Cultura

Pedro de la Hoz

Una vez le preguntaron a Tito Puente qué entendía por música salsa. El ilustre timbalero se desmarcó con otra pregunta: “¿Salsa? ¿Es algo más que el aderezo de tomate frito que se le echa a las carnes?”. En otra ocasión fue más radical: “La salsa no existe, a lo que ahora llaman salsa es lo que he tocado durante muchos años y esto es mambo, guaracha, chachachá y guaguancó”.

Al margen del origen polémico, de partidarios y detractores, de que estemos de acuerdo con su entidad real o no, los salseros, músicos y aficionados se cuentan por legiones, más aún en la cuenca del Caribe. De la afición nació el coleccionismo, el compromiso promocional, la entrega a tiempo completo y la curiosidad investigativa.

Uno que dio ese paso fue el venezolano Ángel Méndez. Lo que es Roberto McSwiney para la trova yucateca, y Lino Betancourt para la cubana, lo fue Ángel para la salsa entre los suyos. Hasta esta misma semana, en que a los 68 años falleció en Caracas.

Referencia ineludible para el ámbito musical que le absorbió todas sus energías resulta la monografía La Biblia de la Salsa (1985). Es un libro de crónicas que incluye valiosas reflexiones y alcanza un punto cenital cuando describe cómo luego de que en 1974, Rubén Blades y Willie Colón grabaron el disco Metiendo mano, “la música tomó matiz, fue otra cosa (…) y la salsa comienza a tomar otro rumbo”.

Por sus páginas desfilan Tite Curet y Ray Barretto, Johnny Pacheco y Eddie Palmieri, Wilfredo Vargas y Johnny Ventura, Oscar D’ León y Andy Montañez, y, por supuesto, numerosos músicos cubanos. Méndez defiende la idea de que la salsa dejó de ser un espectro sonoro que reproduce o reelabora la música cubana de los años cuarenta y cincuenta, para fundirse con elementos afrocaribeños y otras apropiaciones del jazz, el rock y la nueva canción latinoamericana.

Todo esto lo fue cociendo Méndez desde que fundó la revista Swing Latino, publicada por primera vez en 1977 en Venezuela, junto a Diógenes Carrillo, el fotógrafo Fernando Sánchez, y las colaboraciones de César Miguel Rondón y Aquilino J. Mata.

En los últimos tiempos mantenía una columna de música en el diario Correo del Orinoco y, como siempre, un programa radial en el que difundía los ritmos que le gustaban.

El ministro de Cultura de su país lo despidió con las siguientes palabras: “Se nos fue Ángel Méndez con su swing latino a embochinchar los cielos. Fuimos compañeros en El Universal y Ciudad CCS. Excelente periodista y ser humano. Que suenen timbales, tambores y metales en su honor”.