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Cultura

El color de la amargura es el del corazón

Ivi May DzibFicciones de un escribidor

IV

1: Me gusta el teatro, una vez vi una obra, me movió, me hizo sentirme destrozada por dentro pero luego me dio fuerzas, es horrible que una historia escrita por alguien que murió hace mucho tiempo te haga ver toda la mierda en la que estás embarrada. La obra era de una madre que aprisionaba a sus hijas y las obligaba a callar sus deseos, su amor. Y todas le tenían miedo a la madre y su palabra era la ley. Pero hubo una que sucumbió al deseo, se rindió ante el amor y no le importó las consecuencias, aunque sabía que eso iba a terminar en muerte. Lo mismo me pasó a mí, pero yo no fui capaz de matarme, tampoco me arrepiento, no hubiera servido de nada. Hubo un momento en la obra en que me mojé, me dio vergüenza, aún no intimaba con el chico que tenía mi edad, pero tenía ganas de hacerlo. Aquella hija que sucumbió al deseo se enfrentó a su madre con mucha valentía, en la discusión, agarró el bastón de la madre y le dijo algo así como “mire lo que hago con la vara de la dominadora”… y lo rompió, impactó el bastón en su rodilla… y lo rompió. La función fue un jueves por la noche, estaba sola, mamá aún no había pasado por mí a la Casa de la Cultura, nunca se enteró que estaba viendo una obra en la que estaba en juego su dominio. Al día siguiente fui a buscar al chico de mi edad a su escuela, estaba cerca de mi casa, lo besé con mucha pasión y le pedí que me acompañara. Mi madre se había ido a trabajar para demostrarme cómo se sacrificaba por mí, mi hermana se había ido a trabajar para demostrarle a mamá cómo sí podía ser responsable. La casa estaba sola, fue cuando sucedió y todo fue mágico, él no sabía lo que estaba haciendo y fue conmigo con quien descubrió lo que se podía hacer con un cuerpo desnudo, a mí me encantó ser yo quien llevara el dominio y él se dejaba hacer, como diciéndome que era suyo. Ahí sentí el sudor que emana un cuerpo joven y me impregnó. Mientras me venía odiaba a mi madre y me sentía bien. Yo también tenía que romperle el bastón, aunque fuera un bastón imaginario, porque sus dos piernas seguían firmes, pero ya era mi hora de caminar. Craso error. La persecución se extendió hasta límites insospechados, incluso intenté que el chico de mi edad llevara el ron y la música a casa, él no trabajaba, por lo mismo no podía llevar la comida, así que ahorré para que hubiera, pero mi madre lo humilló y después de eso ya no volvió a ser el mismo. Ahora tenía reservas para conmigo y de repente apareció el tío… para consolarme, porque él chico de mi edad se estaba distanciando. Me dijo el tío que si lo que quería era una relación, saber lo que era un hombre, que él estaba disponible y que mamá lo aceptaría, porque quería que fuera feliz, y que me dejara querer. Y fue así cómo el dejarse querer cobró un sentido abominable, que me recuerda que nunca crecí protegida y eso me tiene angustiada, a veces me enfada hasta la depresión, solo eso te quería decir: gracias por intentar preocuparte por mí, hermana.

Continuará...

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