Cultura

Roma, entre la crítica y el berrinche de la crítica

Ivi May Dzib

 

II y última

Roma es la historia de Cleo, una empleada doméstica que trabajaba para una familia que vive en la colonia Roma. La familia pasa por una crisis emocional, ya que el marido está a punto de abandonar a la mujer con sus tres hijos pequeños. Es en esta crisis, ya con el jefe de familia ausente, que Cleo se entera que está embarazada del primo del novio de su compañera de trabajo. El hombre que la embarazó sólo quería pasar el rato con ella, ya que al saber que está embarazada la abandona. Es con esta pequeña trama que la película nos introduce por diversas problemáticas como el machismo, el clasismo y nos hace cuestionar otras cosas igual de importantes como el papel de la mujer en la sociedad, en donde la libertad del cuerpo está permeada por los tabúes que impone una época. También, la trama nos ayuda a ver momentos históricos importantes del México del siglo XX como la matanza del Jueves de Corpus que ordenó el ex presidente Luis Echeverría.

La fotografía y la dirección son impecables, hay quien asegura que cada fotografía habría que enmarcarla, aunque no es para tanto, lo que sí es que tanto el diseño de arte como la ambientación están muy bien cuidados, lo que nos muestra el gran oficio del cineasta mexicano que ha triunfado en Hollywood. En cuanto a la actuación, podemos decir que los personajes y actores terminan siendo un pretexto para la historia que se quiere contar, no hay exigencia para los actores por parte del guion, incluso la película no tiene su sustento en la interpretación sino en el acto contemplativo de los paisajes, rostros y la dinámica del convivio de una familia en decadencia que se está reconstruyendo. La acción es interna, lo que hace que veamos en los pequeños gestos parte del mundo interior de los personajes. De ahí que uno de los logros de la película es el manejo de la cámara que permite que los actores luzcan la complejidad del momento que viven.

En el cine la actuación difiere a la del teatro, mientras que el eje del teatro es el trabajo del actor, el eje del cine es el manejo de la cámara, de ahí que Cuarón nos muestre por qué es un buen cineasta. Basta recordar, por citar un ejemplo, las películas de Stephen Daldry, en las que la mayoría de las veces sus actores y actrices están nominados a los Oscar, lo que nos muestra que Daldry es un experto en el manejo de la cámara al grado que nos hace parecer que sus actores son brillantes en la interpretación. Algo parecido sucede con Roma, no vemos que Yalitza Aparicio sea esa gran revelación, ni que el slogan de “nace una gran actriz, una gran estrella” sea el que mejor corresponda a lo que se ve en pantalla, mas bien lo que tenemos es a un director que sabe dónde poner la cámara para que luzca el actor, lo que es más merito del director que del intérprete, de ahí que no nos detengamos tanto en los personajes que no se logran construir por completo sino que se esbozan, porque lo importante son las situaciones y su contexto que se van explicando con pequeñas acciones físicas.

Roma es una muy buena película, pero no es la gran obra maestra, aunque se tiende a realizar una exégesis de la obra, que sobrevalora sus alcances, aunque quizá sea esa la intención para posicionar a Roma como la posible ganadora del Oscar a mejor película extranjera. Lo que sí parece una exageración que incomoda, es poner a Cuarón como el cineasta que domina las formas más puras del cine de arte cuando se habla de cine mexicano. Dejar en el olvido las películas de Carlos Reygadas , Amat Escalante, Michael Rowe, Alonzo Ruiz Palacios, Michel Franco (por mencionar algunos); todos ellos celebrados en Cannes, eso sí que parece un insulto que forma parte de la moda impuesta por las redes sociales. Además de que en las películas de los directores ya mencionados se utilizan a no actores para los papeles protagónicos, mostrando cómo el manejo de la cámara es fundamental para que una película centre su atención en la imagen más que en la interpretación.

Por último, se dice que hablar bien de Roma es ser fiel a la verdad y estar contra la película es una pose para hacerse el interesante, lo cierto es que he leído hasta insultos de mucha gente que no alcanza a comprender cómo alguien no está de acuerdo con que Roma sea una verdadera obra de arte. Hay que ver esto en perspectiva, hay a quienes Roma les da un golpe en el estómago porque la situación le es muy cercana, hay quienes entienden la situación pero de alguna manera le es ajena. El arte es así, un buen libro no golpea a todo el mundo y eso no tendría que ofendernos como para hacer un berrinche, no bajando de ignorante al que esté en contra de su apreciación. Aunque creo que si hablamos de obras de arte con temática doméstica, para mí El árbol de la vida, de Terrence Malick, me parece infinitamente superior.

ivimayd@hotmail.com