Campeche

David Burelo

La cultura del consumo ha sustituido cualquier indicio de lo que significa o debería ser un acto cultural, puesto que solo busca el beneficio del mercado y no de los que lo realizan o lo ejercen, pues estos se ven sometidos a una lógica en la cual la compra masiva de objetos satisface algo, que no saben muy bien qué es.

En el marco de un país que busca más y más hacer fuerte la economía de sus ciudadanos, comienza a cuestionarse cuánto de esto impulsa la idea de una cultura de consuma, en la cual el recurso obtenido, en lugar de servir para atender las demandas de las familias, se desvíe para complacer otras necesidades que no son cuáles.

Por lo tanto, lo cultural o “alta cultura” o lo que en los medios se conoce como “Cultura” queda de un lado, pues el comercio, el capital, el crecimiento monetario de los grandes empresarios, sigue siendo primordial para los poderosos y las personas se ciñen a esta lógica, por un deseo incontrolable que le fue implantado en un proceso lento, pero seguro de varios años.

Consume el mercado

El teórico de los medios de comunicación, Norbert Bolz, distingue en su obra El manifiesto consumista tres estadios en la cultura del consumo. En el primero el cliente busca el producto. Lo que cuenta es la necesidad y su satisfacción. En el segundo el producto busca al cliente, domina pues la sobreabundancia y el estímulo del deseo. En el tercero el consumidor mismo se convierte en producto. Lo que importa es el sentido y la identidad.

En este momento, es cuando el individuo o comunidad tendría que cuestionarse el porqué de esta necesidad, hacia dónde se dirige todo ese dinero y qué podrían hacer con ello, en lugar de cimentar la compra de ropa, juguetes, etc… en exceso, cuando podrían invertirlo para crear otro tipo de deseo en sus familiares, amigos y conocidos.

Como bien señalan Judith Cavazos Arroyo, Rogelio Puente Díaz y Antonio Carlos Giuliani en “El Futuro de la cultura de consumo en América Latina. Posibles caminos y consecuencias”, “Este proceso tiende a ser estimulado para incentivar el crecimiento económico de los países, por lo que en buena medida ha resultado positivo incentivar una cultura de consumo ideada para los que poseen los mecanismos de acceso a los bienes (Bauman, 2000) y desarrollando mecanismos para insertar en ésta a los excluidos y marginados. Al consumo en sí mismo no puede anteponérsele un signo positivo o negativo, es inherente a la vida humana pero, considerando la actuación del consumidor vinculada a su capacidad para obrar y tener libre elección sobre sus decisiones de consumo desde su contexto sociocultural, cabe preguntarse ¿cuánto es suficiente?”

Por lo que es necesario plantearse si esta cultura de consumo que se está conformando en la Cuarta Transformación, podría llevarse a buen camino, para que además de beneficiar a las grandes, medianas, pequeñas y micro empresas, genere una apertura más a las clases que nunca pudieron acceder a algunos “privilegios”.

Los campechanos tendrían que repensar la manera de consumo que tienen día a día o en fiestas ocasionales o anuales, como es el caso de las fiestas decembrinas, pues en esta idea de consumir por consumir, no ven a futuro lo que representa la obtención de deudas o créditos, porque exceden son capacidad monetaria al por mayor.

¿Dónde quedó lo cultural?

Si bien, la cultura es un conjunto de situaciones en una sociedad, que las hacen distintas y demuestran sus diferencias como tales, el problema con la cultura del consumo es que no busca esta diferenciación, sino el establecimiento de una sola lógica, la cual muchas veces responde a los intereses del país o nación más poderosa del mundo.

En un estado, donde lo cultural está presente, pero que aparentemente le falta difusión, el bombardeo intencional de productos, de las ideas de consumo hipermediatizadas y desesperanza sin realizar tal acto, perjudica en la manera de pensar de estas personas que ya no buscan el beneficio de su comunidad, ni el de sus familiares.

Tanto el estado, como el Gobierno de México tendrían que repensar la manera en que están concibiendo la entrega de recursos a las personas, pues podría estarse redirigiendo el dinero a cosas que no son tan necesarias, como te lo hacen creer las instituciones, los dogmas o el mercado, a los cuales no les interesa que haya una reflexión profunda de la humanidad, por parte de las personas y ciudadanos.