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'No le guardo rencor a nadie”

HUNUCMA, Yucatán, 31 de mayo.- “A pesar de todo lo que económicamente perdí por las circunstancias del caso, además de que no pude estar en el sepelio de mi padre cuando falleció mientras estuve encerrado en el Cereso de Mérida por el lapso de un año por un delito que no cometí; no le guardo rencor a nadie, estoy agradecido con Dios”, aseguró Felipe Uicab Peña, “El Huach”, a 26 años de distancia del asesinato de la estudiante de leyes Maribel Lara Cauich.

El sonado caso que consternó a la sociedad en general ocurrió aquel 16 de mayo de 1993, cuando en su casa, en la calle 33 entre 26 y 24, un desconocido hirió de muerte a Maribel, quien después de varios días en coma falleció en un hospital de Mérida.

En ese entonces, Uicab Peña fue detenido y encarcelado, pero un año después, por desvanecimiento de pruebas obtuvo su libertad sin recibir ninguna disculpa ni explicación alguna por su encarcelamiento. Así nada más.

En entrevista con POR ESTO!, Uicab Peña, quien antes de narrar el acontecimiento recalcó ante la opinión pública que es inocente de los hechos que le imputaron pues nada le probaron, simplemente aseguró que se trató de un “chivo expiatorio”.

“Recuerdo que me apresaron en mi casa, en las diligencias estaba el Comandante Lisandro Lezama Lara, Gilberto Pech Pech, y otro de apellido Gamboa. El día que me detuvieron me llevaron a una casa de seguridad en Caucel, para después enviarme al Cereso”, añadió.

“No quiero abundar en detalles en la detención y golpiza que me dieron, te repito, ya no quiero saber nada más, sólo me queda el recuerdo”, sostuvo “El Huach”.

“No acertaba a explicarme qué pasaba, por qué a mí, yo sabía que era inocente, y tarde o temprano así se aclaró”, agregó.

“En la cárcel aprendí mucho, ahora tengo 43 años y cuando ingresé tenía 23; me hice muy amigo de los demás compañeros de celda, quienes ‘a ojo de buen cubero’ me decían entre bromas, ¡Qué haces aquí, si tú no eres capaz ni de matar una mosca!, cuando me interrogaban sobre mi presencia en el penal y analizaban mi comportamiento”, comentó.

“Durante mi permanencia en la cárcel, para mi defensa tuve que vender dos terrenos de mi propiedad, además de que gasté todos los ahorros de mi vida. Lo más triste es que no pude estar presente en el sepelio de mi padre, don Ramiro Uicab Koyoc, quien prácticamente murió de tristeza porque veía mi situación, en aquel entonces”, pronunció.

“Soy una persona sin odio, sin rencor, sin resentimiento; a pesar de los fuertes golpes que llevé, pienso que lo que a mí me pasó, fue una experiencia más en mi vida que no le deseo a nadie, pero ya estuvo, ahora vivo una vida tranquila con mi familia, y los años me han hecho olvidar todo”, finalizó.

(Ramón Reyna Fernández)

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