Ariel Avilés Marín
El 5 de febrero de 1909, París se encontró con una revolucionaria publicación en el periódico El Fígaro. El poeta Filippo Tommaso Marinetti realizó una revolucionaria propuesta que pasó a la historia y es conocida como El Manifiesto Futurista. En los albores del S. XX, se produjo en las artes una serie de movimientos que se han agrupado con el membrete de Las Vanguardias del S. XX. Entre estos movimientos hubo de todo, extremistas, moderados y hasta anarquistas. En esta serie de grupos y corrientes se encuentran el Dadaísmo, el Neopopularismo, el Surrealismo, el Ultraísmo y, desde luego, el Futurismo. El Futurismo, obviamente, se encontraba entre los más radicales. Era un grito que proclamaba la libertad irrestricta y el combate frontal a las tradiciones o cualquier cosa que pareciera conservadora. Lamentablemente, las premisas de este movimiento fueron retomadas y desvirtuadas por extremistas, y dieron lugar y sustento al nefasto Fascismo.
El Manifiesto Futurista, proponía cosas como cantar al amor al peligro, el hábito de la energía, actuar con temeridad; proponía también el coraje, la audacia y la rebeldía como elementos esenciales en el actuar; la agresión formaba parte intrínseca de la propuesta: “La carrera febril, el salto mortal, la bofetada, el puñetazo” eran citados como medios eficaces para la acción. No concebían la posibilidad de la belleza sin la lucha; una obra de arte no podía ser digna si no tenía un carácter agresivo. Glorificaban la guerra y pedían el desprecio por la mujer. Se proponían destruir, quemar las bibliotecas, museos, las academias; eran declarados enemigos del feminismo, al cual llamaban “cobardía oportunista y utilitaria”. En este ámbito de violenta agresión al orden establecido, se desarrollaba la propuesta del manifiesto.
Desde luego, este histórico documento tiene valores rescatables, su amor irrestricto a la libertad, es sin duda el más afortunado de ellos, y es precisamente esta faceta del Manifiesto la que ha retomado un grupo de danza contemporánea local y la ha estado presentando en el Centro Cultural de Mérida “Olimpo”, para crear sobre él una propuesta coreográfica y dramática, estética y versátil, que lleva a cabo la sustancia esencial del documento, y le da a ésta un carácter variable y efímero, en cada presentación. El grupo ha tenido con esta puesta una temporada de varias presentaciones, y ninguna de ellas ha sido igual a las que le precedieron; cada presentación es una propuesta novedosa y voluble, inédita y cambiante, como lo esencial de la propuesta del Manifiesto Futurista.
Siguiendo la tónica ya establecida en los antecedentes, la esencia y mérito de cada presentación consiste en la atinada improvisación por parte de los ejecutantes, cuidando desde luego en cada caso la estética de las expresiones corporales, lo armónico de las coreografías y, sobre todo, lograr transmitir sentimientos variados al público presente. El espectáculo no se constriñe únicamente a danza, hay también parlamentos en la puesta, mediante los cuales se plantean las propuestas esenciales de cada representación. ¿Qué es ser amoroso? ¿Tú, a qué invocas? ¿Cuál es tu raíz? ¿Cuándo fue la última vez que lo diste todo? El fondo profundo del asunto es la búsqueda del propio ser y la respuesta está en manifestarse. Durante la acción, las palabras caen como una abundante cascada, en confusión, en caos, como es la vida real. “¿Con quién fue la última persona con quien te dejaste fluir? ¡Contigo, hace un minuto!”
Después, cada uno de los danzantes va citando un número y en seguida una propuesta englobada en ese apartado. Número 8: “Conciliar la danza contemporánea con el espectador escéptico, un acercamiento amistoso”. Número 11: “Romper con el patrón de la danza contemporánea, mostrar cuerpos múltiples”. Número 7: “Desafiar el espacio móvil y firme, con un vaivén y ritmo”. Número 3: “Nos encaminamos a una evolución radical y colectiva en su propio vaivén” y acompaña la escena una música ambiental que parece producida por fuertes corrientes de aire, por momentos, la música es demasiado fuerte y opaca la voz de los danzantes. Así, se siguen sucediendo número tras número, cada uno con una propuesta. En el número 25, se va desarrollando una coreografía en stacatto que se va acelerando. El parlamento gira alrededor de una bola de goma de mascar, a través de la cual se ve todo: “Me limpio como puedo. Un silbido que sale, girando voy dejando la estela del sonido”. El narrador se describe sentado en el lomo de un elefante: “El elefante, frente a mí, se alegra al verme”. El narrador se describe paseando en el paquidermo, en “un alba de adefesios”, se topa con un desfile carnavalesco. “Me bajo del elefante y disfruto de la alegría”.
De pronto, una música en arpegios, con un fondo de banda magnetofónica disonante, llena la sala; los danzantes transmiten angustia en su coreografía; se forman dos estancias, un grupo permanece en estampa estética, el otro danza con angustia. Roger Pech desarrolla una lucida e impresionante danza con largos lienzos de tela que giran por el aire dando estéticos efectos; el grupo todo se une por medio de una larga y ancha cinta que les sirve de enlace y ruedo al mismo tiempo, además, cada danzante lleva una cinta, con estos materiales se arma un lucido juego de ágiles figuras construidas con las cintas. La cinta mayor, sujeta, limita, es la desesperación por lograr la libertad. Viene un obscuro. Suena una música electrónica que da la sensación de ser aire y agua combinados que caen en un ambiente en penumbras; todo gira. La música se va transformando, y los danzantes invitan a gente del público a subir a escena; sube gente, giran todos en círculo. “El círculo nunca deja de moverse, la comunidad nunca deja de avanzar, somos impulsores, la energía nos rodea”. Orbitan unos con otros en el centro. “Somos elementos de una misma esfera, sentimos con libertad el aire, somos un abrazo gigante. Reconstruimos una esfera perfecta, un aro de libertades. ¡La alegría de seguir aquí!” Culmina la coreografía y la obra.
Se pide la opinión de los espectadores. Varias personas dan la suya. Destacamos la de la ameritada maestra Socorro Cerón, la pionera de la danza contemporánea en Yucatán: “Estoy admirada del movimiento estético de ustedes; es una cosa hermosa lo que están haciendo. Les admiro y respeto. Me pongo de pie para aplaudirles”.
La propuesta de El Manifiesto es, sin duda, el ansia de libertad que ha alentado y alienta al ser humano. Las expresiones corporales son muy sensibles y logran el cometido de transmitir los más variados sentimientos, según el contenido de cada uno de los números que forman el total de la trama. El espíritu del Manifiesto Futurista de Marinetti, se conserva en lo esencial, pero desprovisto de las premisas negativas que también contenía. El mensaje de este grupo de danzantes es sin duda la libertad, sin restricción alguna.
Hay que dar créditos a quienes los merecen. La idea, la dirección y la coreografía es de Karla Graciela Rodríguez Torres. Un aplauso de pie para el cuerpo de bailarines, Nili Gallegos, Elisa García, Marisa González y Roger Pech Sansores. Excelente trabajo de iluminación y logística de la Mtra. Graciela Torres. El lucido vestuario es de Karla Rodríguez y Elisa García. La música de la obra, es original de Julián Torres, y es muy apropiada, logra con creces su cometido. Los diálogos son una creación colectiva del grupo. Sin duda, una buena puesta en escena y una interesante propuesta coreográfica.