Luis Carlos Coto Mederos
Luis Gómez
IV
807
He soñado con tu boca
He soñado con tu boca
que es de encendido clavel:
¿de ese derroche de miel
dime qué parte me toca?
Cuando vas errante y loca
luciendo tus atavíos
cruzas calles y desvíos
y entre sonrisas y agravios
otro te muerde los labios
y yo, de roña los míos.
Sueño con tu boca en flor,
la que no he besado nunca.
Mi esperanza queda trunca,
sin juventud no hay amor.
Cuántos tendrán el calor
de tu abrazo acariciante
y yo sin verte distante
sufro la reminiscencia
cuando el aire de tu ausencia
me va rozando el semblante.
Tu boca debe tener
sabor a piña madura
que brota por la dulzura
de tu suspiro, mujer.
Dichoso quien pueda ser
el dueño de ese tesoro,
que sin comprarlo con oro
sus amarguras deslíen:
Unos por tus ojos ríen
y yo por tu boca lloro.
Cuando en mis sueños te llamo
por el largo de la almohada
despierto de madrugada
como una oveja sin amo.
Al no sentir mi reclamo
los gritos se hacen más duros
y en qué terribles apuros
de engañosos embelesos
me voy comiendo tus besos
igual que frutos maduros.
808
Tus dulces labios
Mujer, yo soy sin tus ojos
una perpetua cadena
para pagar una pena
tras unos duros cerrojos.
Tus labios, jacintos rojos
se abren como dos repisas
y cuando al hablar me hechizas
estoy con la frente baja
goloseando la migaja
que se cae de tu sonrisa.
Mira si yo sé quererte,
y tu recuerdo persiste,
que me pongo enfermo y triste
cuando ya no puedo verte.
¿Por qué me acosa la suerte
para que angustias me den?
¿Quién se me interpone, quién
en mi camino de artista?
¿O yo no estoy en la lista
de los que viven también?
Estoy más que pensativo
con un mundo sobre mí,
porque si no pienso en ti
entonces ¿para qué vivo?
Este destino agresivo
es el culpable quizás
y tú sentida estarás
al verme por ti tan necio,
porque cuando te desprecio
es cuando te quiero más.
Calma tu rencor un poco
que yo no quisiera herirte,
déjame a solas decirte
que el celo me vuelve loco.
Cuando con mi cara toco
tu piel de flor inocente
pregunto de amor vehemente,
con ansias de instintos sabios,
si morder tus dulces labios
o acariciarte la frente.
809
Tus ojos
Ojos verdes que son míos,
tiernos y maravillosos,
sublimes y misteriosos
y claros como los ríos.
Qué celestes poderíos
tienen sus brujos destellos,
inmaculados y bellos,
donde el olvido no cabe.
Y mi princesa no sabe
que estoy temblando por ellos.
Ojos que cuando me miran
me asombran y me estremecen
porque esmeraldas parecen
que los ángeles me tiran.
Ojos grandes que me inspiran
por ser radiantes y bellos,
exóticos como aquellos
que tenía la Gioconda,
contrastando su voz honda
con la piel y los cabellos.
Ojos que yo quiero tanto,
y como desprecian ellos,
que al mirarme en sus destellos
detienen todo su llanto.
Ojos que son un encanto
y de pupilas tan bellas
como fugaces estrellas
que iluminan las montañas
de lindísimas pestañas
verdes como las grosellas.
Ojos que cuando los vi
en un funeral doliente
me transformaron la mente:
ya no soy dueño de mí.
Honda locura sentí
prolongándome el desvelo,
si por ellos tienen duelo
con espadas de arrebol
los rubios rayos del sol
con los ángeles del cielo.