CAMPECHE, Cam., 9 de febrero.- A más de diez años de haber sido restaurados el atrio y el templo de San Francisco, ubicados en el barrio del mismo nombre, a la fecha no han recibido mantenimiento integral y su infraestructura muestra el deterioro por el paso del tiempo.
La importancia del convento radica en que el templo religioso es patrimonio cultural e ícono principal de uno de los barrios de mayor antigüedad de la capital campechana, convirtiéndose en un punto de visita obligatorio de turistas, pero el abandono y la falta de interés de las autoridades ya comenzó a pasar factura al recinto y al mobiliario del lugar.
En las inmediaciones del convento franciscano se pueden observar diversos elementos en mal estado, tales como lámparas rotas y postes de energía eléctrica en el suelo, lo cual propicia el empobrecimiento de la iluminación durante las noches y hacen de este bello lugar un sitio lúgubre e inseguro.
Asimismo, el abandono del templo se ve reflejado en la descamación del revoco en su fachada. A pesar de ser visitada no sólo por la gran cantidad de feligreses, este templo sagrado llama la atención de turistas nacionales y de todas partes del mundo, por lo que su detrimento es lamentable.
Hace unos años, el párroco en turno intentó formar un patronato para cautelar el convento y dar mantenimiento y conservación a la infraestructura del templo de estilo franciscano, sin embargo las autoridades no se lo permitieron.
Se ha dicho que este conjunto religioso fue construido en el mismo lugar donde se asentara la ciudad prehispánica de Ah Kim Pech y en el sitio donde se ofreció la primera misa en tierra americana en el año de 1517, según constata una pequeña leyenda labrada en la columna conmemorativa levantada años posteriores a la a la entrada de la parroquia.
Aparte de ser un centro religioso, sirvió como defensa durante algunos asaltos piratas. Una de las principales historias que los antiguos pobladores del barrio de San Francisco aún relatan, es el asalto efectuado por el pirata William Parker en 1597, en donde, según la leyenda, los vecinos huyeron y se refugiaron en el convento para rehacer sus fuerzas y enfrentarse al invasor.