I parte
CAMPECHE, Cam., 5 de mayo.- Existen innumerables estudios antropológicos e históricos que refieren que los centros de abasto, conocidos como mercados públicos, tienen su origen en el México prehispánico, y que éstos, además de ser sitios generadores de economía, también eran y son lugares de encuentro y convivencia entre los habitantes de una comunidad o de determinada región del México Precolombino.
Sin embargo, existen evidencias de que, debido a la invasión o adopción de modelos económicos extranjeros y agresivos, financiados por el gran capital y promovidos por los gobiernos neoliberales, el mercado público y el pequeño o mini-comercio están en proceso de extinción, situación que se plantea casi como irremediable. Muy pronto, el pregón, podría ser acallado, eliminado y con ello parte de nuestra cultura campechana.
Gracias al trabajo de varios historiadores –indígenas y españoles- se sabe que, tras la conquista, los mercados públicos mexicanos no sufrieron grandes cambios, salvo que comenzaron a ser administrados por la autoridad española.
En el México moderno, los mercados públicos han constituido desde siempre sitios generadores de economía y de oportunidades de negocio, donde aún prevalecen costumbres como el intercambio de productos (trueque); donde el cliente y el comerciante, para ponerse de acuerdo sobre el precio de determinados productos, aún recurren al regateo.
Otra característica de estos establecimientos, que a la vista de los economistas son un modelo anacrónico destinado a desaparecer, es que contribuyen a preservar tradiciones importantes, al vender productos por los que las grandes cadenas o centros comerciales aún no se han interesado; los mercados también son los pocos lugares donde se pueden encontrar productos realmente orgánicos y frescos o sin haber sido sometidos a algún método de preservación.
A las nuevas generaciones de campechanos, ya no se les enseña o induce para que acudan al mercado para comprar sus alimentos, ahora se les lleva al supermercado o al centro comercial, en donde, además de víveres, se les induce a consumir cosas que ni siquiera necesitan.
El problema inició hace casi tres décadas, cuando nuestros políticos nos vendieron la idea de que la panacea económica para el país era la liberación del comercio y nos pusieron a merced de los grandes emporios comerciales del orbe. Las consecuencias fueron graves: La pérdida de nuestra soberanía alimentaria, el abandono del sector agropecuario y el empobrecimiento extremo de la población.
Las razones de los locatarios
El joven Jocsan Llorente Méndez Sustaita, es técnico optometrista, desde hace seis años ofrece sus servicios en el área conocida como La Sombrilla, en el Mercado Público “Pedro Sáinz de Baranda”.
Méndez Sustaita aseguró que proviene de una familia de pequeños comerciantes, actividad a la que tienen fe y prácticamente le deben todo lo que han logrado, construir su familia.
Nacido en Yucatán, en donde también tiene algunos pequeños negocios, aseguró que no pueden quejarse de lo generoso que ha sido con ellos esta noble actividad, aunque se dice preocupado por la situación que le ha tocado vivir en los últimos meses.
“Ayer abrí mi negocio por varias horas, pero al término de mi jornada, solamente pude recoger de mi caja un total de 76 pesos, producto de algunas reparaciones.
“Me fue bien, hay ocasiones, sobre todo a finales de quincena, en las que mejor ni abro el local pues tengo la seguridad de que nadie requerirá de mis servicios”, dijo el joven optometrista, quien además de vender lentes graduados, también los repara.
El locatario reconoce que no es el único que enfrenta este problema: “Lo que me está pasando, también le está ocurriendo al zapatero, al que reparaba joyas y relojes, así como a los negocios que venden abarrotes al menudeo. Ellos han sido los primeros en cerrar. Por eso hay tanto comercio vacío”.
“Hagan un recorrido por el interior de la nave principal –sugirió a los reporteros- ahí van a ver más locales cerrados. Eso no ocurría hace 15 o 20 años. Pero lo más grave es que los propios locatarios únicamente se han dedicado a observar en forma pasiva cómo se va marchitando el sistema de economía que les dio forma y modo de vida durante décadas.
“Y si nos referimos a las autoridades, que en este caso es el Ayuntamiento, podemos asegurar, sin equivocarnos, que únicamente les interesa el pago de impuestos, pues a pesar de que el “Pedro Sáinz de Baranda” está muriéndose, aún sigue generando diariamente miles de pesos para el Ayuntamiento de Campeche.
