Ecos de mi tierra
Jesús Orta Ruiz
VII
857
Desalojo íntimo
Compay*, ¡qué triste está el río,
cómo solloza la palma!
Para siempre murió el alma
del guateque en el bohío.
Aquella que en el bajío
endulzó mi amarga suerte
un día se quedó inerte,
¡y yo no sé en qué carreta
se me fue por la secreta
guardarraya de la muerte!
¡Ay! ¿Quién le abrió tan de prisa
la tranquera de otro mundo?
¡En qué pozo tan profundo
se le cayó la sonrisa!
¿Qué mocha oculta en la brisa
cortó de su voz el vuelo?
Mire, compay, el pañuelo
me pesa de tan mojado…
¡Cómo me ha desalojado
la guardia rural** del cielo!
En el patio solo veo
escarbar la tierra al gallo
y renunció mi caballo
a su triunfo en el torneo.
¿Cantar? ¡No! Llorar deseo
el vacío de su almohada.
Deja en la pared, colgada,
la bandurria evocadora,
que su cuerda más sonora
está rota y enterrada.
858
Elegía del buey
Apacible “Grano de Oro”*
es la rumiante quietud
de tu cuerpo, un ataúd
con el cadáver de un toro.
Ya ni el montero sonoro
de espuelas, ni el aguijón,
ni la manta bermellón
de un torero al sol abierta,
arremolinan tu muerta
agua de resignación.
Tus cuernos son como espadas
viejas, sin relampagueo,
en el viviente museo
de tus sienes abrumadas.
La idiotez de tus miradas
dice tristeza y hastío,
y todo tú, por sombrío,
por lento, callado y manso,
te pareces al remanso
–agua castrada del río–.
Disparan los aguaceros
sobre el blanco de los llanos
y se improvisan pantanos
a través de los senderos.
Maldicen los carreteros
tronando su desventura,
hasta que del agua oscura
va emergiendo la carreta
por ti, silencioso atleta
y estibador de dulzura.
Aras, y mientras que aras
te ve la tierra clemente
mirarla profundamente
como si le preguntaras.
Acaso cuentas las varas
de la tierra que has surcado,
cuando, mandante y mandado,
aunque con un solo nombre,
el hombre –buey de otro hombre–
te libera del arado.
Entonces por las orillas
alfombradas de bejuco,
vas, melancólico eunuco,
entre un harén de novillas.
Pero, tierra sin semillas,
tu muerta fecundidad,
como la perversidad
hueca de un viejo cabrío,
se consuela en el vacío
acto de sensualidad.
Mañana vendrá el tractor
a decirte veterano:
cien manos en una mano,
diez bueyes en un motor.
Será tu liberador,
mas no variará tu suerte,
porque tu destino fuerte
clavará como un verdugo
sobre la huella del yugo
la puntilla de la muerte.
*Grano de Oro: nombre pintoresco de un buey.