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Cultura

'India maya”

Tomás Ceballos

Entrar al teatro y encontrarse con el espacio escénico poblado de múltiples cosas, aparatos, lámparas, velas, botellas, sillas, sogas y hasta un piso pintado como vitral, te lleva a la reflexión: ¿Qué vamos a presenciar? Durante el transcurso de la obra se va a desentrañar el misterio de la obra y el nombre de la misma: “India maya”.

En esta obra, la autora, Conchi León, mezcla hábilmente la dramaturgia con la narraturgia y los narradores se convierten en personajes cuando es necesario. Durante la obra entendemos que se manejan tres planos que establecen los apoyos escenográficos: el plano espiritual, el emocional y el terrenal.

Las sogas del tendedero están en el plano elevado y es donde el aire circula haciendo que las cosas se establezcan en lo étereo, en lo místico, en lo sublime. Las lilas representan la emoción, o sea, la etapa intermedia de los personajes, la que se puede encontrar en las vísceras, especialmente en el corazón. Y por último, el piso-vitral nos lleva directamente a la vida, al andar, al cambio de posición, al situarse de manera cotidiana.

Esos son los niveles que se apreciarán durante la representación. La autora nos conduce a través de un elemento climático como es el huracán, a tener una experiencia estética entrañable, por lo cual en ese momento el público al igual que los personajes ya están inmersos en el segundo nivel de apreciación del texto, que empieza por narrarnos en qué situación se encuentran los personajes.

El huracán ha sido anunciado, ¿y qué queda por hacer? ¡Esperar! Esperar es el verbo más utilizado en la vida de todo ser viviente, pero es en el humano en quien recae la acción, desde el momento de su gestación, donde tiene que esperar nueve meses para respirar, y después espera para que lo alimenten, y espera para que lo bañen, y los padres esperan que siga su primera palabra, y esperan que camine, y esperan ad infinitum.

Ante la adversidad, los personajes esperan pacientemente a que pase el ojo del huracán. Así la autora se instala en “Las mil y una noches” y se convierte en una moderna Scherezada, que utilizando su experiencia nos va a entretener, contándonos varios cuentos y aquí nos instalamos en el primer nivel, en el terrenal, en el del piso-vitral, en donde escuchamos las historias y la lluvia.

Scherezada es hábil y astuta, utilizará su mágica palabra para dejarnos embelesados con las historias engarzadas al punto de que tanto los personajes como nosotros, el público, olvidamos el huracán, sobre todo cuando quedamos dentro del ojo del meteoro y nada se escucha, salvo el gotear del techo en las botellas colocadas como juego para que las gotas cayeran precisamente en ellas.

Es la “calma chicha”, es la que te indica que todavía te queda la otra mitad de la devastación. Para estos momentos y en un afán analítico ya sé que estoy disfrutando de una farsa didáctica adosada con canciones y rompimientos de la cuarta pared, que en realidad no existe porque no se usa el convencionalismo del telón de boca.

Scherezada autora nos narra los acontecimientos dentro del huracán. Scherezada personaje nos representa, no a “Aladino y la lámpara maravillosa”, sino a “Nicté Há y el padre generoso”. Para este momento entendemos el título de la obra, ya que nos coloca entre gasas y tafetanes en la India, para entender la historia de amor del sultán y su favorita, a quien le construyó el Taj Mahal como símbolo de su amor eterno y que ningún huracán ha podido destruir por más violento que sea.

Por último, en el tercer nivel, el espiritual, se le pide al público que exorcice su propio huracán, que se convierte en símbolo de los avatares del individuo, y varios de los espectadores participan acompañados de veladoras aromatizadas de sándalo. Grata experiencia para la mayoría de los espectadores, según pude escuchar al término de la función.

El reparto lo integran sólo cuatro actores, pero inmersos en su quehacer actoral: Oswaldo Ferrer, Susy Estrada, Zaab’di Hernández y la propia autora, Conchi León. Acompañados de una música y cantante, cuyo nombre no pude saber ya que no hubo programas de mano, al igual que el de la pequeña actriz que interpreta a Nicté Há, con un trabajo también importante.

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