Cultura

¿Dónde está que ya no lo veo?

Roger Aguilar Cachón

Uno de los problemas que de una manera u otra ha tratado el de la letra en este espacio ha sido el de la mendicidad en las personas de la tercera edad. Siempre escuchamos por los medios de comunicación masiva que estas personas son atendidas mediante los programas sociales tendientes a mejorar o procurar una mejor vida para ellos, ya que en algunos casos se encuentran en situación de calle.

Con esta nueva administración se ajustó un programa de ayuda a las personas de la tercera edad, con la finalidad de que éstos tuvieran lo mínimo para ayudarlos a vivir y en algunos casos a sobrevivir de su situación, pero no hay alguna estadística que nos muestre cuántos son los casos de las personas de la tercera edad en situación de extrema pobreza que están en las calles y que reciben los beneficios de este programa.

Muchas son las personas de distinto origen social que terminan pidiendo caridad o limosna en las calles poniendo en peligro su vida, exponiéndose a las inclemencias del tiempo y en casos extremos pasando hambre. Esas personas muchas veces son el sostén de su familia y otras ni las tienen. Son de edades variadas y de ambos sexos. Hay mujeres que están vestidas de catrinas y otras, la mayoría de ellas, visten el hipil tradicional. Los hombres algunos mal vestidos y con olor un poco desagradable y otros limpios. Pero en todos ellos hay un denominador común, pertenecen a una clase social olvidada por todos, son los alejados de la mano, sin hogar y sin trabajo y se ven en la imperiosa necesidad de pedir limosna.

Muchas veces el de la letra se ha preguntado si las autoridades actuales han pasado por las calles y avenidas y los han visto, habrán detenido su coche para preguntarles sobre su situación, les habrán dado algunas monedas o simplemente voltean hacia el otro extremo de la calle y no los ven. ¿O se aíslan, mediante el uso de sus celulares o audífonos para hacer invisible esta realidad?

La situación de las personas de la tercera edad en situación de abandono y de calle es y ha sido siempre un problema que cada administración toma en sus espaldas y lejos de atenderlas de manera institucional, como se debe de hacer, solamente atienden a aquellos que pertenecen a un grupo vulnerable o bien a los que son pensionados y jubilados.

Lo anterior obedece a una situación que al de la letra le ha ocurrido en los últimos días, al percatarse que una de estas personas, que ya formaba parte de su cotidianidad está ausente, y hace posible esta reflexión en torno a una persona que en ocasiones hacía que el día comenzara de manera agradable, ya sea por la sonrisa de su rostro o bien por sus buenos deseos.

Desde ya hace más de un año, todos los días e inclusive los sábados, estaba siempre de pie, pulcro, con un sombrero de paja y un vasito pidiendo caridad en la confluencia del Circuito Colonia, esquina de la Chevrolet y un restaurant de bebidas y comidas famoso por toda la ciudad. Siempre atento y toreando los coches, pero con una mirada triste y un cansino andar.

Con calor, lluvia o frío, allí estaba, siempre pendiente de lo que las personas le dieran y con su estribillo que decía al recibir la ayuda: “Gracias maestro, Dios te lo pague”, desde luego que eso de maestro no es porque el de la tinta le diera clase, sino por ser una manera elegante y respetuosa de saludar. Estaba todo el día hasta ya entrada la tarde, siempre en el mismo cruzamiento, aunque algunas veces lo vi por el rumbo del Banamex del mismo Circuito. Pantalón un poco raído y camisas de mangas largas, ya sea a cuadros o lisa, pero eso sí, siempre limpias y planchaditas, aunque de vez en cuando había días en que el calor de la plancha no pasaba por alguna de sus prendas.

Lo interesante del caso es que se extraña a alguien que no se le conoce; no sé su nombre ni su edad y menos su procedencia, no tendría porqué tener esa información. Pero era algo agradable verlo por la sonrisa que de vez en cuando se le veía en su ya cansado y arrugado rostro. Siempre había una moneda para darle y saben ustedes, mis caros lectores, la ayuda que se le daba nunca fue algo que tuviera que darla, se daba con gusto, ya que de seguro le ayudaría a sacar lo de su día. Aunque hay personas que dicen que se llevan una buena feria, eso solamente lo podríamos afirmar estando un día en esa circunstancia.

Sin lugar a dudas ya era una persona de la tercera o cuarta edad, se le veía cansado, pero siempre limpio. Y es en este momento en que escribo que me doy cuenta, así como muchos de los lectores, de la falta de programas tendientes a atender este problema social que cada día va en aumento. Posiblemente tendría en la cartera su credencial del INAPAM, que en un momento determinado le podría servir de identificación, ¿tendría o recibiría otra ayuda del gobierno estatal o federal?

No se sabe de dónde es, tampoco si tiene familia o no, esto es sin lugar a dudas un problema que se puede ver a lo largo y ancho de nuestra ciudad. ¿O será un tránsfuga de su familia que lo maltrata o no le hace caso. Será que pueda estar enfermo o simplemente se tomó un receso en sus actividades diarias?

Es posible que por razones ajenas a él la ausencia hace que se extrañe su presencia, ya van algunos días en que no está temprano a mi paso diario, sin lugar a dudas y así como puedo extrañarlo, habrá personas, cuyo paso es el citado punto de la ciudad, que tengan esa misma sensación y se pregunten que ha pasado con él.

Esperemos verlo pronto de nuevo con su pulcra imagen y su humilde andar, solicitando alguna ayuda monetaria, misma que sin dudar se le hará llegar en el momento mismo en que extienda su brazo y en su vasito se escuche en roce de las monedas al caer. Así sea.