Cultura

Violencia, Psicopatía y Nuevo Gobierno

Ramón Huertas Soris“El Humanismo es, ante todo, una visión optimista objetiva, acerca del futuro de las realizaciones para la condición humana”.

Freud creía que la agresividad era innata en el ser humano. Albert Einstein opinaba que el ser humano tenía dentro de sí un instinto de odio y destrucción. Arturo Koestler fue más duro al plantear que el hombre es portador de una especie de esquizofrenia filogenético, es decir, de defectos congénitos de la coordinación de las capacidades emocionales de la conciencia como consecuencia de la evolución patológica del sistema nervioso de los primates, que precisamente culminó con la aparición del Homo sapiens sapiens, raza de los humanos modernos.

Desde el punto de vista del positivismo humanista y la visión elevada de la condición humana sí se acepta el planteamiento freudiano, pero no al grado en que lo afirmaba Koestler y Einstein. Efectivamente, la agresividad es un factor del comportamiento normal, puesto en acción ante determinados estados para responder a necesidades vitales, que protegen la supervivencia de la persona y de la especie sin que sea necesaria la destrucción del adversario.

Y es que en la propia teoría freudiana del Psicoanálisis, subyace el voto a la posibilidad de convertir la energía natural de la agresividad en fenómeno positivo y altamente productivo; efectivamente, no es necesario cortar o amputar la energía de la agresividad en el ser humano, lo correcto es canalizarla adecuadamente. El México del presente tiene un reto educativo vital por cumplir, consistente en enseñar a encauzar la desbordada agresividad actual en personas y colectivos. Martin Luther King nos dijo: hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos. ¿Cómo vamos a lograr encauzar la violencia nacional hoy tan variada, intensa y sustentada como está?

Efectivamente, la violencia es un fenómeno multifactorial y hay que enfrentarla en sus síntomas y en cada una de las causas que la sustentan. Ahora bien ¿existe acaso una razón emanada de esencias en la naturaleza humana, de la cultura y de la educación, que actúa hoy como núcleo de condensación de las demás razones causales de la actual violencia en México? La respuesta es que sí existe esa razón primaria, medular y totipotencial, tocando esa tecla crítica se tocaría a mediano plazo todo el teclado de razones sustentadoras de la actual violencia nacional que urge encauzar. Veamos.

Existen elementos de calidad humana que bien sustentados, promovidos, acreditados, financiados e instrumentados como máxima gubernamental, educativa, cultural y socio-económica, pueden iniciar el freno a los resortes propulsores de la violencia; hablamos de la empatía, la simpatía, la conexión con el entorno, la cosmogonía, la filosofía existencial y el nivel de empoderamiento que define el grado de protagonismo existencial del individuo. Imaginemos a un bombero que en un incendio sostenido penetra en el medio en que se manifiesta y, haciendo girar una palanca cierra la llave de una salida de combustible que sustentaba la continuidad del fuego; ahora sí tendrían resultados todos los mecanismos de extinción antes ineficaces. Imaginen a un científico que aísla el virus de una pandemia sin control, permitiendo crear la vacuna para que individuos sanos no pasen a enfermarse y ser protagonistas de la epidemia violenta. ¿Cuál es complejo combustible que sustenta la creciente violencia en los colectivos humanos? ¿Cómo evitar el virus de la enfermedad agresiva, que genera un creciente número de protagonistas en la insoportable violencia actual en México?

Lo primero es definir qué grupo de personas son más propensas a incubar las tendencias violentas, definitivamente se trata de los psicópatas. Se plantea que existe un 3% de personas que son psicópatas, aunque en personas con funciones directivas se eleva a un 4%. La psicopatía, clínicamente, es un complejo y poco definido grupo de características variables de la personalidad, que se manifiestan de forma particular en cada psicópata; por ejemplo: autoestima exagerada, constante necesidad de obtener estímulos y tendencia al aburrimiento, inclinación a mentir de forma patológica, comportamiento malicioso y manipulador, carencia de culpa o de cualquier tipo de remordimiento, afectividad frívola, con una respuesta emocional superficial, carencia de empatía, crueldad e insensibilidad, estilo de vida parasitario, falta de control sobre la conducta, etc.

La Psiquiatría, plantea que un psicópata necesita imprescindiblemente de un obsecuente (persona mansa, sumisa, rendida, que hace lo que se le diga sin mediar su criterio propio), que es precisamente lo opuesto a una persona con criterio, razonable, que toma decisiones y que siempre se proyecta a empoderarse, para actuar como el protagonista consciente de las realizaciones de su vida, sin perder de vista el apoyar en las realizaciones de los demás. Entonces aplausos para los programas sociales como becarios sí, sicarios no; pero la nación mexicana debe, a la par de atender las manifestaciones de la violencia con acciones judiciales concretas, cerrar la llave al tremendo combustible que se genera en condiciones o medios de cultivo idóneos para producir ejércitos de psicópatas, sustentadores seguros de los protagonistas violentos. La acción clave es proscribir todo lo que fomente la formación de obsecuentes, que son el caldo de cultivo imprescindible para que proliferen los sicópatas. Queda claro, el paradigma nacional clave ha de ser: no más mexicanos obsecuentes en formación. Los que ya son obsecuentes, producto de décadas de degradación social por educación para la dominación, deben enfocarse y ser ayudados a empoderarse de las decisiones que marcan el rumbo de sus pensamientos y expresiones todas de los pasajes con que están construyendo la novela de la historia de sus vidas particulares, en una etapa hermosa, donde a México le toca y urge dar un gran ejemplo de avance en las realizaciones humanistas, individuales y colectivas.