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Campeche

Cacería por usos y costumbres

Casi impenetrable en su cultura, su tradición y sus secretos, la cacería en Campeche perdura y se transmite de generaciones en las comunidades mayas, algunas veces para saciar el hambre y otras como una forma de hacerse de dinero, pero nunca como deporte, del cual las autoridades se mantienen al margen bajo el argumento de usos y costumbres.

En una de las comunidades Mayas de la región de los Chenes, permitieron a Por Esto! conocer los secretos de la caza, caminar entre las veredas, bajo las montañas, entre los pastizales y cultivos hasta estar frente a frente con la presa.

De acuerdo a la Secretaría de Medioambiente y Recursos Naturales en Campeche, las uMa, se establecen a partir de 1997 en el Estado, con la entrada en vigor del “Programa de Conservación de la Vida Silvestre y Diversificación Productiva en el Sector Rural 1997-2000”.

Actualmente están registradas 125 uMa (85 extensivas y 40 intensivas) que cubren en conjunto 8, 270.61 kilómetros cuadrado, correspondiente al 14.3% de la superficie total del Estado.

Las uMa de modalidad extensiva cubren el 99.7% de esta superficie, distribuidas en 10 de los 13 municipios del estado, pero el 70% de estas se localizan en los municipios de Calakmul, Hopelchén y Cakiní.

El 51% de las uMa son de propiedad ejidal, en conjunto éstas ocupan alrededor del 70% de la superficie de las uMa en el estado y debido a que las propiedades ejidales se sobreponen a las áreas sujetas a conservación, el 20% de las uMa se encuentra parcialmente dentro Áreas Naturales Protegidas.

En Campeche actualmente se aprovechan de forma extractiva 77 especies nativas silvestres, de aves 40; mamíferos 17; reptiles, 4; plantas ,16 y dos especies exóticas (Branta canadiense y Sus scrofa) en el municipio de Ciudad del Carmen.

La principal actividad de una uMa es el aprovechamiento cinegético, aunque se realizan otras actividades como la comercialización de aves y orquídeas.

Para los pobladores, las uMa es un negocio grande al cual no tienen acceso, “traen gente de otro lado para cazar y nadie los vigila, solo presentan documentaciones para trámites y se meten al monte donde ellos quieran”, indicaron.

Rechazaron que haya extinción de las especies, pues en una redada caen mínimo tres venados, aunque en ocasiones hasta cinco, incluidos puerco de monte o pavo de monte, este último reconocen que es difícil cazarlo.

En la comunidad todos poseen escopetas, las calibre 16 y 20 de municiones, nunca han tenido problema con la policía estatal, municipal o con los soldados, porque la mayoría se dedica al trabajo del campo y sus rifles son una herramienta más de trabajo.

La cacería

Entre la comunidad, una vez haber sido aceptados en la cacería en cuestión de minutos se congregaron 12 tiradores, la mayoría jóvenes, algunos de 14 años, el más viejo de 60, entre ellos los que nunca fallan un disparo, lo que hace que la caza sea garantía, pero necesitan de los perros.

Los perros, de la raza sabueso, emergieron del patio de sus casas con sus ladridos, como oliendo desde ahí al animal, una breve revisión y ajuste a los tornillos de las escopetas, fue suficiente para echarlo al hombre y seleccionar el lugar menos explorado.

Trazado el mapa en la mente, emprendieron la salida a bordo de una camioneta, la única preocupación en sus mentes es cuántos animales cazarán, nunca del posible peligro de una serpiente o perderse en el monte.

Datos de la Semarnat, indica que el Estado cuenta con el 3.29% de la superficie forestal del país (4.7 millones de hectáreas), lo que lo ubica en el lugar número 15, en cuanto a la superficie de selvas, Campeche tiene 3.3 millones de hectáreas y únicamente es superado por el estado de Quintana Roo (3.7 millones de hectáreas).

Por ello lo que menos preocupa a los cazadores es la extinción de la especies, según se dan el lujo de elegir el tamaño de la presa a disparar, aunque reconocen que a diferencia de años anteriores, ahora también le disparan al tejón, lo que antes pasaba desapercibido.

Tras 25 minutos de camino en carretera estatal y otros 20 minutos sobre terracerías, potreros y llanuras, finalmente se llegó al lugar de la caza, donde emergen ranchos, maizales y reservas forestales desde 80 hectáreas hasta 800, donde un siervo es casi insignificante.

La táctica

Con la única recomendación de ubicarse en el camino del venado, mientras otro grupo con los perros realizan la batida, afloran la paciencia, la agudeza visual y del oído, donde es capaz de escuchar los latidos del corazón y la respiración, para distinguir los pazos de algún animal con el chillido de un pájaro.

No siempre se tiene contacto visual en la primera oportunidad, incluso los animales pueden tomar otro camino y literalmente se quedan con la escopeta al hombro, sin embargo bajo la humedad y la sombra de los árboles, las horas transcurren sin sentirlo. Finalmente se busca una nueva zona.

La única recomendación, no al pavo ocelado, aunque es difícil de verlos, advierten que es una especie prohibida su captura.

El pavo ocelado (Meleagris ocellata) es una especie endémica de la región de la península de Yucatán, se distribuye actualmente en los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo en México.

Campeche es el estado con las poblaciones más grandes de pavo ocelado, lo cual se ve reflejado en el tamaño de las parvadas que se encuentran, el rasgo de vida gregaria es inusual en las selvas. Se supone que provee ventajas a los individuos contra los depredadores, pero, al mismo tiempo, los hace más fáciles de detectar, lo que hace que sean un trofeo para la caza deportiva.

El objetivo es el siervo, es la de mayor demanda e incluso de personas foráneas, por lo que en una segunda oportunidad en una nueva área, se realiza la segunda batida, y en menos de dos horas, se escucharon los estruendosos sonidos de las escopetas, tres en total, esporádica, de entre 20 minutos de diferencia y la última de casi 40 minutos.

El resultado, dos disparos dieron en el blanco y uno fallido, debido a la hora se inició el retorno a la comunidad, un resultado para ellos aceptable, aunque esperaban tres o cinco. Al final, la distribución equitativa entre todos los participantes, como parte de los usos y costumbres.

(Nicolás Guzmán)

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