“Incuso los funcionaros que viven de los ingresos del mercado, ahora desprecian este sitio, de otra forma no se explicaría que lo mantengan siempre sucio, olvidado e inseguro. Estoy casi seguro que sus familias se surten de alimentos en el mall, pues ven con asco a nuestros mercados populares.
“Estas personas están equivocadas al dejar de impulsar el comercio popular, pues consideran que para modernizar nuestra ciudad y encaminarla en la ruta de la economía del primer mundo, se deben eliminar actividades económicas como el minicomercio y el comercio popular.
“Están equivocados, el comercio en pequeño, la tienda de abarrotes, el local el mercado público, también son generadores de economía; también generan derrama económica e impuestos. Pero además, todo ese capital se arraiga en nuestra comunidad y se traduce en bienestar para las familias.
“Caso contrario, el gran centro comercial casi siempre es de un consorcio que cotiza en las bolsas de valores y guarda sus ganancias en bancos extranjeros; que ve al recurso humano como un objeto más, pero no necesariamente como un activo, y que, en tiempos de crisis económica, no duda en retirarse o cerrar”, opinó nuestro entrevistado.
El mercado principal
Ante la ausencia de censo alguno, POR ESTO! llevó a cabo un recorrido por el mercado principal “Pedro Sáinz de Baranda”. Sin embargo, resulta bastante laborioso realizar un censo, de acuerdo a los datos proporcionados por los propios comerciantes del lugar, son más de mil los que tienen un local o sitio fijo, aunque algunos afirman que pueden ser hasta mil 300, aunque no todos están abiertos.
A pesar de encontrarse en pleno centro de San Francisco de Campeche, el “Pedro Sáinz de Baranda”, también enfrenta el problema del cierre de locales, debido principalmente a la ausencia de clientes. Sin embargo, en el área exterior aún prevalece el bullicio y el pregón.
Se estima que, directa e indirectamente, dependen de este sitio emblemático de la capital campechana por lo menos 5 mil familias, ya que hasta el más modesto comerciante, requiere del servicio de un empleado de medio tiempo o de quienes se dedican a la carga y descarga de productos.
Recelo y apatía
Junto con la pérdida de ingresos, también creció la desconfianza de los pequeños comerciantes hacia sus autoridades, y por qué no decirlo, hacia la prensa. Por ello, son pocos los que responden a los cuestionamientos del reportero de POR ESTO!
“Los puestos de comida sobreviven y seguirán existiendo, pues no se le ha ocurrido a ninguna cadena comercial internacional vender mondongo o frijol con puerco. Tampoco han encontrado la fórmula para fabricar el panucho en forma industrial o el taco o tranca de cochinita, de otra manera, ya hubieran acabado con la economía de miles de familias campechanas”, expuso Méndez Sustaita, quien acompañó al reportero durante su recorrido.
Erradicar el pequeño comercio, la meta: locatario
De acuerdo con nuestro entrevistado, no es mera casualidad que, mientras se incrementa el número de tiendas de conveniencia y se proyecta la construcción e instalación de nuevos centros comerciales, supermercados y tiendas departamentales, el gobierno le apuesta al exterminio del mercado popular y el pequeño comercio.
“Dicen que el comercio en pequeño o el mercado público está condenado a morir porque no se adapta a los cambios; porque en nuestros locales no tenemos terminales para quienes pagan con tarjeta o porque no hacemos uso del marketing, que en realidad no es otra cosa que una técnica manipuladora que sirve para engañar a la gente e inducirla a que consuma cosas que ni siquiera necesita”, opinó nuestro informante.
Desde la administración de Jorge González Valdez (2003-2009), no se han realizado labores importantes de rehabilitación o modernización de este principal centro de abastos construido en los años 50, con el propósito de garantizar el abasto de productos básicos a los habitantes de la capital campechana.
“Estamos ante una estrategia perversa. El gran consorcio comercial nos quiere erradicar y para ello está usando como cómplice al gobierno. Sin embargo, éste último no se ha atrevido a darnos la estocada, debido a que, aún moribundos, también somos una fuente generadora de millones de pesos, pues, también pagamos impuestos y servicios”, expuso Méndez Sustaita.
(Continuará)
(Texto y fotos Wilgen Lara Landero)