Cultura

Por Ernesto Hernández Norzagaray

La relación del EZLN con AMLO nunca ha sido totalmente buena, pese que a ambos los mueve la lucha justiciera por los parias, los desprotegidos de nuestro país, existe una diferencia ideológica que les impide conciliar. Uno, reivindica en la práctica del viejo estilo maoísta la tesis “guerra popular prolongada” mientras el otro, juega con las reglas del sistema político y ha ganado ampliamente las elecciones constitucionales el pasado primero de julio.

Aquel reivindica las sombras de la clandestinidad y las armas, aunque estas sean más simbólicas que reales y éste la legalidad que impone el sistema y las instituciones del poder público. Una, es una guerrilla comunicacional; el otro, es el poder persuasivo en la plaza pública. Son dos cosmovisiones, dos mundos políticos, dos prácticas y una misma clientela como objetivo estratégico, reivindicador, solidario.

Quizá por eso para pintar su raya, cuando los miembros del EZLN festejaban los 25 años de existencia sus dirigentes han salido a decir que se opondrán a las obras del Tren Maya, atizando una tensión más a un proyecto que si bien tiene simpatizantes igual están sus detractores, y uno de ellos es el EZLN que prácticamente había desaparecido de la escena pública, hasta que decidió postular al cargo de presidente de la República a la indígena María Jesús Patricio Martínez, Marychuy, y el proyecto de marras pareciera haberse vuelto una oportunidad para mostrar su rechazo a los proyectos de López Obrador y expresar: “Vamos a pelear, no vamos a permitir su proyecto de destrucción, no le tenemos miedo a su guardia nacional, que le cambio el nombre al ejército y son los mismos”.

Sin duda, todo proyecto de tendido de vías férreas tiene un impacto ambiental y social, y este no será la excepción por más que se afirme lo contrario, los 1, 525 kilómetros con 15 estaciones, atravesara pueblos y zonas selváticas que necesariamente provocará cuotas de destrucción de flora y fauna aunque la promoción del proyecto señala que “será el principal proyecto de infraestructura, desarrollo socioeconómico y turismo sostenible del gobierno de Andrés Manuel López Obrador” y agrega la justificación “se basa en un modelo de desarrollo sostenible que impulsa el crecimiento económico sin depredar el ambiente; al contrario, procura medidas de mitigación, compensación y protección del entorno –como la creación de corredores ecológicos en el margen de la Reserva de la Biósfera de Calakmul para contener la presión del crecimiento poblacional y la actividad humana”.

Lo cierto es que el gran olvidado del país son las comunidades indígenas y rurales del sur del país y de acuerdo con la narrativa del nuevo gobierno con el proyecto se “genera una derrama económica local, se crean oportunidades laborales y se distribuye la riqueza a lo largo de la península”, lo que choca con la visión del EZLN que ve como una amenaza apocalíptica como lo en voz del llamado subcomandante Moisés: “Vamos a defender lo que hemos construido. Estamos demostrándole al pueblo de México y al mundo que somos nosotros, los que estamos construyendo; mujeres y hombres no vamos a permitir a que vengan a destruirnos”.

Desde el punto de vista de la comunicación política hay en ambos una reivindicación de la palabra construir y así mientras el ELZN habla de “estamos construyendo” en un sentido milenario y vanguardista; AMLO por su parte habla “de infraestructura, desarrollo socioeconómico y turismo sostenible” en un sentido modernizador que mejore las condiciones de vida de los mexicanos del sureste.

Aquella visión del EZLN le ha ganado la crítica de los lopezobradoristas más militantes que cuestionan su legitimidad. La falta de congruencia y hasta le establecen vínculos con Carlos Salinas de Gortari, lo cierto es que tiene pueblo y eso, en política es una carta para tomar en cuenta, qué se toma en cuenta en la política mexicana, y eso lo veremos cuando empiecen las obras y sus bases se hagan presentes cuestionando con “las armas” los trabajos de infraestructura.

Ciertamente es un ente político que llama a la sospecha por el silencio sostenido durante los gobiernos del PRIAN y su inopinada aparición con el gobierno progresista de López Obrador, no gusta, se le ven otras motivaciones quizá por eso en la entrevista de AMLO que esta semana realiza la revista Proceso a este le gana la cautela. Ni siquiera menciona al EZLN, lo ve en el mejor de los casos como un “grupo de ciudadanos”, que si le piden cita los escuchara como cualquier otro.

Pero ¿acaso el EZLN es otro grupo contestatario más?, no lo creo es una organización antisistema que su apuesta es rupturista del sistema político y qué ven en AMLO su nuevo representante, y el tren maya ofrece una alternativa de contraste entre socialismo cualquier cosa que esto signifique hoy y nacionalismo revolucionario revivido que pareciera querer como destino el mito fundacional e inconcluso de la revolución mexicana.

No podemos olvidar que el lopezobradorismo es un frente político que se expresa organizativamente en Morena, y en el caben lo mismo ex panistas y priistas, clericales y masones, ex guerrilleros y comunistas o socialdemócratas, es un partido amalgama, lo que implica un fuerte debate político, y seguramente el tema del Tren Maya no dejará de estar excluido y quizá, la apuesta de los zapatistas es romper la unidad frentista hegemonizada por la figura y el liderazgo de AMLO y han empezado por llamarlo descalificarlo.

En definitiva, esperemos que la fuerza del liderazgo de AMLO y las medidas que ha asumido en beneficio de la República terminen por poner a cada uno, en su lugar en su práctica, en su ideología.

(SIN EMBARGO.MX)