos botellas de agua colgadas al hombro y un machete para abrir camino en el monte, un grupo de ejidatarios de Celestún recorrió alrededor de ocho kilómetros, en medio del rancho Los Limones, para llegar hasta los linderos de la empresa porcícola Kekén y reconfirmar, con evidente alegría, que esas tierras ahora les pertenecen de nuevo.

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Máximo Cauich Solís, de 61 años; Pedro Alberto Maldonado Canul, de 73; Héctor Arsenio del Ángel Ávila, de 73, y Saúl Rodríguez Gutiérrez, de 50, sonrieron al final del recorrido, llegando al alambrado de púas que limita ese paraje con lo que Kekén pretendía arrebatarles a la mala. Como POR ESTO! informó ayer, el Tribunal Unitario Agrario (TUA) ordenó en su sentencia definitiva a Kekén que le devuelva a los ejidatarios 158 hectáreas de un supuesto traslape de tierras. El juzgador ordenó a la empresa, acusada de contaminación ambiental, desalojar los terrenos, pues, no hacerlo, incurriría en desacato y obligaría a usar la fuerza pública para quitárselos.

Felices con la noticia, estos ejidatarios, la mayoría de edad avanzada, expresaron su satisfacción al observar que la autoridad ejidal federal actuó de manera correcta y justa. Agradecen por ello, ya que las tierras recuperadas ahora serán parte del legado que dejarán a sus nietos y a las futuras generaciones.

Los comuneros recorrieron durante dos horas los caminos pedregosos, rodeados de árboles endémicos como zapote, cedro, guano, chucum y otros más. Durante el trayecto, Máximo se encargó de llevar las dos botellas de agua amarradas con una cuerda para colgarlas al hombro. También llevó consigo un machete como precaución para abrir camino si fuera necesario.

Máximo y Héctor eran los únicos que tenían zapatos tenis; los otros dos caminaban con “chancletas”. Al atravesar el Rancho Los Limones, en ese recorrido encontraron un cenote y dos aguadas, donde se detuvieron para observar la naturaleza y tal vez pensaron que Kekén podría haber dañado definitivamente este entorno con el nivel de contaminación que genera en el manto freático.

Expertos, como son en temas del campo, pudieron notar las huellas que dejan los venados, y hasta a lo lejos se pudo escuchar el graznido de patos y pavos de monte. Sin duda, dijeron, aquí podría haber hasta tigrillos y muchos otros animales que caracterizan a Yucatán.

Luego de tanto caminar, encontraron que los límites que dividen el paraje con las tierras que pretendía apropiarse Kekén son una larga albarrada y alambre de púas. Sin embargo, no pudieron atravesar el alambrado, ya que tenían ante su vista un largo trecho de monte cerrado por árboles y arbustos. Solo desde Google Earth fue posible observar que las naves de puercos estaban a tres tantos más de caminata desde el punto de la línea divisoria hasta ese sitio empresarial.

Frente el alambrado y a punto de retornar, Héctor Arsenio del Ángel Ávila, el campesino más viejo, se dijo orgulloso de la sentencia que demuestra que a Kekén, a pesar de su poder económico, se le puede vencer en un juicio agrario. Estas tierras, que han estado en manos de los ejidatarios desde el reparto de finales de los años 1930, vuelven a ser suyas, según la determinación del fallo del 26 de enero.

Héctor dijo que considera que el Gobierno federal los está ayudando bastante con este fallo y añadió que, al estar andando en el monte y poder identificar los límites de las tierras ejidales, siente orgullo y satisfacción de ganar una batalla al gigante empresarial.

Es por ello, que el ejidatario de 73 años de Celestún, celebró la reciente decisión del Tribunal Unitario Agrario que obliga a la empresa porcícola Kekén a devolver 158 hectáreas a ejidatarios, luego de un proceso judicial por despojo de tierras.

Otra batalla pendiente

Bajo la sombra de los árboles, Héctor Arsenio del Ángel Ávila agradeció el fallo, y lo consideró “un triunfo”. No obstante, mencionó que aún tienen otra batalla en los tribunales relacionada con la expulsión injustificada de más de 70 ejidatarios del padrón. Esta lucha busca recuperar 3 mil hectáreas comunales que fueron vendidas a Kekén a través de prestanombres.

En sus palabras, Héctor reflejó la esperanza de ganar esa nueva batalla que está en tribunales ante el despojo. Por lo pronto, así como el camino que recorrieron en el monte, al caminar dos horas, confían en que las fuerzas alcancen para ver el siguiente fallo.

Pausado, pidió al Gobierno seguir apoyando legalmente a los ejidatarios para recuperar las más de 3 mil hectáreas que aún controla Kekén y que originalmente eran propiedad comunal. Además, señaló que “No es mentira, somos testigos de que la comisaria Luz del Alba Solís expulsó a más de 70 del padrón”.

Continuaron su regreso, Héctor comentó que el actual líder ejidal, Manuel Mijangos, conocido como El Conejo, es familiar de Luz del Alba. Aunque celebran el triunfo evidente con el fallo reciente, reconocen que aún falta otro por llegar, pero esta vez involucra a los líderes ejidales.

Aclaró que la lucha principal es contra Kekén, una empresa que, donde se asienta, daña la naturaleza. Expresó preocupación por la posible desaparición de elementos naturales, como el cenote y las aguadas, debido a la contaminación del agua con desechos de cerdos que se filtran a través del suelo hasta Celestún, y ponen en peligro a la población que consume esa agua.

Con 73 años a cuestas, Del Ángel Ávila afirmó que continuará la lucha legal hasta sus últimos días de su vida. Ya cansado, regresó junto con sus compañeros al camino principal que conecta la carretera hacia Chunchucmil, una antigua ruta hacia Maxcanú, enlazando con Campeche.

Ahora sí, apartó el pedazo de madera que le había servido como bastón durante la caminata, renovando su ánimo para regresar a Celestún, plenamente satisfecho por haber presenciado, con sus propios ojos, la recuperación de la tierra, su tierra.

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LV